Por Rafael Monterde Ferrando, Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia
La capacidad técnica del ser humano ha sido siempre sorprendente a lo largo de la Historia. Tanto es así que incluso ahora, al contemplar los artefactos de la Antigüedad clásica, podemos asombrarnos del ingenio de la Humanidad. Quienes conozcan el mecanismo de Anticitera podrán afirmar que la complejidad de este sistema de computación, ideado para calcular el movimiento de los astros, es asombroso. Es posible que el asombro que suscitan en nosotros nuestras creaciones nos lleve a pensar que la capacidad creativa y técnica que nos caracteriza tiene un origen divino.
Por Manuel Alfonseca Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 30 de Marzo de 2017.
En el artículo anterior hablé del trasplante de cerebro, pero quedó pendiente considerar el problema de cómo afectaría un trasplante cerebral a la identidad personal. ¿Está nuestra identidad asociada al cerebro, y por tanto pasaría a un cuerpo diferente en caso de trasplante cerebral? ¿O podría ocurrir algo distinto?
En primer lugar, debo hacer constar que esta disquisición no es científica, sino filosófica, pues por el momento el trasplante de cerebro es pura ciencia-ficción. Ni es factible ahora, ni parece probable que llegue a serlo en bastante tiempo, suponiendo que sea posible realizarlo con éxito. O sea, que estoy apoyándome en el vacío, eso mismo que yo he criticado varias veces cuando lo hacen otros...