Aspectos positivos y diferenciales de la Educación en Libertad.

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Por Roberto German Zurriaráin,  Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en  Blog de  Roberto Germán  Zurriaráin el 15 de junio de 2019.

La familia educa en y para la libertad. Así es, la educación en libertad que se da en la convivencia familiar es un proceso de ayuda a la adquisición de la madurez personal procurado a través de múltiples estímulos y en situaciones muy diversas. Es un proceso también para facilitar a los hijos el libre desarrollo de su capacidad, a través de la adquisición de conocimientos, hábitos y destrezas, virtudes y actitudes, que le faciliten el dominio sobre sus propios actos. Un proceso, en definitiva, que permite a cada hijo formular su proyecto personal de vida y le ayuda a fortalecer su voluntad de modo que sea capaz de llevarlo a término, al tiempo que desarrolla su capacidad de amar.

No hay que olvidar que el dominio de sí mismo, la templanza, el señorío sobre los propios actos, las apetencias es condición y raíz de libertad. En este sentido, la libertad de cada persona, entendida en estos términos, se impone como el dato previo y fundamental de cualquier programa de educación en la familia y en la escuela. Y esto lo hace la familia.

De este modo, educar la libertad significa:

  • ayudar a preguntarse a uno mismo qué significa ser libre, y a adquirir conciencia de que la respuesta no es ni evidente ni inalcanzable.
  • entender que no hay una vida sensata si uno no tiene mínimamente presente esa pregunta y reflexiona sobre las alternativas que se le presentan.
  • saber que muchas de esas alternativas serán contrarias a las propias inclinaciones o apetencias, o a las de la época en que uno vive.

Por consiguiente, la persona educada en la libertad es aquella capaz de rechazar las respuestas fáciles y preferidas, porque conoce otras respuestas de más digna consideración, porque busca la verdad y conoce el para qué de la libertad, su finalidad y su sentido. Con todo, no hay que olvidar que la libertad ni es un valor absoluto, ni tiene razón de ser en sí misma: es un medio, un bien fundamental, que me permite conseguir otros bienes.

Educar supone hacer pensar. Una auténtica educación de la libertad en la familia ha de pretender que los hijos se «aficionen» a buscar la verdad, sin olvidar que los seres humanos podemos ser muy aficionados a buscar la verdad, pero bastante reacios a aceptarla.

Por último y, en definitiva, para educar la libertad es preciso atender a la totalidad de la persona: la inteligencia, la voluntad, la afectividad y el sentido trascendente. Y esto lo hace la convivencia familiar.