Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 22 de marzo de 2020.
El virus ha sido capaz de detener el mundo y ponernos a todos, particulares, asociaciones, estructuras sociales, organismos de la administración, políticos y gobiernos nacionales o mundiales, ante la realidad provocada por un pequeño virus, como si fuera un espejo a escala mundial.
El COVID-19 desató primero el miedo al peligro, luego la pandemia y finalmente la alarma general y mundial.
Por su naturaleza propia, es capaz de expandirse y contagiar, pero también por la prisa con que nos hemos acostumbrado a vivir y la falta de previsión de los organismos y poderes locales, nacionales e internacionales, está muriendo mucha gente, y otros muchos se están infectando. El pánico y la improvisación han causado ya mucho dolor.
Para que no se propague más el «virus» del que se sabía, por lo menos desde diciembre, ahora han obligado a la población a «quedarse en casa», suspendiendo clases en colegios, universidades, cerrando terrazas, bares, hoteles, playas y fronteras.
Puede decirse que, de alguna manera, a todos nos ha cogido por sorpresa. Muchos han estado huyendo de una guerra nuclear. Pero algunos como Bill Gates, ya en 2015 anunció que la siguiente gran amenaza para la Humanidad no sería la guerra sino una pandemia. Añadió que se habían invertido enormes sumas de dinero, para detener misiles o una guerra, pero muy poco para detener epidemias.
Otros, incluso más cercanos como Emilio Carrillo, vienen anunciando que se acerca una Era de gran Desolación.
En general, no estábamos preparados, para un desastre de estas características.
Muchos obreros se han quedado en paro o han sido despedidos de sus empresas, porque hay algún contagiado o porque -sin saberlo- se pueden infectar. Algunas empresas se han intentado adaptar con el teletrabajo. Pero los autónomos lo tienen muy difícil.
Las bolsas se han tambaleado, el turismo se ha colapsado: quienes estaban de vacaciones o fuera de sus países, han adelantado el regreso o, sencillamente, han quedado atrapados, en las mismas estaciones, hoteles o aeropuertos. Las competiciones deportivas se han detenido, los congresos de cualquier naturaleza, se han pospuesto o se tienen que celebrar por videoconferencia o o se podrán únicamente de forma telemática. La gente se ha lanzado histéricamente a hacer acopio de alimentos y artículos de higiene.
LA CARA MÁS AMABLE de la Humanidad.
Se conocía, pero ahora se ha puesto al descubierto la grandeza y la generosidad, el esfuerzo y el altruismo de miles o mejor dicho, de millones de mujeres y hombres, que se han volcado literalmente para paliar, ayudar, curar o por lo menos intentarlo, a sus conciudadanos, sin importarles, edad, color, sexo o creencias de las personas que ayudan.
Son los héroes, que por su profesión o pesar de ella, no pueden quedarse en casa. Por el bien de todos dan lo mejor de sí, llegan hasta la extenuación, en jornadas maratonianas, muchas veces sin medios, sin suficiente protección y con la presión añadida -o la incomprensión-, de quien desean que se les atienda primero a ellos o a su familia.
Los médicos y todo el personal sanitario, en hospitales, residencias, en ambulancias y transportes, el personal farmacéutico y los investigadores que trabajan contra reloj para encontrar la vacuna, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, el personal de limpieza tanto en los edificios públicos o privados, quienes trabajan en las distintas empresas de artículos de protección e higiene, tan necesarios y demandados, los transportistas de los artículos de primera necesidad, reponedores y personal de cualquier mercado o negocio abierto al público, tenéis de verdad, toda nuestra consideración. Nos faltan ventanas para aplaudir desde casa y nos faltan noches para deciros gracias y que Dios os lo pague porque nosotros, ni sabemos ni podremos pagaros lo que hacéis. Y anteponéis esa dedicación muchas veces a vuestra propia familia y poniendo en riesgo vuestra propia vida.
Posiblemente este virus y la Pandemia actual que ha parado el mundo, haga que nuestra vida en la Tierra, ya nunca sea igual. Tal vez empezaremos una Nueva Era, donde no se vaya tan alocadamente, ni se priorice el dinero sobre todas las cosas, donde se viva y se deje vivir, se respete a las personas, sus ideas y sus bienes como principio básico para la convivencia en paz.
En la Nueva Era, aunque haya costado muchas vidas y mucho dolor, se agradecerá a la sociedad actual, -la que se quedó en casa por responsabilidad y por pensar en los demás, y los que salieron a trabajar para luchar activamente contra el virus, ayudar a los infectados con humanidad-, porque estaban plantando la semilla de un mundo nuevo.
Tal vez mañana no haya monumentos levantados a los verdaderos héroes actuales, pero siempre lo tendrán en el corazón de los que sobrevivan, y sus descendientes. Tal vez tengamos más corazón en el cerebro y más cerebro en el pecho, para amar con más cabeza y pensar y sentir con un corazón humano más altruista.
De este modo aprenderemos que los errores no existen porque las horas de la vida son oportunidades para crecer e irnos transformando en lo que somos. Que podemos y debemos ser felices y estar alegres y sonreír, porque esa energía se contagia y atrae lo que deseamos e incluso lo que necesitamos. Eso ayuda a ver que no hay casualidades, que todo está bien, que son bendiciones y causalidades, que ni el orgullo o la autosuficiencia pueden imaginar.
La Nueva Era que amanece, no es la de los vencidos por un virus, un micro organismo diminuto, sino la de quienes nunca se dieron por vencidos, la de los que creyeron que unidos serían capaces de vencerlo. ¡En eso estamos ya la mayoría de los ciudadanos de a pie!
Es verdad que, a diferencia de otros virus, el Covid-19, saltó de animales a los humanos y por eso no hemos desarrollado aún la inmunidad a él. No es algo vivo, ya que está compuesto de un material genético y algunas vitaminas, por lo que solo puede reproducirse y introduciéndose en una célula viva. (En el Vídeo, se explica cómo actúa).
Y lo más esencial es que no lo introduzcamos nosotros mismos en nosotros, por la respiración o con nuestras manos al tocarnos los ojos, la nariz o la boca. El peligro está en que pase a nosotros ya que se ha extendido tanto que ya es Pandemia. Por eso debemos «evitar» mediante el aislamiento y la limpieza, que llegue a nuestros pulmones. Las medidas actuales, tratan de: 1) ralentizar la propagación; y 2) dar tiempo a encontrar la vacuna.
(Tal vez los Chinos que se han adelantado a otros países, hayan encontrado ya el antídoto. Lo desconozco). De todos modos los investigadores, en muchos países, trabajan sin descanso para encontrar la forma de hacer frente a este coronavirus que es una amenaza para todos.
Así, que no es una gripe, es una infección muy peligrosa, que puede ser mortal, ya que dificulta la respiración y si la sangre tampoco puede oxigenarse puede producir desenlaces muy difíciles o tal vez fatales.
El tiempo de aislamiento para no infectados, para posibles infectados e ingresados, es un reto. Por eso todos, estemos donde estemos y en cualquier situación en que nos encontremos debemos colaborar y poner de nuestra parte lo posible, para que nadie pierda a más seres queridos.
En algún Hospital o Residencia, alguien de los responsables ante la tristeza o aislamiento de los ingresados, -que no pueden recibir la visita de nadie, ni siquiera de sus seres queridos-, ha pedido que sería bueno que recibieran alguna carta, y se las enviemos, que ellos se la harán llegar o se la leerán.
Yo, que no puedo colaborar de otra manera, he escrito alguna. Se las he enviado. Las repito a continuación por si a alguien de esos Hospitales o Residencias se las quiere hacer llegar. Tenéis todo el permiso para imprimir o llevarlas desde el móvil. Ojalá que alguna persona (hombre o mujer) sienta que alguien que de momento «tiene que quedarse en casa» confinado o confiado, por responsabilidad, se acuerda de ellos, les desea pronta recuperación y les quiere.
Entes o después venceremos al virus y se terminará la epidemia, pero tiene que haber servido para salir todos más unidos y más fortalecidos. Por el momento gracias a los que nos cuidan, a unos dentro y a otros fuera de los hospitales. Ningún acto de generosidad habrá sido inútil. Eso creo y es ni deseo.
Termino recordando el gesto del guardia civil de Calpe, ante la señora que salió de casa para encontrar algo para dar de comer a sus hijos, pero no tenía dinero. Ella había acudido a Cruz Roja. Le dijeron que sí podían ayudar, pero que tenían un protocolo y que de momento tendría que esperar. Se fue a la puerta de un supermercado. Al preguntarle un guardia qué hacía allí, le contó su problema. El guardia la animó a que entrara y todo lo que necesitara lo pusiera en el carro. Se lo pagó. Y ella se fue a su casa. Después de alimentar a sus hijos, llamo al 112 para intentar encontrar al guardia ay agradecerle lo que había hecho. Como allí no sabían nada, le indicaron que llamara al 065, que es el de la guardia civil. Tampoco allí sabían nada. Pero ante la insistencia de la mujer investigaron y la cosa llegó al Coronel. Se pusieron en contacto con el Comandante de puesto. Tampoco allí sabían nada. Así que fueron preguntando. ¿Fuiste tú? «Sí claro, ¿qué pasa?». (Se puede escuchar en Calpdigital).
Si la mujer no intenta darle las gracias, nadie se hubiera enterado de ese gesto humano. Denotan la grandeza de un ser humano.