Cobardía, atrevimiento, oscuridad, y… luz, en la Semana negra (II)

Cobardía, atrevimiento, oscuridad, y… luz, en la semana negra (I)
30/06/2021
Cobardía, atrevimiento, oscuridad, y… luz, en la Semana negra (y III)
30/06/2021

Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 26 de junio de 2021

La semana del 21 al 27, en España y en Europa, es una semana  negra y triste. Los derechos y las libertades fundamentales, sin aviso y sin consulta a la sociedad, no se han tenido en cuenta. Merecen que no se guarde silencio. Este es el segundo artículo, sobre lo que estamos viviendo.

Estamos en la etapa intermedia actual: la confusión interesada y desprestigio institucional.

Aunque se ha venido gestando su escenificación, el desenlace ha sucedido en esta misma semana: los indultos a los líderes separatistas «por razones de utilidad pública«.

Quienes «saben» dicen que «no hay motivos racionales ni legales para otorgarlos».

No hay memoria o se olvida la memoria, interesadamente. Pero está ahí. Lo único que ha hecho este el personaje ha sido todo lo que aseguró que no iba a hacer. Está en los videos y en la prensa registrado. ¿A quién debe creer la sociedad española y Europa?

Tengo por sabio al exjuez, exfiscal además de abogado y académico de la Real Academia de Jurisprudencia y legislación de España, Ramiro Grau. Ha escrito una carta a Periodista Digital: «Los indultos serán el fin de la Constitución y del Rey Felipe VI«. Los puntos esenciales dicen que:

No tiene ningún sentido en pleno siglo XXI, cuando existe la división de poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, y el poder judicial es –se supone-, independiente.

La vetusta ley española del indulto, de 1870, nada menos, permite su utilización por el poder ejecutivo, en muchas ocasiones a propuesta de la fiscalía o del propio tribunal sentenciador, cuándo se considere que, de una aplicación estricta y mecánica de la ley, puedan derivarse más injusticias que justicia.

Pero nunca permite su utilización torticera, como ahora se pretende, para hacer “política”, o demostrar una magnanimidad de la que Pedro Sánchez carece…

Ítem más, estamos hablando de derechos de todos, empezando por el Tribunal Supremo, y no sólo de concesiones graciosas o graciables, que uno puede hacer en el ámbito propio de su intimidad o esfera de dominio.

Aquí están en juego los intereses y derechos supremos del Estado, pues exceden a los del mero gobierno social comunista de turno que padecemos.

Comprometen, además, y de qué manera, el débil Estado de Derecho en el que vivimos (cada día menos estado de derecho, y más de desecho), y la supervivencia del régimen del 78, así como de la institución monárquica borbónica, como titular simbólico de la Jefatura del Estado, pues si algo nos ha quedado claro a todos es que Pedro Sánchez en realidad ejerce de Presidente de la República “de su casa”, pues piensa que España es “su” finca o cortijo particular (ver enlace).

Y esa utilización, de un «derecho que no tiene» supone un coste incalculable para todos los ciudadanos, en los que reside la soberanía popular, para los jueces, el desprestigio y, el deterioro para las instituciones que se usurpan sin consulta y sin consenso -ni siquiera de su partido-. «La ley que no se cumple no es ley, y la que solo obliga a algunos, no es democrática. Ergo, (con Pedro) España dejó de ser un Estado democrático de derecho» (Juan Carlos Girauta).

Habrá consecuencias para todos, y aunque no sea capaz de entenderlo, para él y sus gobiernos débiles e inestables, capaces de  vender a España por un plato de lentejas (ver enlace).

Se puede decir más alto, pero no con más claridad. Alguno se sigue preguntando «¿Pedro Sánchez hubiera indultado a los presos si la mayoría parlamentaria fuera otra?»  En todo caso ha dividido a la sociedad, a la clase política, a la patronal y a la iglesia española. Todo un logro.

Hay personas que sí piensan lo que dicen y dicen lo que piensan, claro.

En el Congreso de los Diputados, un señor de ERC le dijo claramente al Presidente: «lo suyo no es valentía, sino necesidad: la que tiene de seguir cediendo ante sus demandas para poder mantenerse en La Moncloa«. Quien no lo tiene claro, prefiere que no hablemos de lo hecho -acorado o no-, sino de las mascarillas.

Los ciudadanos de a pie, podemos preguntarnos, ¿de cuánto tiempo y de cuánto dinero necesita disponer para que sus socios le permitan seguir en la Moncloa?

De eso se trata. Gobernar es otra cosa, ¿no?

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa