Por José Mª Montiu de Nuix, sacerdote, doctor en filosofía, matemático, socio de CiViCa
En España se dice que se está abriendo un debate sobre la eutanasia. Lo que sí hay es mucho ruido. Se multiplican las “pulsaciones” sobre influyentes “medios de comunicación”, a los cuales, curiosamente, sigue llamándoseles “medios de información”. No raramente dicha temática queda envuelta en sentimientos, y opiniones políticas, e incluso en afán de votos, logrando deformar gravemente la realidad.
La eutanasia, en su misma realidad, es, simplemente, la supresión de la vida de una persona. Lo cual, evidentemente, siempre resulta inmoral. Nadie puede quitarle la vida a otro. La eutanasia, pues, solo es una pieza de la llamada “cultura de la muerte”. De aquí que el marco propio de la eutanasia, la esfera en la que habría que situarla, es, precisamente, la cultura de la muerte.
Acto seguido en orden a mostrar este marco hago una breve reflexión personal a partir de algunas afirmaciones hechas por el Papa Francisco en la conocida entrevista recientemente concedida al periodista Jordi Évole, para la cadena televisiva “La Sexta”.
El Papa Francisco piensa que estamos ya en una guerra mundial: “estamos ya en una tercera guerra mundial a pedacitos”. Basta reflexionar un poco sobre esta frase para fijarse en que en el mundo actual hay muchos asesinatos. En particular, hay muchos millones de abortos provocados. La mentalidad de no apertura a la vida ha hecho que en Europa haya muy pocos nacimientos y mucho envejecimiento. El Papa se ha referido a ello diciendo que Europa se ha convertido en una abuela. Se trata, obviamente, de una situación alarmante. Ideologías equivocadas, contrarias a las concepciones tradicionales de familia, feminidad y masculinidad, no han ayudado al respecto. Así mismo, hay una gran cerrazón respecto al drama de los emigrantes. Son tantos los emigrantes que parten de sus tierras huyendo de la muerte, de guerras, de violencias y del hambre. Tantos emigrantes han muerto al no ser acogidos. Miles de emigrantes han muerto en el Mar Mediterráneo, que ha devenido una gran tumba. Sin embargo, la actitud humanitaria y evangélica ante los emigrantes ha de ser la de la apertura del corazón. Por consiguiente, es evidente que se ha de procurar acoger a los emigrantes que puedan ser acogidos, lo cual puede salvar muchas vidas. Esta apertura equilibrada es exigida por la misma dignidad de la persona humana. En diversos países sigue habiendo un comercio ilícito de armas, y una escalada de armamento, que mueve mucho dinero y origina muchas muertes. Al mismo tiempo, los profundos desequilibrios entre ricos y pobres pueden ser fuente de guerras, las cuales pueden segar muchas vidas. Éstas son algunas de las notas de la actual cultura de la muerte. Así pues, en cierto sentido, puede afirmarse que el mundo actual camina sobre un volcán. Cabe pues plantearse: ¿Qué futuro tiene una sociedad así, si no cambia?
En definitiva, no se habría de hablar de la eutanasia de manera demagógica, “pan y circo”, sino con sentido de la responsabilidad, muy conscientes del panorama que la “cultura de la muerte” está dibujando a nivel cósmico.