Por Isabel Coma Canella Publicado en AGABI, Asociación Gallega de Bioética, el 14 de diciembre de 2022
El 2 de diciembre de 2022 un equipo de científicos del Instituto de Biotecnología Molecular de Austria ha publicado en la revista científica Nature la producción de un embrión artificial a partir de células madre humanas y su implantación en el útero de la madre.
Nicolas Rivron, investigador principal de este estudio, explica que solo la mitad de los óvulos fecundados por un espermatozoide da lugar a una nueva persona. La otra mitad se pierde durante la implantación. Se preguntan qué decide que un embrión anide en el útero de la madre y que otro aparentemente igual desaparezca para siempre.
Para ello hicieron tres modificaciones moleculares en células madre humanas, que se reprogramaron y comenzaron a formar esferas muy similares a un embrión de unos siete días de edad, llamado blastocisto. En este punto el embrión es una pelota menor de un milímetro de diámetro, formada por 200 células, con toda la información genética de un ser humano. Posteriormente, juntaron estos embriones artificiales con las células del endometrio que recubren el interior del útero. Si no hacían nada, nada sucedía, pero si añadían estrógenos y progesterona en la misma cantidad que se produce durante el embarazo, los pseudo-embriones se pegaban a las células del útero simulando la implantación (algo apenas estudiado antes). Al analizar la expresión genética de los pseudo-embriones, se comprobó que coincide en un 97% con la de los cigotos humanos reales. Además, solo se implantaron el 50% de los embriones artificiales, igual que ocurre con los embriones humanos naturales. En el transcurso de esta investigación también se halló que una molécula ya conocida −SC144− impedía la implantación, lo que apunta a que quizá pueda funcionar como anticonceptivo.
Riesgos asociados a esta investigación
Los científicos solo permitieron que su embrión artificial viviese 13 días. Lo hicieron en parte porque en muchos países europeos, incluida España, la ley impide cultivar embriones humanos más allá del día 14. ¿Por qué motivo? Porque a partir de ese día es imposible que salgan gemelos del embrión, y eso ha llevado a pensar que a las dos semanas de la fecundación aparece un nuevo ser humano. Sin embargo, hoy día se sabe con certeza que desde el momento de la fecundación hay un nuevo ser humano (cfr., por ejemplo, “El embrión ficticio” de Gonzalo Herranz. )
Este trabajo abre todavía más la puerta de controlar la capacidad de generar embarazos o de abortarlos, y también la de producir material humano que sirva como almacén de reparaciones para otros seres humanos que necesiten algún tipo de trasplante.
Abre también posibilidades delirantes, como implantar embriones artificiales en el útero de un animal o incluso de una mujer, e intentar que nazca un bebé. Rivron resalta que “nunca” debería hacerse tal cosa y añade que probablemente no tendría éxito. Su equipo lleva años intentando implantar un pseudo-embrión de ratón en el útero de una ratona. En ninguna ocasión consiguieron generar ratones recién nacidos. “Con toda probabilidad” tampoco funcionaría en humanos, resalta.
Por otra parte, los pseudo-embriones producidos a partir de células madre humanas pueden abrir una distopía transhumanista, es decir, la cosificación de seres humanos basada en un desarrollo sin limitaciones de la biotecnología, y la liberalización comercial del proceso. En ninguno de los dos casos se cuestionan las bases antropológicas que los sostienen.
Valoración bioética
Convertir células madre humanas para originar embriones no es ético, al menos cuatro razones: