Por el Dr. José Mª Montiu de Nuix, Doctor en Filosofía, Sacerdote, Matemático, miembro de CiViCa.
Actualmente se encuentra con frecuencia que algunos políticos, así como también algunos periodistas, siembran confusión sobre la relación existente entre aborto y ecologismo. El Santo Padre Francisco, en su encíclica “Laudato sí”, ha tratado sobre esta conexión. Expongo aquí estas esclarecedoras ideas de un Papa que tantas veces ha recordado la dignidad personal del embrión humano.
Distingue el Papa entre un verdadero ecologismo y un falso ecologismo. Existe un falso ecologismo: “crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad” (“Laudato sí”, n. 59). Algunos falsos ecologistas se pasan hasta exceder todos los topes morales en cuanto a la actuación sobre los embriones: “es preocupante que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del ambiente, y con razón reclaman ciertos límites a la investigación científica, a veces no aplican estos mismos principios a la vida humana. Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos” (n. 136). El verdadero ecologismo es contrario al aborto: “tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto” (n. 120).
Por el Dr. José Mª Montiu de Nuix, Doctor en Filosofía, Sacerdote, Matemático, miembro de CiViCa.
Actualmente se encuentra con frecuencia que algunos políticos, así como también algunos periodistas, siembran confusión sobre la relación existente entre aborto y ecologismo. El Santo Padre Francisco, en su encíclica “Laudato sí”, ha tratado sobre esta conexión. Expongo aquí estas esclarecedoras ideas de un Papa que tantas veces ha recordado la dignidad personal del embrión humano.
Distingue el Papa entre un verdadero ecologismo y un falso ecologismo. Existe un falso ecologismo: “crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad” (“Laudato sí”, n. 59). Algunos falsos ecologistas se pasan hasta exceder todos los topes morales en cuanto a la actuación sobre los embriones: “es preocupante que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del ambiente, y con razón reclaman ciertos límites a la investigación científica, a veces no aplican estos mismos principios a la vida humana. Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos” (n. 136). El verdadero ecologismo es contrario al aborto: “tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto” (n. 120). El verdadero ecologismo defiende a la persona humana, defiende al embrión. “No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si (…) en el corazón no hay ternura (…) por los seres humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales (…), pero (…) se empeña en destruir otro ser humano (…)” (n. 91). El verdadero ecologismo ha de procurar el bien de los más postergados, débiles, frágiles,…: “todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados” (n. 93), derechos que están fundamentados en el derecho a la vida (cf. n. 30). A nadie puede “desechar”, “postergar”, “descartar”, “excluir”.
Por una parte, el Papa ha mostrado que en buena lógica son incompatibles aborto y el ecologismo. Por otra, con mucho sentido común, alertará, con caridad firme, que, de la mala base de un movimiento ecológico, que condena a los embriones humanos, también se seguirán, en el orden social, otros malos frutos. En efecto: “Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social” (n. 120). “Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos-, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza” (n. 117). “No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege el embrión humano (…)” (n. 120).
En suma, urge a recuperar un verdadero ecologismo. Esto es, a defender la naturaleza, incluida principalmente la naturaleza humana, particularmente el embrión humano. De este modo, al igual que san Francisco de Asís, se dará gloria a Dios.