Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 24 de abril de 2021.
El pasado 18 de abril, publicaba «Entre la llama y el que llama, un mundo ciego y sordo». Me refería a la «Llama de la Paz» que arde junto al Palacio de la Paz, en la Haya, y el monumento «Der rufer», «el que llama» a la Paz, en Berlín.
Entre las 848 personas que -según el contador- han visto lo publicado en mi Blog, sin contar los pueden haberlo visto en los otros dos medios donde ha sido publicado, El Heraldo del Henares y Cívica (http://civica.com.es/), algunas, amablemente han hecho algún comentario, bien directamente en el Blog, otras por el WhatsApp, o el teléfono. Por supuesto, agradezco una y otras.
Sobre la paz me quedan aún muchas dudas. ¿Es posible la paz o es solo una utopía? Sin ser muy observador, cualquiera puede ver que, de una forma u otra, hay batallas, guerras, o fake news, mentiras, que hacen difícil la convivencia en paz, sobre todo si no se es libre.
Hace 85 años del inicio de la guerra civil, una persona que vivió el problema desde la política y desde el Parlamento, José María Gil Robles, en el exilio, publicó sus memorias con un título elocuente: «NO FUE POSIBLE LA PAZ». ¿Sigue siendo verdad, después de tantas guerras?
Hoy, amenazados en derechos fundamentales y constitucionales, gestionada la pandemia del virus y vacunas de manera cuestionable, la división parece instalada en el Parlamento, en los medios y en la sociedad. Hasta el virus y las vacunas nos dividen en «pros y contras».
¿No es posible la convivencia en paz? Se compra todo, la opinión, los resultados y hasta la conciencia. ¿Dónde quedan el amor, el ser, el crecer y el creer? ¿No hay esperanza de paz personal o social? Sin haber hecho la guerra y sin sectarismos, creo que ha habido tiempos en este país y en otros, que aunque con criterios diferentes, se han buscado consensos y primaba lo mejor para España y para Europa.
Viví desde Francia y Bélgica la lucha por la libertad y la democracia. Estar allí, estudiar y trabajar era respirar conviviendo con gente de todos los países y viendo nacer algunas instituciones europeas actuales, con amplitud de miras y criterios.
Me preocupa y produce hoy cierta tristeza lo que Soren Kierkegaard dejó dicho: «la mayoría de los hombres viven sin ser totalmente conscientes de que son seres espirituales«.
Unamuno, el pensador apasionado, decía que «vencer no es convencer, porque para convencer se necesita persuadir, y para ello hay que razonar«. Últimamente, como dice Chani, «hemos pasado a sustituir el argumento por la pedrada y el razonamiento por el escupitajo«.
La verdadera paz, no puede reducirse a respetar las opiniones ajenas, sino que debe procurar el triunfo de la verdad, el derecho y la justicia. Suele confundirse con la tranquilidad y el bienestar, pero es mucho más que eso: es la realización humana integral y social.
Cierto que se puede distinguir el convencer (exterior) y convencerse (interior), pero la paz tiene que abarcar ambos aspectos. De lo contrario la guerra se puede solapar y ser más sofisticada y solapada. La paz debería vivirse desde la consciencia para que triunfe la verdad y la vida. A veces se confunde con la tranquilidad y el bienestar, pero tampoco es eso. Tiene que ser el camino hacia la plenitud y realización humanas, que no se termina en el tener, sino en el ser-pensar-actuar. La libertad debe ser una conquista diaria, siempre. Pero no indiferencia. Tiene que ser positiva.
Sin embargo parece que -en general- en política no hay mucha talla. Antonio Pérez Henares (Chani) lo ha escrito en «Tiempo de hormigas». Según el escritor y comentarista: «Esa libertad, alcanzada no hace mucho tiempo, está en entredicho, vigilada, sometida a control obsesivo, bajo el escrutinio del ojo totalitario, aunque ahora en vez de vestirse de uniforme, cruces latinas esvásticas o estrellas de cinco puntas, se disfrace de arlequín y se tiña de lila».
Secuestrar la verdad, la justicia y obligar a silenciar los hechos, es la violencia de la nueva dictadura-cursi. La «progrecracia», imperante tiene el poder y miedo como arma. ¡Destruye!
Cada vez estoy más convencido que la realidad exterior depende, de la realidad interior. Forma parte de cada uno, además de lo físico y exterior, también el interior. Todo cambia si yo cambio», escribí no hace mucho, apoyándome en el testimonio del «emboscado» Joaquín Araujo. La Naturaleza nos necesita, tanto o más que nosotros a ella. Pero nos necesita plenos, esperanzados, soñadores y en paz. Seres humanos con la parte psíquica y espiritual y caminantes. No manipulados, libres, convencidos, hacedores de paz día a día.
La materia y el espíritu, no son opuestos. Se pueden alterar destinos y experiencias humanas, cuando uno es consciente. Pero no hay que callar, sino actuar. ¿Nadie es responsable de lo que vemos? ¿Son equivalentes Paz y Silencio? Además de la Llama de la Paz, y de la estatua, «Der rufer», el voceador que grita paz, necesitamos que la paz sea posible y no tener miedo. El silencio, la indiferencia y la energía negativa, terminan pudriendo la sociedad.
