Por Roberto German Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de Roberto Germán Zurriaráin el 1 de Septiembre de 2018.
Habiendo señalado que una buena práctica de sedación paliativa no es nunca una eutanasia encubierta, la solución correcta, entonces y más acorde con la dignidad del ser humano, que todos dicen querer salvaguardar, se encuentra en la medicina paliativa.
Lo que también hay que indicar es que los Cuidados Paliativos sólo son aplicables en aquellos supuestos en que una persona presenta un cuadro clínico irreversible, debido a enfermedades incurables, o a situaciones que traen consigo sufrimientos físicos o psíquicos insoportables para el paciente.
Por su parte, el Grupo de Trabajo de Atención Médica al Final de la Vida de la Organización Médica Colegial (OMC) y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos han elaborado la Declaración “Atención Médica al final de la vida: conceptos y definiciones” (refrendada por la Asamblea General de la Corporación médica el 19 de septiembre de 2015) donde consideran que morir con dignidad supone vivir dignamente hasta el último momento. Afirman también que ello requiere la consideración del enfermo como ser humano hasta el momento de la muerte, el respeto a sus creencias y valores, así como su participación en la toma de decisiones mediante una relación cercana y sincera con el equipo asistencial.
Pero para que haya una verdadera toma de decisiones es imprescindible, entre otros factores y como ya se ha comentado, la comunicación con la familia, la cual es un instrumento terapéutico fundamental, pero también es indispensable que haya comunicación entre los miembros del equipo sanitario. En este último sentido:
Por todos estos motivos, los Cuidados Paliativos nos introducen en un contexto antropológico y ético. Nos sumergen en la reflexión antropológica de nuestra propia limitación y fragilidad, ya que el respeto a la vida humana y la asistencia paliativa dignifican el proceso del morir.
Solo la Medicina Paliativa da sentido real a las necesidades de los pacientes. Por eso podemos afirmar claramente que la Medicina Paliativa es la verdadera solución ética ante la situación terminal.
En consecuencia, el derecho a la asistencia sanitaria debe incluir el cuidado de la vida del paciente que llega a su fin, aliviando su sufrimiento y proporcionando los medios para una muerte tolerable. Paliar es mitigar el sufrimiento, reafirmando la importancia de la vida, pero aceptando que la muerte es una realidad humana.
Un cuidado integral requiere la estrecha cooperación de equipos multidisciplinares, que pueden englobar a profesionales sanitarios (médicos, enfermeras, asistentes sociales, terapeutas ocupacionales, auxiliares de enfermería, psicólogos…), a expertos en ética, a asesores espirituales, a abogados y a voluntarios.
En pocas palabras, la Medicina Paliativa no pretende ni causar la muerte ni retrasarla, sino que constituye la opción asistencial compatible con morir dignamente en un contexto humanizado.
Los Cuidados Paliativos son la mejor manera de ayudar a morir al enfermo, no “ayudándolo” a terminar con él.
Dicho esto, cuando la medicina curativa dice “ya no hay nada que hacer” es justamente cuando hay más que hacer, la medicina curativa deja paso a la medicina paliativa, o mejor a la medicina cuidativa, del cuidado.
Parafraseando la frase célebre de E.L. Trudeau: una medicina integral que no otorga la inmortalidad pero que cura a veces, conforta a menudo, cuida siempre.
Precisamente uno de los objetivos centrales de los Cuidados Paliativos, como ya se ha dicho, es aliviar los síntomas que producen dolor y sufrimiento en una persona que presenta una enfermedad de la que sabemos que no se va a curar. Con esta área médica quedan garantizados los derechos de los enfermos, de las familias y de los equipos asistenciales.
La opción por los Cuidados Paliativos es precisamente lo que éticamente el médico puede hacer como médico. En efecto, los Cuidados Paliativos representan la única opción moralmente aceptable ante el final natural de los seres humanos