Por María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano. Publicado en Vatican News el 25 de mayo de 2019.
«Ningún ser humano puede ser jamás incompatible con la vida, ni por su edad, ni por su salud, ni por la calidad de su existencia”: afirmó con fuerza el Papa Francisco al recibir en audiencia en la mañana de este 25 de mayo a los participantes en el Congreso internacional sobre la defensa de la vida humana. «¡Yes to Life!”, “¡Sí a la vida! El cuidado del precioso don de la vida en la fragilidad» es el título del evento internacional organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y por la Fundación «El corazón en una gota», «una de las realidades – dice el Papa – que en el mundo trabajan cada día para acoger al nacer a niños en condiciones de extrema fragilidad. Niños que, en algunos casos, la cultura del descarte define como «incompatibles con la vida».
En su discurso a los 300 participantes del Congreso presentes en la Sala Clementina, el Papa asegura que “todo niño que se anuncia en el vientre de una mujer es un regalo, que cambia la historia de una familia: de un padre y una madre, de abuelos y hermanos. Y este niño necesita ser bienvenido, amado y cuidado. ¡Siempre!».
El Santo Padre recuerda la relación especial entre la madre y el niño que lleva en su vientre y el “diálogo cruzado que se instaura entre ellos”: «Una relación real e intensa entre dos seres humanos, que se comunican entre sí desde los primeros momentos de la concepción para favorecer la adaptación mutua, a medida que el niño crece y se desarrolla. Una capacidad comunicativa – precisa Francisco – que no es solo de la mujer sino sobre todo del niño, que en su individualidad envía mensajes para revelar su presencia y sus necesidades a la madre”.
«Hoy en día, las modernas técnicas de diagnóstico prenatal son capaces de descubrir desde las primeras semanas la presencia de malformaciones y patologías», sospechas que llevan » a las mujeres y las parejas a una desaliento profundo». Pero nadie – observa el Papa – «puede predecir el resultado cierto» de esa patología «porque la evolución de cada enfermedad es siempre subjetiva y ni siquiera los médicos saben a menudo cómo se manifestará en cada individuo».
«Sin embargo, hay una cosa que la medicina sabe bien: los niños, desde el vientre materno, si presentan condiciones patológicas, son pequeños pacientes, que a menudo pueden ser curados con intervenciones farmacológicas, quirúrgicas y asistenciales extraordinarias, capaces ahora de reducir la terrible brecha entre las posibilidades diagnósticas y terapéuticas, que durante años ha sido una de las causas del aborto voluntario y del abandono de la atención al nacer de muchos niños con enfermedades graves.
Las terapias fetales, por un lado, y los Hospicios Perinatales, por otro, logran resultados sorprendentes en términos de atención clínica y proporcionan un apoyo esencial a las familias que reciben el nacimiento de un niño enfermo. Estas posibilidades y conocimientos deben ponerse a disposición de todos», mientras que «es esencial que los médicos comprendan claramente no sólo el objetivo de la curación, sino también el valor sagrado de la vida humana, cuya protección sigue siendo el objetivo último de la práctica médica”.
El Pontífice señala que «el cuidado perinatal» es «un modo de cuidado que humaniza la medicina, porque impulsa a una relación responsable con el niño enfermo, que es acompañado por los operadores y su familia en un proceso de cuidado integrado, que nunca lo abandona, haciéndolo sentir calor humano y amor».
«Todo esto es necesario especialmente para aquellos niños que, en el estado actual de los conocimientos científicos, están destinados a morir inmediatamente después del parto o en un corto período de tiempo. En estos casos, el tratamiento puede parecer un uso innecesario de recursos y más sufrimiento para los padres. Pero una mirada atenta sabe captar el verdadero sentido de este esfuerzo, destinado a hacer fructificar el amor de una familia. De hecho, cuidar de estos niños ayuda a los padres a elaborar el duelo y a concebirlo no sólo como una pérdida, sino como una etapa de un viaje recorrido juntos. Ese niño permanecerá en sus vidas para siempre. Y ellos habrán podido amarlo». «Muchas veces, – afirma Francisco dejando de lado el texto – esas pocas horas en las que una mamá puede acunar a su hijo, deja una huella en el corazón de esa mujer, que no olvida nunca. Y ella siente – permítanme la palabra – realizada. Se siente mamá».
«Desafortunadamente – continúa el Papa – la cultura dominante de hoy no promueve este enfoque: a nivel social, el miedo y la hostilidad hacia la discapacidad a menudo conducen a la elección del aborto, configurándolo como una práctica de ‘prevención’. Pero la enseñanza de la Iglesia sobre este punto es clara: la vida humana es sagrada e inviolable y el uso del diagnóstico prenatal con fines selectivos debe ser fuertemente desalentado, porque es la expresión de una mentalidad eugenésica inhumana, que priva a las familias de la posibilidad de acoger, abrazar y amar a sus hijos más débiles».
El Papa pone fuerte el acento en la cuestión del aborto y dice fuera de texto:
“A veces oímos: «Eh, ustedes católicos no aceptan el aborto, es el problema de su fe». No: es un problema pre-religioso. Pre. La fe no tiene nada que ver con esto. Luego viene la fe, pero no tiene nada que ver: es un problema humano. Es un problema pre-religioso. No carguemos en la fe algo que no le compete desde el principio. Es un problema humano. Sólo dos frases nos ayudarán a entenderlo bien, dos preguntas. Primera pregunta: ¿es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema? Segunda pregunta: ¿Es lícito encargar un sicario para resolver un problema? A ustedes la respuesta. Este es el punto. No hay volcar sobre lo religioso sobre algo que concierne lo humano, ¿eh? No es lícito. Jamás, jamás, eliminar una vida humana ni encargar a un asesino a sueldo para resolver un problema”.
«El aborto nunca es la respuesta que buscan las mujeres y las familias. Más bien, es el miedo a la enfermedad y la soledad lo que hace que los padres duden. Las dificultades prácticas, humanas y espirituales son innegables, pero precisamente por eso son urgentes y necesarias acciones pastorales más incisivas para apoyar a los que reciben a los niños enfermos. «Es decir, es necesario crear espacios, lugares y ‘redes de amor’ a las que puedan acudir las parejas, así como dedicar tiempo a acompañar a estas familias».
Finalmente, el Papa agradece a las familias, a las madres y a los padres que han acogido «la vida frágil» y que ahora son «de apoyo y ayuda a otras familias». Es un «testimonio de amor» que «es un don para el mundo».