Por Mn. José María Montiu de Nuix, doctor en filosofía, matemático, socio de CiViCa
El 15 de diciembre fue el aniversario del fallecimiento del filósofo Julián Marías. Por ello recordamos ahora algunas ideas de su escrito Una visión antropológica del aborto. En el mismo afirma que la sencilla sensatez rechaza el aborto.
La lengua distingue entre “persona” y “cosa”. Al otro no le llamo “cosa”, sino “persona”. Distinguimos entre “qué” y “quién”, entre “algo” y “alguien”, entre “nada” y “nadie”. Si entro en una habitación amueblada y desierta, no digo “no hay nada”, sino “no hay nadie”. Ante ruidos extraños, digo: “¿qué es eso?”. Mientras que, si llaman a la puerta, digo: “¿quién es?”. “Yo”, “tú”, indican personas. Distingo entre “él” y “ello”.
Por Mn. José María Montiu de Nuix, doctor en filosofía, matemático, socio de CiViCa
El 15 de diciembre fue el aniversario del fallecimiento del filósofo Julián Marías. Por ello recordamos ahora algunas ideas de su escrito Una visión antropológica del aborto. En el mismo afirma que la sencilla sensatez rechaza el aborto.
La lengua distingue entre “persona” y “cosa”. Al otro no le llamo “cosa”, sino “persona”. Distinguimos entre “qué” y “quién”, entre “algo” y “alguien”, entre “nada” y “nadie”. Si entro en una habitación amueblada y desierta, no digo “no hay nada”, sino “no hay nadie”. Ante ruidos extraños, digo: “¿qué es eso?”. Mientras que, si llaman a la puerta, digo: “¿quién es?”. “Yo”, “tú”, indican personas. Distingo entre “él” y “ello”.
A un niño nacido no le llamo “cosa”, sino “alguien”, “tú”, “quién”. Él, luego, dirá: “yo”. La realidad nueva del niño ha hecho pasar de “dos”, padre y madre, a “tres”.
El feto no es una parte del cuerpo de la madre, sino alguien alojado, implantado en ella y no sólo en su cuerpo. Así, no dice “mi cuerpo está embarazado”, sino “yo estoy embarazada”. Reconociendo con ello la existencia de una dimensión personal.
Una mujer embarazada dice “voy a tener un niño”, no dice “tengo un tumor”. Si a una que se cree embarazada sólo le encuentran un tumor, queda muy sorprendida. Lo cual prueba que sabe cuán diferente es un “feto” de un “tumor”.
El niño no nacido es una realidad viviente en camino hacia el nacimiento. Que esté en camino no significa que no sea persona. Pues, todo hombre es un inacabado proyecto que se está haciendo o construyendo, y, por tanto, que está en camino. Que el feto no haya desarrollado todas sus potencialidades no significa que no sea persona, pues persona es también un adulto si está soñando, anestesiado o en coma.
Identificaciones hipócritas: “aborto = interrupción del embarazo”, “garrote vil = interrupción de la respiración”. Abortar es matar a una persona. “Y, por supuesto, es una hipocresía más considerar que hay diferencia según en qué lugar del camino se encuentre el niño que viene, a qué distancia de semanas o meses de esa etapa de la vida que se llama nacimiento va a ser sorprendido por la muerte”. Si se puede abortar a los que posiblemente serán anormales, entonces puede matarse a todos los anormales. Pero, toda persona, por accidente, enfermedad o vejez, puede convertirse en anormal.
Muchas legislaciones para abortar prescinden del padre, les basta el permiso de la madre. El niño es suprimido como si fuese una cosa, un tumor, una parte del cuerpo, un objeto. No se atiende a su dignidad personal, a que no se puede matar a una persona. El aborto representa pues un proceso de deshumanización o de despersonalización. Concluye Julián Marías: “Por esto me parece que la aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo que se va acercando a su final”.