Hace 85 años, se produjo el mayor atraco de la historia de la humanidad, en España. Se cargaron camiones de oro y luego varios barcos. Ni cineastas, historiadores, ni medios de comunicación se han atrevido a difundirlo. Tampoco la justicia lo ha juzgado. Se echó el silencio interesado y partidista sobre el oro.
Ese silencio se va imponiendo socialmente, en general. La trata de personas es actualmente, más que nunca en la historia; especialmente de mujeres y niños. La esclavitud está ahí.
Los cárteles de la droga, se pasean por el mundo destruyendo vidas, familias y sociedades. El dinero, engancha más que la droga y vuelve ciegos o inactiva a quienes deben perseguirla.
El imperio de la muerte y el tráfico de órganos humanos, mueve más dinero que la industria de las armas, subvencionando y legalizando aborto y eutanasia.
Parece que el poder ha secuestrado la justicia, para manejar a los jueces y los hechos, a su antojo, en muchos países del mundo.
Apoyándose en el virus, empresas punteras, ponen en la calle a miles de personas, y el gobierno no alza la voz, ni quienes teóricamente debían defender a los trabajadores.
Se habla cada vez más, de «Las colas del hambre». Pero en el mundo muchos personas adultas, y muchos niños, pasan hambre. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cerca de 700 millones de personas pasan hambre. ¡700m!
Así que, aunque no se escuchen los disparos ni los cañones, el Mundo, más que estar en guerra, es una Bomba. ¿De verdad hay que seguir callados o tiene que venir alguien a decirnos que no podemos seguir así?
Quiero decir que todo depende de la actitud interior de cada uno y con los demás. La indiferencia, el odio o el amor, en cualquier lugar del mundo, se transmiten a la naturaleza y a los humanos. Puede verse, sentirse, y apreciarse incluso físicamente.
Estamos descubriendo que lo exterior a nosotros, -lo de afuera-, depende del interior de cada cual. Lo observado se crea, moldea y articula en función de quien lo piensa, o habla. Porque lo interior y lo exterior forman parte de lo mismo y hay una retroalimentación constante, entre ambos. Llega a suceder cuando el-mundo-y-yo-somos-uno la vida que es una se modifica. Lo descubrió físicamente Masaru Emoto, con el agua, con los alimentos, la música y todo. Se sabe, pero no prestamos atención. El filósofo Unamuno, con su vida y su búsqueda, en su poema La vida es sueño, señala «¡Y tu sueño (Señor) es la paz que da la guerra, y es tu vida la guerra que da paz». ¡Es grandioso!
Por eso, llegados aquí, la pregunta, es ¿No hay nada que cambiar en nosotros? ¿Qué sabemos de nosotros y del mañana? ¿Alguien más habla de paz?
Lo que sí puedo decir es que todo sucede por algo; que todo tiene un por qué y un para qué. Y que cuando escribo en general, -como hoy-, hay pensamientos o ideas, que me llegan sin saber cómo ni por qué. Hay experiencias. La energía se trasmite, incluso con el pensamiento.
Los humanos llegamos a conocer algo, no solo porque estudiamos, lo vemos o escuchamos. También, por lo que no vemos, no estudiamos, pero lo sentimos o intuimos. El interior de cada persona, -su consciencia-, es una caja donde resuena todo, además el destino nuestro, el de los demás y del Planeta. Es otra manera de saber, sin ver. Y sentir, de algún modo.
Lo que acabo de decir lo sabéis la mayoría; por ejemplo: una madre sabe cuándo a su hijo le ha pasado algo. ¿Corazonada?. Si eso es así, también es posible que algo suceda en ciertos momentos, en ciertos lugares, aunque no podamos verlo, o solo pueda verlo alguien, según un nivel especial de consciencia.
Como dijo Edgar Mitchell, astronauta de la NASA: «Si conseguimos vernos como seres eternos y creadores que creamos experiencia física, si nos uniéramos todos en ese nivel de existencia que llamamos consciencia, empezaríamos a ver y crear el mundo en que vivimos de una manera muy distinta».
«Alguien» me ha hecho llegar por el WhatsApp un enlace relacionado con la Paz. (Es un video-reportaje que se puede ver, si se quiere, cuando tengan tiempo
Habrá quien después de verlo, no lo crea, la libertad personal – es el más preciado bien, según Cervantes-. Cada cual decide. La señal a la que se refiere el reportaje, se dará a conocer dentro de no mucho tiempo. Lo que narra, nadie lo ha podido desmentir, aunque no lo haya visto.
Suponiendo que, desde otra realidad, se pueda ser consciente del deterioro del corazón humano, donde la semilla de la paz se seca, no parece extraño que con inmenso amor, se intente advertir a los humanos, que si de verdad quieren, ¡La Paz es posible! Con las limitaciones que padécenos podrías pensar, si tu pudieras dar a tu hijo y a tus seres queridos mejor vida y todo lo que necesite para ser feliz, ¿se lo negarías? Pue seso.
Lo que escuche o vea en el video ¿es menos importante que lo que nos demostró el japonés Emoto, con el agua? El ser humano posee alrededor de un 70% de agua al nacer y cerca de un 60% en la edad adulta. Luego lo que se piense, diga, haga o deje de hacer, repercute él mismo y en cada ser humano.