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Por J. Argemí Renom, director del Instituto de Estudios Superiores de Bioética de la Universidad Internacional de Cataluña. Miembro de CiViCa. Publicado en La Vanguardia el 8 de Enero de 2015

El suicidio asistido hace unas semanas de la joven americana Brittany Maynard nos invita a reflexionar sobre la eutanasia en torno a dos puntos distintos pero complementarios: qué entendemos por eutanasia y cuáles son las consecuencias de una eventual legalización.

Por J. Argemí Renom, director del Instituto de Estudios Superiores de Bioética de la Universidad Internacional de Cataluña. Miembro de CiViCa. Publicado en La Vanguardia el 8 de Enero de 2015

El suicidio asistido hace unas semanas de la joven americana Brittany Maynard nos invita a reflexionar sobre la eutanasia en torno a dos puntos distintos pero complementarios: qué entendemos por eutanasia y cuáles son las consecuencias de una eventual legalización.

En primer lugar, ¿qué entendemos por eutanasia? Muy pocos serían capaces de apoyar como deseable o admisible que alguien, un ser querido, tuviera una muerte precedida de dolor y sufrimiento. De ahí que si eutanasia significa etimológicamente ‘buena muerte’, todos, a priori, estaríamos de acuerdo en defenderla. Nadie discute que el trance de la muerte deba ser lo más adecuado y sereno posible. La clave es qué método proponemos para que así sea. Se presentan dos opciones: la medicina paliativa (supresión del dolor y apoyo psicológico y moral) o, simplemente, provocar la muerte o facilitar el suicidio al paciente. Ante esta última cabe preguntarse: ¿es propio de la medicina provocar la muerte de un paciente? O cuando un paciente dice que quiere morir, ¿está pidiendo la muerte o lo que en realidad está diciendo es que no quiere seguir viviendo así?

En segundo lugar, la experiencia de los países que han legalizado la eutanasia invita a la reflexión y a la prudencia. Si uno analiza el contenido de la ley holandesa o belga, observará la preocupación del legislador por evitar abusos en la práctica de la eutanasia: delimita los casos en que puede ser aplicada y se propone asegurar la libre voluntad del paciente mediante un estricto procedimiento administrativo. La realidad, reflejada, entre otros lugares, en el libro Cita con la muerte, de E.Montero, presidente del Instituto Europeo de Bioética, es bien distinta. En los últimos años, la práctica de la eutanasia se ha visto progresivamente confinada al arbitrio casi exclusivo del colectivo médico, que es, en muchas ocasiones, quien decide a qué paciente y cuándo se le debe practicar la eutanasia, sin que se den ni antes ni después los requisitos previstos por ley. Así, cabe pensar que una legislación de este tipo se presenta como una tentación para unas economías occidentales que ven en el envejecimiento poblacional una amenaza para la sostenibilidad del sistema.¿Queremos esto para nuestro país?

CíViCa
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