Por Roberto German Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de Roberto Germán Zurriaráin el 28 de abril de 2019.
Hay que decir que la familia es la escuela de la vida y “hace” educación con la vida, con las relaciones entre sus miembros.
Así pues, la familia es un marco privilegiado de reciprocidad, de afecto y de comunicación que sirve de contenido a los conceptos de amor y gratuidad. En la convivencia familiar las personas descubren recíprocamente las posibilidades entre las que sobresale crear relaciones de convivencia, modos valiosos de unidad vital porque facilitan que cada persona suscite lo mejor de sí. Por lo tanto, en la familia sus miembros explayan todo lo que son, se relacionan personalmente con otros.
En el fondo, en el seno familiar se desenvuelven los radicales del ser persona. Es lugar del amor para aceptar la existencia de las personas y para contribuir a su potencialidad. Se comprende la gratuidad, cayendo en la cuenta que lo más importante de esta vida es gratis.
La convivencia familiar es una escuela de amor porque la familia es el lugar en que se respeta y se ama la singularidad de cada uno. Además, también la convivencia familiar es escuela de gratuidad porque el aprendizaje de la misma es fuente de sociabilidad que contribuye a hacer sociedades más personales.