Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
En la tribuna se hizo una ecografía a una mujer en directo. En la pantalla pudieron ver todos el rostro de un niño. Se hizo el silencio y miles de personas pudieron escuchar un corazón latiendo. Algunos, pequeños y grandes, sintieron la emoción de la vida. No eran un montón de células, era un "nasciturus", un niño, como otro medio millón de niños que tenían derecho a nacer.
Por el derecho a la vida y a la protección desde el principio. Por él y por ellos, estábamos allí. el 15 de noviembre de 2015 en la marcha por la vida que termino ante el tribunal constitucional de España.
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
En la tribuna se hizo una ecografía a una mujer en directo. En la pantalla pudieron ver todos el rostro de un niño. Se hizo el silencio y miles de personas pudieron escuchar un corazón latiendo. Algunos, pequeños y grandes, sintieron la emoción de la vida. No eran un montón de células, era un "nasciturus", un niño, como otro medio millón de niños que tenían derecho a nacer.
Por el derecho a la vida y a la protección desde el principio. Por él y por ellos, estábamos allí. el 15 de noviembre de 2015 en la marcha por la vida que termino ante el tribunal constitucional de España.
Así que diré- algo- de lo que vi, sentí y escuché. Era un día luminoso, lleno de cánticos y de juventud, de denuncias y esperanzas.
Se había difundido una alerta de atentado terrorista, que se fue trasmitiendo por la geografía. El recuerdo de los acontecimientos terroristas de Paris, estaba en el aire. Tal vez alguno pensara que no íbamos a salir a la acalle. ¡Qué equivocados! Quienes aquí estábamos, teníamos la dicha de estar vivos. Teníamos que agradecer ese privilegio. Pero además teníamos que denunciar la injusta muerte de los niños que desde la entrada en vigor de la Ley del aborto no están con nosotros y deberían estar. Queríamos reclamar ante el Tribunal Constitucional, su derechos y denunciar su desprotección, que ya es irreparable. Flotaba en el aire "Una promesa incumplida, un ideario traicionado y un silencio cómplice”.
Hemos salido a la calle esta mañana en Madrid para reclamar el cumplimiento del artículo 15 de la Constitución Española: “Todos tienen derecho a la vida” .
Si estábamos en este lugar concreto, era por una razón poderosa : el alto Tribunal después de 5 años no ha respondido al recurso que el PP presentó aquí mismo, en 2010, contra la ‘Ley Aído’ y con la firma del propio Rajoy.
Rajoy prometió reformar la ley si llegaba a Gobernar, y no lo ha hecho. Estamos en tiempo electoral, y ha excluido de ir en las listas de su partido a las personas defensoras de la vida. Algunas de ellas, estaban hoy aquí.
Una de ellas, en su nombre y en el de las otras excluidas ha dicho alto y claro:
Es difícil defender lo evidente cuando las ideologías, intereses o conveniencias lo niegan con vacías justificaciones.
Y es más difícil defenderlo delante de un Tribunal que desde hace mucho más de medio millón de abortos no le ha urgido dictar sentencia. Todos los juristas conocemos el aforismo “La justicia que es lenta no es justicia”. Y el daño que se ha producido no es posible restituir. Es irreparable.
Y estamos aquí para pedir justicia y protección para aquél que no puede hablar. Estamos aquí para pedir la justicia que ni el Parlamento ni el Gobierno han ejecutado, aún conscientes de la vulneración de nuestra constitución.
Y estamos aquí para pedir la justicia que prevé el artículo 15 de nuestra Constitución y la reclamación de un pronunciamiento que un estado de derecho exige necesario.
SABEMOS que desde el momento de su concepción el embrión es un ser humano. Esto es un hecho, esto es una verdad científica. Es un alguien y no un algo, un quién y no un qué, un ser singular e irrepetible de la especie humana con un ADN único desde el momento de su concepción.
SABEMOS que este ser singular es persona por el mero hecho de ser “ser humano”, perteneciente a la especie humana, y dotado de naturaleza humana.
Y SABEMOS que ese ser humano, esa persona, ese sujeto de dignidad intrínseca, y no porque lo diga la Constitución Española, pero sí como reconoce la Constitución en su artículo 10.1: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político…”.
La dignidad de la persona es pre-positiva o pre-jurídica. No es algo otorgable o mutable, sino inherente a la propia condición humana.
Si fuera la Ley la que otorga el derecho a la vida, en lugar de reconocerlo, en cualquier momento o por cualquier razón, el Estado podría decidir que una vida, que mi vida, que tu vida, no es conveniente útil o “digna de ser vivida”.
¿Qué derechos fundamentales puede tener la persona si el primer derecho, la vida, ni se protege ni se respeta?
Esta verdad evidente debiera haberse reconocido en el Congreso de los Diputados. Ese era nuestro compromiso, y esa era nuestra obligación. La protección de un ser humano indefenso y la ayuda a esa madre que se abandona y se deja sola en los abortorios, en un escenario aterrador e inhumano.
Una promesa incumplida, un ideario traicionado, unos votantes decepcionados, y unas vidas desprotegidas durante cinco largos años. Todo ello supone un ataque certero a los fundamentos últimos de nuestra democracia.
Aquí estamos cuatro de los diputados que nos negamos a consolidar el derecho al aborto en esta legislatura acabada. Cuatro diputados desencantados, pero coherentes y leales, ya no tenemos un escaño desde el que poder defender lo evidente, pero…
No nos han vencido. Hemos perdido una batalla y la hemos perdido de la forma más dolorosa, porque ahora hace cuatro años creímos haber logrado un primer paso (un pequeño paso) hacia el respeto y defensa de la vida, pero… no nos han vencido.
No nos han vencido, porque las batallas que siempre se pierden son las que no se dan, y aquí, ahora estamos iniciando la siguiente batalla, sin mirar atrás.
No nos han vencido, porque todos nosotros mantenemos la voluntad firme de continuar exigiendo justicia y tenemos la certeza de que habrá un día en que entre todos conseguiremos esta victoria y la vida triunfará.
Es posible que yo, que algunos o todos nosotros no lo lleguemos a ver, pero la victoria es nuestra porque la verdad nunca perece.
No nos han vencido, porque a pesar de las trabas y argucias para dificultar nuestra voz, hoy estamos delante del Tribunal que desde hace mucho más de medio millón de abortos no le ha urgido dictar sentencia. Y aquí estamos exigiendo lo que el propio Tribunal se debería haber exigido.
Al final sólo nos arrepentimos de aquello en lo que creíamos y pudimos hacer y no hicimos. Y por eso no nos han vencido, porque no nos arrepentiremos de cada lucha librada, de cada herida recibida en forma de mentira, desprecio o exclusión.
SABEMOS QUE para que triunfe el mal sólo es necesario que los buenos no hagan nada, y esos que no han hecho nada sabiendo y pudiendo hacer… esos sí han sido vencidos.
No nos han vencido porque algún día, Dios quiera que no muy lejano, recordaremos que hoy cuando ya parecía que nada se podía esperar, estuvimos aquí y confiamos una vez más en conseguir el triunfo del Estado de Derecho.
Y con éste, lo más preciado, el triunfo del reconocimiento del valor de la vida de los no nacidos.
Por eso no nos han vencido. Seguro que ganaremos. Lograremos esta victoria. Sólo a los que creemos en el milagro que supone cada vida y la importancia que supone defenderla, el futuro nos pertenece.
Un aplauso enorme y sentido, mantenido durante muchos minutos siguió a ese discurso.
Pero antes de reponernos, hay que recordar el discurso de una de las convocantes de esta Manifestación y animadora, en las Redes Sociales, de las otras muchas, que hoy se han celebrado.
DISCURSO GÁDOR JOYA, PORTAVOZ DE DERECHO A VIVIR
Esta mañana querría pediros que escuchéis esto con atención: Tenemos en España una ley que legaliza el aborto libre sin causa en las 14 primeras semanas y con la que el Estado renuncia a su obligación constitucional de proteger al nasciturus, el ya concebido y abandona su suerte a lo que decida su madre.
El aborto "a petición de la mujer" es contrario a la doctrina del Tribunal Constitucional sobre el art. 15 CE, y deja en absoluto desamparo al nasciturus, al permitir su sacrificio total sin causa objetiva alguna.
La ley del aborto introduce en el ordenamiento una vida humana de inferior categoría: la del ser humano de menos de catorce semanas. La mera alegación del derecho a la libertad e intimidad de la mujer, no basta para justificar el ataque a la vida humana que implica siempre la interrupción voluntaria del embarazo.
Esta ley supone el reconocimiento de un derecho al aborto libre.
Cuando los derechos fundamentales miden su alcance por el tiempo de transcurso de la vida, su forma, o su raza, se entra en el camino que justifica todas las fechorías totalitarias que se han perpetrado contra la dignidad del ser humano.
En el caso de los hijos gravemente enfermos, sostener sin más que esa vida humana ya no merece ser protegida como bien jurídico resulta inadmisible desde un punto de vista constitucional.
Ahí tenemos indudablemente una vida humana que va a nacer, y va a sobrevivir ¿Por qué en este caso no merece ser protegida? Admitir el aborto en este supuesto sentaría un gravísimo precedente que heriría de muerte, nunca mejor dicho, el contenido esencial del art. 15 CE.
Esos casos de aborto no pueden dejar de recordarnos teorías eugenésicas de infausto recuerdo que en la historia defendieron las tesis de "vidas que no merecen ser vividas" o "vidas que son una carga"
Con la actual ley del aborto el Estado renuncia a proteger la salud y atender a unos seres humanos cuya discapacidad o enfermedad permiten que sean sometidos a un aborto, lo que no puede ser admisible en un Estado social cuyo fin debe ser, precisamente, el de proteger a los más necesitados de dicha protección.
Esta ley debiera ser suspendida, porque si no se suspendiera los perjuicios producidos serían absolutamente irreparables, puesto que se está hablando de eliminación de vidas humanas que, no pueden ser reparadas.
Esta mañana tengo que deciros una cosa: y es que este año el discurso no es mío, aunque lo suscribo al 100% como seguro que lo hacéis vosotros.
Este es el discurso que firmó Mariano Rajoy en junio de 2010 cuando pidió al Constitucional que suspendiera la ley que ahora él avala con la misma firma.
La firma del que ahora nos dice que creamos en él, que sólo él puede salvar a España. Él, que pudiendo salvar a miles de inocentes, ha preferido dejarlos morir en la estacada. El que, en resumen, nos ha traicionado y nos ha mentido durante mucho tiempo.
Ahora que se acercan las elecciones sólo os pido una cosa: no los traicionéis vosotros. No traicionéis miles de niños que sólo os tienen a vosotros. No traicionéis a sus madres. No dejéis de luchar por ellos.
Otra España es posible, sí. La España verdaderamente constitucional, la que vosotros defendéis, la que cree que TODOS TIENEN DERECHO A LA VIDA.
Como digo, yo estuve allí y también lo suscribo. Me alegro de rescatar estas palabras para los de aquí, y para los de América, porque Perú y Argentina también se han adherido hoy a esa defensa de la vida.