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Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 20 de noviembre de 2021

Hablamos de las decisiones. Aunque parecen intrascendentes, suelen tener efectos importantes y duraderos sobre la vida personal, y sobre las vidas de los demás. Cada acción, antes o después, conduce a una reacción, pero los daños colaterales son inimaginables.

Es así, pero es difícil entender el sistema complejo de las relaciones de causa y efecto, aunque algo se puede intuir si pensamos en ejemplos concretos, como pasar curso con suspenso, sobornar a los medios, liberar a un preso reincidente o aprovechar el virus y/o las vacunas con fines de control.

Puede que la causa o el responsable de algo de lo que te está pasando aquí, sea investigador, magnate, juez, político, redactor de un informativo, o se encuentre al otro lado del Planeta.

El historiador y filósofo social Yuval Noah Harari ha dicho que «somos muy malos tomando decisiones». Pero tal vez por las decisiones que toman otros y nos afectan «estamos en la década más crítica de la historia».

Lema clave desde la antigüedad griega: ¡Conócete e a ti mismo!

Se está generando confusión por las decisiones que afectan a todos en general y a cada uno, sin dar explicaciones convincentes. Eso debe alertarnos. No es que nos pongan en jaque, es que «se está «hackeando» a la humanidad entera y a cada uno». Hoy, las grandes empresas y corporaciones de los gobiernos disponen de los medios y dispositivos para hacerlo.

Si permitimos que una compañía o un gobierno rediseñe la humanidad, un pueblo o a una persona, potenciarán lo que a ellos les conviene, la disciplina, la productividad, la falta de criterio, el miedo a la libertad. Así hacen personas sumisas, disciplinadas, poco sensibles, con poca capacidad de reacción, más superficiales y más pobres espiritualmente.  Llevamos con nosotros los dispositivos «espía» durante 24 horas. Saben ya de nosotros más  de lo que imaginamos y lo dicen sin que se lo pregunten, en el móvil.

Según el historiador israelí, «por primera vez en la historia, se puede analizar esa información con inteligencia artificial». Lo terrible, por ignorado y desconocido, es «que la mayoría de los datos que se recopilan de cada uno de nosotros se usan para manipularnos«.

Facebook (o pronto Meta), el imperio de Mark Zuckerberg, ha basado su modelo de negocio en explotar económicamente los datos y reacciones de sus usuarios.

Todo ese poder en manos de personas sin escrúpulos o estados totalitarios es muy peligroso. Y lo peor es que ni queremos aceptarlo ni que alguien nos lo recuerde. Preferimos ignorar la verdad, porque es dolorosa y supondría el esfuerzo de pensar o de «movernos» de donde estamos. De hecho, los políticos que dicen las cosas claras y alertan de lo que se nos viene encima, pierden las elecciones. Por eso no alientan el esfuerzo ni la educación.

Para poder defendernos, «deberíamos conocernos a nosotros mismos más que ellos».

En los últimos años, con la pandemia, el virus, las vacunas, la amenaza de la salud en general y los peligros de depresión, la soledad, el alza de los precios, los despidos, la falta de trabajo para los más jóvenes y parados de cierta edad, es difícil entender a los políticos, las noticias e incluso a nosotros mismos. Así que… nos engañan porque nos dejamos engañar (ver enlace).

Está en juego la democracia y también la autenticidad de lo que somos como seres humanos y el crecimiento como personas. Aunque parezca mentira, pueden intentar «someternos», como hemos hecho nosotros con los animales.

Pese a la proliferación de psicólogos y libros de autoayuda, se lee poco y nos escuchamos poco. No es que sea imposible detener el tiempo, es que vamos tan de prisa que para vivir aquí y ahora necesitamos menos ruido y más silencio; escuchar en el interior lo que decía Teresa: «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa. Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza«.

La verdad tiene la llave hacia la luz, disipar las sombras y hacer personas libres. Pero antes hay que «domesticar» el corazón, que como se lee en El Principito, significa «crear lazos» profundos.  Solo a ese nivel, el otro, sí es creíble.

Falta claridad y criterios de autoridad para informar y no confundir.

No se sabe qué y quién hay detrás del virus Covid-19 que apareció en China.  Lo que es innegable es que los fallecimientos por virus en el mundo han sido entre 6,8 y 10 millones.

Desde el principio ha habido manipulación y ocultación. «Un médico en el epicentro del brote cuenta en un documental de la BBC que las autoridades chinas prohibieron al personal sanitario llevar mascarillas para esconder la gravedad de la situación al principio de la pandemia» (ver enlace).

Ha habido y hay países más o menos golpeados por el virus, pero a nivel mundial no ha habido un criterio unánime para adoptar medidas sanitarias, ni administrativas, ni de higiene, ni se ponen de acuerdo sobre las restricciones. Después de 2 años, hay desconcierto de los ciudadanos ante las actitudes de los políticos; y diferencias en el número de vacunados, entre países ricos  y pobres. En los primeros se han administrado  más del 31% de las dosis, mientras que en los países más desfavorecidos solo se han puesto el 0,3% del total mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS), tacha la situación de «escandalosa» por no haberse repartido equitativamente. Aunque, el problema no es la distribución deficiente,  ha dicho Tedros, el problema es que no hay vacunas.

Como afirman los Profesionales del Bien común»: «No hay que olvidar que los sistemas de salud del mundo están estructurados alrededor de un sistema de información condicionada por el poder corporativo que ejerce mediante subvenciones a la investigación o a las revistas científicas el control sobre lo que se pública en torno al virus«.

El dinero y el poder siempre juegan sus bazas. En muchas partes  se han comprado  cadenas e informadores, por lo cual, los ciudadanos reciben una  información oficial sesgada. No llega la verdad ni sobre el virus, ni sobre los contagios, ni sobre los fallecidos, ni sobre las vacunas, ni sobre sus efectos. No existe un estudio que permita un criterio unánime sobre el valor y eficacia de las llamadas vacunas, ni de sus variantes y sus consecuencias.

El dinero, históricamente lo cambia todo. Para poder cambiarlo todo, el poder justifica todo con una palabra: «salud» (ver enlace).

El presidente de Cantabria ha destacado que todas aquellas personas que no se hayan vacunado deberían permanecer en sus casas «a cal y canto». Miguel Ángel Revilla pide «que se vacune a todo el mundo, por las buenas o por las malas».

¿Llegaremos a eso? Seguiremos pensando, porque la viróloga e investigadora del CSIC Margarita del Val, ha dicho también claramente: «Todas las personas se van a infectar antes o después de Covid-19″. Con estas palabras ha sentenciado una entrevista en Canal Sur en la que ha destacado que esto será «un refuerzo de la inmunidad» de la población porque «puede refrescar y ampliar la memoria inmunitaria». Contagiarse permitirá al sistema inmunitario «conocer más proteínas de las 25 existentes en el virus» y de esta forma «estaremos protegidos durante más tiempo y blindados ante las variantes que pueden surgir«.

Además, recuerda que, las vacunas «no son estériles y no protegen de la infección«.

Sin embargo, afirma que «La vacuna está funcionando y aporta tranquilidad, salud y planes de futuro».

Creo que a la mayoría de los vacunados no nos han preparado para esa perspectiva de futuro. Tal vez la mayoría esperábamos de la vacuna, sobre todo, inmunidad.  Pero ella dice que hay que ser cautos porque «Habrá más casos mientras más frío haga» (ver enlace).

Entonces, no habrá que cargar tanto la presión sobre los no vacunados. Hay que seguir investigando para arrojar un poco más de luz sobre el tema.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa