Por Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética, Presidente de CíViCa
En 1978, el médico Robert Edwards y so colaborador Patrick Steptoe en el Reino Unido, dieron a conocer el nacimiento de la primera “niña probeta”, Louise Joy Brown en medio de una gran polémica.
32 años después, en octubre de 2010, la Academia Karolinska de Estocolmo concedió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, a Robert Edwards por su contribución al desarrollo de la tecnología de la fecundación in vitro. Probablemente al Dr. Edwards no le animaba otra finalidad que la de resolver los problemas de infertilidad, intención que es positiva y deseable en medicina. Sin embargo, tras 40 años de su aplicación, la tecnología desarrollada tiene un rendimiento muy bajo y plantea serios interrogantes éticos.
Uno de ellos es qué hacer con los embriones “sobrantes”. Es decir que destino se le da a los embriones producidos por la fecundación in vitro a partir de varios óvulos (obtenidos en un ciclo por estimulación ovárica). La existencia de los mal llamados sobrantes se debe a que se obtiene más de un embrión para garantizar que al menos uno de ellos, tras su implantación en el útero materno, llegue a término y dé lugar al bebé deseado.
Entre las diversas opciones que desde un principio se barajaron, probablemente una de las menos discutibles, era la de mantenerlos vivos en congelación. Para ello se habilitaron técnicas de crioconservación en nitrógeno líquido de los embriones no implantados
Sin embargo, pronto se vio que ésta técnica no era una buena solución, ya que se generaba tal cantidad de embriones que es imposible pensar que en un momento posterior, la madre o la pareja progenitora, o quien los quisiera adoptar, podrían llegar a despertar a la vida el ingente número de embriones criopreservados..
El problema es que en los centros donde se lleva a cabo la reproducción humana asistida por fecundación in vitro se acumulan en congeladores, cientos, miles o cientos de miles, de embriones humanos congelados. Es evidente el futuro incierto de todas estas vidas humanas y que la gran mayoría nunca proseguirán su ciclo vital y terminarán extinguiéndose.
Antes de seguir tengamos en cuenta que un embrión humano es una vida humana en la primera etapa de su desarrollo de acuerdo con todas las evidencias científicas, que nos indican que existe vida desde la fecundación, que es cuando se constituye una identidad genética nueva y singular.
Si al principio la duda era qué hacer con los embriones sobrantes pronto se generó una nueva interrogante sobre qué hacer con tantos embriones congelados. Dejamos aquí la cuestión, que no tiene ninguna respuesta adecuada desde una perspectiva bioética defensora de la vida humana, y nos vamos a referir al curioso caso del nacimiento de una niña a partir de un embrión que ha estado congelado desde hace 24 años.
El embrión de esta niña, que se llama Emma Wren, fue congelado el 14 de octubre de 1992 y ha estado conservado en el National Embryo Donation Center (NEDC) en Knoxville (Tennesee). Sin que se explique el por qué se recurre a un embrión mantenido tanto tiempo en congelación, el hecho es que, tras descongelarlo, fue implantado en marzo de 2017 en el útero de una mujer joven llamada Tina, de 23 años. Es decir, el embrión había sido concebido un año antes que su madre. La niña nació perfectamente a finales de noviembre, con un peso de 3 kilogramos. Según el comunicado de la University de Tennessee, en Preston, se trata de un récord de un embrión congelado durante mayor periodo de tiempo antes del nacimiento del bebé.
El siguiente video de US Today describe los detalles de esta noticia.
https://www.usatoday.com/videos/news/2017/12/19/baby-born-after-24-years-frozen-embryo/108754648/
En cuanto a los padres, el matrimonio Gibson tras consultas en el Centro de Reproducción Asistida decidió adoptar un embrión ajeno, tanto a la madre gestante como a su marido. Para el logro del embarazo se decidió rescatar 4 embriones de la misma donante de óvulos, que habían permanecido congelados desde hace 24 años. La noticia, divulgada con ciertos tintes sensacionalistas por lo insólito del caso, no señala si se implantaron los 4 y solo siguió uno hasta el final del desarrollo. No nos dice que pasó con los tres embriones restantes.
De este hecho se deducen dos conclusiones de cierta importancia para el debate bioético:
1. Los embriones humanos, vidas humanas, seres humanos en su primera etapa de desarrollo, congelados y conservados en condiciones adecuadas pueden sobrevivir por tiempo ilimitado (al menos 24 años).
2. Como consecuencia de lo anterior no deberían señalarse límites temporales para la liberación del uso de los embriones congelados, como se hace en la Ley Española de Reproducción Humana Asistida de 2006.
En el Capítulo III de esta Ley, sobre la Crioconservación de gametos y preembriones (palabra inapropiada que debería cambiarse por «embriones»), señala los siguientes fines posibles para los embriones congelados:a) Su utilización por la propia mujer o su cónyuge.
Y a continuación, en el Art. 11,6, se dice literalment: «En el caso de los preembriones, cada dos años, como mínimo, se solicitará de la mujer o de la pareja progenitora la renovación o modificación del consentimiento firmado previamente. Si durante dos renovaciones consecutivas fuera imposible obtener de la mujer o de la pareja progenitora la firma del consentimiento correspondiente, y se pudieran demostrar de manera fehaciente las actuaciones llevadas a cabo con el fin de obtener dicha renovación sin obtener la respuesta requerida, los preembriones quedarán a disposición de los centros en los que se encuentren crioconservados, que podrán destinarlos conforme a su criterio a cualquiera de los fines citados…. Con anterioridad a la prestación del consentimiento, se deberá informar a la pareja progenitora o a la mujer, en su caso, de lo previsto en los párrafos anteriores de este apartado».
Tras constatar que un embrión humano sobrevive 24 años en congelación, ¿qué mujer, pareja o centro tiene la autoridad moral para decidir la utilización, donación con fines de investigación o eliminación de un embrión humano?