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Por José Manuel Belmonte, Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en el Blog del autor Esperando la Luz el 9 de junio de 2019.

Sin quererlo, sin buscarlo, sin saberlo, el universo, el planeta, la sociedad, las empresas y los seres humanos se están humanizando. No es una utopía, ni un deseo, ni siquiera la intuición de una mente privilegiada o el susurro del alma de algún místico; es, una realidad constatable.

La búsqueda íntima y personal de la verdad y de la perfección no se puede encontrar en las noticias ni en las imágenes que los medios nos sirven. Nos quieren hacer creer que lo que «escuchamos o nos hacen ver» es lo que hay. Habrá quien lo crea y concluya que este mundo está loco y esta sociedad va a la deriva o de mal en peor.

No es exactamente que sean mentira los telediarios, es que son una ínfima parte de la realidad. Una mínima mota girando en el espacio, en un universo de millones de soles y miles de millones de planetas, uno de ellos la Tierra, en el que hay 8,7 millones de especies, una de ellas, la humana, con 7.500 millones de personas, de las que en este país hay cerca de 50 millones. Ellos «ven» según quienes pagan su trabajo, personas y hechos puntuales, -cuanto más impactantes mejor- y, piensan que la foto, el video o la transmisión de lo que «ven»  interesa a la sociedad, a nosotros [enlace].

Si uno «se traga o acepta -sin más-» lo que le dicen los medios, o ellos quieren que veamos, no terminaremos «informados» sino que terminaremos aturdidos, trastornados, perturbados o desquiciados. Poco a poco, gota a gota, se machaca. En dos palabras: manipulados y enfermos. Y además, desconociendo el 99, 98% de la realidad. Dolo dicen lo que quieren y lo que les interesa [enlace].

Lo dicho en este último párrafo se refiere a ti y a mí, a la familia, a quien llegan las noticias y tiene «la llave o el mando» para dejar o no dejar «entrar hasta la cocina» las noticias o telediarios, varias veces al día. Quiero decir que nosotros, -que «tenemos el mando»-, somos parte responsable por dejar pasar lo que nos golpea, desquicia o pone enfermos a nosotros y a la familia. Y es verdad, independientemente del medio o la cadena que, libremente cada persona o familia, haya escogido o permitido llegar, por sintonizar o por sintonía.

Pero, ¿cuantos se plantean apagar, se plantan, o seleccionan o buscan alternativas?  No sé ni me interesa saber si son muchos o pocos. Lo que percibo es que en la medida que uno se hace más consciente, trata de encontrar lo que tranquiliza y humaniza; valora más la ética y la solidaridad; el respeto y la calidad de vida; la justicia y el derecho a ser uno mismo, sabiendo que uno mismo es sólo lo que  él elige ser en libertad.

Es imprescindible que aprendamos a «ser» que es la  única realidad que está absolutamente por encima del aparentar y del tener. No importa «estar informado», ni siquiera «saber», importa «ser» que es el manantial de la vida y conecta con «toda vida» y con «todos los seres».

Todo lo que nos ayuda a ser, nos hace más humanos. Ser y existir no es nada pasivo. Es un abismo de dimensiones inimaginables, donde todo es posible. Descubrirlas es mucho más que un reto; es la tarea de todo la vida. Pero en contra de lo que se suele pensar, la tarea no consiste en «hacer» algo, sino en «recordar» lo que somos. No hay casualidades. Todo está bien. Solo hay causalidades. Cuanto más conscientes de ello seamos, más felices.

Eso invita a vivir confiados y con esperanza. Los deseos y los sueños llegan a cumplirse cuando llega el momento, cuando surgen de lo más intimo y en ellos se ha puesto el corazón. A eso invitaban los filósofos y sabios desde la antigüedad. El aforismo «conócete a ti mismo», estaba «puesto delante del templo» de Apolo, en Delfos, para que todos lo vieran y recordaran siempre allá donde viviera cada uno.

Y toda la historia de la evolución y del progreso humano no son más que manifestaciones de lo que, con aciertos y fracasos, hemos descubierto hasta el momento, a través de muchas vidas.

Hay quien entiende esa evolución como un anhelo de justicia e igualdad. Hoy, estamos más cerca, aunque parezca imposible o desconcierte a muchos. «No debemos hacer conjeturas o juzgar antes de escuchar y disfrutar».

El amor, encuentra siempre al ser amado, y la razón de su existencia. Pero no siempre lo descubrimos cuando quisiéramos, sino cuando estamos preparados. Puede desconcertar o causar cierta tristeza, incluso rabia, al creerse víctimas de una injusticia, y sin embargo son etapas que ayudan al progreso humano. Cambiar de rumbo no es una tragedia, para eso están los cruces de caminos. También el dolor es un crisol, que a veces, convierte en héroes a quienes se ven obligados a aceptar lo inevitable.

Descubrir lo que somos en la sociedad que nos ha tocado vivir, no es un progreso lineal, porque tenemos un motor, pero no vamos por un mono raíl. El paraje que vamos atravesando es variado y pintoresco, con días serenos y llenos de luz, con momentos tormentosos, que producen inquietud y otros por el contrario alegrías. Hayamos viajado al mar o la montaña, estemos en le comodidad de casa o en las cuatro paredes de un hospital, cualquier lugar es bueno para descubrirnos o encontrarnos. Lo que nos falta puede ser una ganancia. Los maestros no siempre están en las aulas. Quien nos valora o nos aman siempre enseña y deja huella.

Todo esto y más, Albert Espinosa, lo cuenta en su libro: «El mundo amarillo».

COMPARTIR NOS HACE HUMANOS.

Hace unos días celebrábamos el día del cáncer infantil. El cáncer siempre es una enfermedad inesperada, que asusta. Los amos del mundo no son siempre los que triunfan ni los que más tienen. A veces son simplemente los  que luchan, están ahí, han vivido momentos importantes y, echan una mano, dan un consejo o ponen en pie un proyecto de esperanza. Tras haber descubierto su camino, no de forma sencilla, se afanan en descubrir el sentido de cada nacimiento y de cada partida de un ser querido, por temprana que sea.  La vida no se acaba.

Comparten su vivencia con lo que puede hacer más humana la travesía de quienes se encuentran hoy donde ellos se encontraron hace poco. A veces tienen que revivir, pero  el sentimiento y las emociones también tienen niveles, momentos para manifestarse y energías renovadas, cuando se ha vivido intensamente. El cáncer se convirtió para ellos en la oportunidad de descubrir otro mundo, el del hijo/a que ha decidido partir antes que ellos. ¡No estaban preparados para dejarles ir, y lucharon hasta el final! Descubrieron que la sociedad, la investigación, la medicina, tampoco estaba preparada para ayudarles.

El amor hizo que sus hijos fueran felices siempre, tanto en el hospital como sobre todo en familia. Y el hijo o la hija se fue en paz. Pero a los papás les quedó la duda, de si un medicamento hubiera existido, o alguien les hubiera preparado para afrontar lo inesperado, todo hubiera sido distinto [enlace].

Hoy forman parte maravillosa, de fundaciones que ayudan a niños y a  padres. Los niños necesitan ambiente de cariño para sentirse uno más de la familia y ser capaces de jugar. La «Fundación más humano», ayuda a los padres a superar lo desconocido. La fundación «El sueño de Vicky», ayuda a recaudar fondos para la investigación del cáncer infantil y encontrar medicamentos que puedan vencer el cáncer. ¡Hay muchas vivencias en quienes han pasado por tener un hijo o una hija con cáncer y comunicar, compartir, en hospital o en centros, en la radio o en las Tv! ¡ Para quienes hoy están pasando por un trance así, conocer a esas personas es no estar solos y abrir la puerta humana para ser ayudados!

Belén y Gonzalo, Laura y José María, y otros más, nos permiten escuchar el latido de la vida. Ese latido, demuestra que son gente maravillosa. Ellos y otros muchos, que luchan desde el amanecer, «son más numerosos» que la gente de la que suelen hablar los telediarios. Son auténticos héroes, con una fuerza y una autenticidad capaz de contagiar. ¡No viven en otro planeta! Somos coetáneos. Vivimos a un paso. Con ellos, sus retos y sus logros, y con sus fundaciones, la vida merece la pena porque es más sencilla y humana. Ayudan a descubrir prestaciones para mejor cuidar a los hijos. De alguna manera, iluminan el camino y «dejan su huella humana» [enlace].

No son siempre asociaciones, sino personas humanas concretas o familias enteras, que se implican, como Stephanie y Donnie Culley, del estado da Virginia, en Estados Unidos.  Ella dice que no podía negarse a la petición de su amiga Bath Laitkep, quien aquejada de un cáncer terminal, le pidió adoptar a sus 6 hijos (de 2 a 15 años), cuando ella muriese. Stephanie le respondió que «no sería nunca capaz de amarlos como ella, pero lo haría lo mejor que pudiese».

Cuando su amiga falleció, se los llevó y los acogió y está tramitando el proceso de adopción. Aunque han tenido que crear una página de ayudaGoFundMe para financiar los gastos de la crianza de los niños, ellos ya se sienten como en casa, según dice Selena, la mayor.

En todo caso, algo muy humano y digno de mención y de apoyo.

POR CONTRASTE…algo distinto.  Con motivo del día del cáncer, aparece en los medios y abre los telediarios, una supuesta asociación contra el cáncer infantil, (en Aragón, España) que ha estafado y recaudado varios millones de euros y no han entregado ni un euro para ese fin.

Dos hechos relacionados con el cáncer, pero más opuestos que la noche y el día. ¿Cuál ha sido noticia? Pues, así la mayoría de los días. Que cada cual haga de «su mando» lo que quiera.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa