Enviado por Esteban Rodríguez Martín, Ginecólogos por el Derecho a Vivir, Presidente de la comisión deontológica de gineólogos DAV y miembro de CíViCa.
Europa Press se hacía eco de una noticia que tomaba como base un estudio de la Universidad de Nuevo México (Estados Unidos) publicado en la revista 'International Journal of Obstetrics and Gynaecology' que concluía que "las matronas y las enfermeras pueden realizar abortos con la misma seguridad que un médico".
Enviado por Esteban Rodríguez Martín, Ginecólogos por el Derecho a Vivir, Presidente de la comisión deontológica de gineólogos DAV y miembro de CíViCa.
Europa Press se hacía eco de una noticia que tomaba como base un estudio de la Universidad de Nuevo México (Estados Unidos) publicado en la revista 'International Journal of Obstetrics and Gynaecology' que concluía que "las matronas y las enfermeras pueden realizar abortos con la misma seguridad que un médico".
Se trata de un estudio retrospectivo en el que analizan los historiales médicos de los abortos de 9000 mujeres realizados en el primer trimestre comparando las tasas de complicaciones y efectos adversos inmediatos. En este estudio no se han analizado la afectación de la salud mental de las mujeres a las que le practicaron los abortos ni las consecuencias para futuros embarazos.
No obstante la limitación del estudio para poder hablar de seguridad para la mujer a largo plazo, la autora principal del estudio reconoce implícitamente que, aunque realizados en un ambiente sanitario, los riesgos para la mujer y las complicaciones del aborto sigue estando presente. En declaraciones recogidas por Europa Press decía "que en estudios realizados en clínicas y hospitales de Asia, África y Estados Unidos, los procedimientos a cargo de enfermeras, parteras y médicos compartieron tasas similares de abortos incompletos, determinación errónea de la edad fetal y complicaciones como hemorragias y lesiones uterinas".
Podríamos entender pues que el aborto intencionado sigue siendo igual de inseguro con independencia de que lo practique un licenciado en medicina o un diplomado en enfermería y que eso no va a afectar a la reducción de las lesiones uterinas, las hemorragias maternas o la persistencia de restos. Ciertamente esos tres son los riesgos inmediatos que más afectan a la salud de la mujer durante un aborto; las lesiones uterinas pueden dejar secuelas en futuros embarazos, las hemorragias son una importante causa de muerte materna en todo el mundo y cuando la evacuación del feto viviente es incompleta es causa de importantes infecciones como la endometritis. En no pocas ocasiones la propia vida de la mujer es puesta en riesgo por un procedimiento que carece de indicación médica y a veces la solución de la complicación pasa por extirpar el útero de la mujer quedando incapacitada para volver a tener hijos.
Esta noticia realmente no aporta ningún dato novedoso. En efecto, provocar un aborto no requiere de especiales habilidades técnicas, no hay ningún arte en ello, el método es simple: basta con profanar el útero de una mujer con un instrumento y practicar una extracción forzosa de su contenido con una u otra técnica. Curanderos sin título los han estado practicando lucrosamente sin necesidad de preparación alguna. Realmente para ello no se necesitan demasiados conocimientos médicos, por supuesto no es necesario estudiar una carrera de 6 años más 4 de especialidad, ni siquiera es necesario estudiar los tres años que requiere una enfermera o los dos que necesita una matrona para aprender a manejar y asistir un parto. Cualquier residente de ginecología es capaz de realizar con seguridad legrados por aborto espontaneo tras haber visto como se realizan tres o cuatro y haber practicado bajo tutela otros tantos; en su primer mes de residencia ya están capacitados para ello. Esto lo puede aprender cualquiera, no hay ningún mérito en ello, no es mucho más complicado que enseñar a un niño a disparar una ametralladora.
Pero en cualquier caso, esta noticia hay que tenerla en cuenta sin perder de vista el objetivo ideológico que inspira a los autores del estudio para propagar el aborto intencionado como servicio sanitario público. La agenda pro-choice (pro elección) siempre ha utilizado la estrategia de "vender" la necesidad de practicar abortos "seguros" (safe abortion) para exigir primero su legalización y después su prestación como servicio público más o menos gratuito. Convirtiendo en sinónimos la legalidad y la seguridad, han tratado de hacer creer que el aborto seguro seria -por arte de magia- aquel que es legal y que ello era necesario para disminuir la mortalidad materna en todo el mundo. Para ello, como confesaba Bernad Nathanson, siempre han mentido sobre las cifras de abortos clandestinos, que muchas veces eran practicados ilegalmente pero por personal cualificado o experto. Sin embargo, lo cierto es que ningún aborto ( ni siquiera cuando está legalizado) es seguro para la mujer; los riesgos tanto a corto como a largo plazo para la salud reproductiva y para su salud mental están epidemiológicamente contrastados. Tanto es así que el Dr. Elard Koch, epidemiólogo, en un estudio publicado en la revista científica Plos ONE demostraba que el status legal del aborto no tenia ningún impacto en la reducción de las cifras de mortalidad materna. La investigación reveló que Chile, un país en el que la vida de toda persona en gestación goza de protección legal y está prohibido cualquier tipo de aborto, es un paradigma en salud materna a nivel mundial, pues la tasa de mortalidad materna disminuyó en un 93,8 % entre 1957 y 2007 estando dos puntos por debajo de Estados Unidas y siendo el país americano, tras Canadá, con menores tasas de mortalidad materna.
Por último, lo que resulta evidente y lo que no están dispuestos a considerar los cerriles defensores de la ideología pro elección y del aborto seguro, a pesar de lo que demuestra la ciencia experimental, es queningún aborto podrá nunca ser seguro para la persona en gestación que resulta destruida por el procedimiento, lo practique quien lo practique ya sea en un apartamento o en un hospital de última generación.