Por José María Pardo Sáenz, Doctor en Medicina y Cirugía por la Università Cattolica del Sacro Cuore. Autor de El no nacido como paciente, Eunsa Pamplona (2011). Publicado en Aceprensa el 30 de Abril de 2014. Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 33/14
Cada vez sabemos más sobre el desarrollo de la vida del feto, que incluso empieza a ser tratado como paciente en algunas afecciones dentro del útero materno. Los padres que lo están esperando con ilusión hablan del bebé y quieren saber todo sobre él. Por eso es llamativo que en el debate sobre el aborto –presentado como un conflicto entre la madre y el nasciturus– , se silencien las características de esta nueva vida, como si solo contara la voluntad de la mujer.
Por José María Pardo Sáenz, Doctor en Medicina y Cirugía por la Università Cattolica del Sacro Cuore. Autor de El no nacido como paciente, Eunsa Pamplona (2011). Publicado en Aceprensa el 30 de Abril de 2014. Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 33/14
Cada vez sabemos más sobre el desarrollo de la vida del feto, que incluso empieza a ser tratado como paciente en algunas afecciones dentro del útero materno. Los padres que lo están esperando con ilusión hablan del bebé y quieren saber todo sobre él. Por eso es llamativo que en el debate sobre el aborto –presentado como un conflicto entre la madre y el nasciturus– , se silencien las características de esta nueva vida, como si solo contara la voluntad de la mujer.
Una vida distinta y dependiente
El embrión-feto (1) es un individuo de la especie humana distinto de la madre, pero dependiente totalmente de ella para subsistir y desarrollarse.
Algunas personas y posturas ideológicas defienden que el embrión-feto es parte del cuerpo de la madre y, en definitiva, exigen el “derecho al dominio sobre el propio cuerpo”. La gestante puede decidir sobre él cuando y como quiera.
Esto no es verdad. La nueva vida que se ha encendido en el cuerpo de su madre posee ya su propio carné de identidad (el genoma), diferente de los de sus progenitores.
Los conocimientos científicos permiten definir al embrión-feto como una entidad humana distinta de la madre, aunque necesitado de ella para subsistir y desarrollarse. El hijo, en el momento de la concepción, es totalmente dependiente de la madre.
De inmediato, y a lo largo de la primera semana de vida, el pequeño embrión realiza el primer viaje de su vida, desde el lugar de la concepción (trompa de Falopio) hasta el útero materno, su primera habitación en el mundo.
Desde que comienza a existir, y durante todo el trayecto, el recién concebido empieza a interactuar con su madre. Poco después de la concepción, el embrión comienza a producir una sustancia, la gonadotropina coriónica (hCG), que mantiene el cuerpo lúteo del ovario de su madre. Este segrega dos hormonas (estrógeno y progesterona) necesarias para dar soporte al embarazo durante el primer trimestre, pues mantienen acogedor y bien provisto de alimentos el útero materno.
Desde que comienza a existir, y durante todo el trayecto hasta el útero, el recién concebido empieza a interactuar con su madre
La comunicación materno-filial
Después de recorrer el tortuoso trayecto de la trompa de Falopio, el embrión comienza a introducirse en el útero de su madre (anidación). Tiene lugar entre el sexto y el séptimo día, y concluye cuando el embrión cuenta con 14-16 días de vida.
De esta manera, la comunicación materno-filial, ya iniciada en las trompas, se incrementa con el intercambio de células y el establecimiento de la circulación de la sangre entre la madre y el embrión. Se empieza a formar la placenta, una especie de bolsa que envuelve al concebido.
La nueva vida jamás se desarrollará adecuadamente si no se “hospeda” en el mejor hotel de mundo, el útero de su madre.
Un nuevo aspecto de interés es el que se refiere al sistema inmunitario del embrión y a la inmunotolerancia entre madre e hijo. Como es sabido, los leucocitos (o glóbulos blancos, los policías del cuerpo) son capaces de reconocer cualquier cuerpo extraño al organismo, y de poner en marcha los mecanismos de defensa para destruirlo.
Cuando el embrión de pocos días se implanta en la pared del útero, el sistema inmunológico materno (el cuerpo de policía) reacciona para expulsar al intruso. Pero el embrión está dotado de un sofisticado sistema de defensa ante esta agresión: unas armas (hormonas y citoquinas), que anulan a los glóbulos blancos y evitan que el embrión sea eliminado. En algunos casos, la defensa no es eficaz, y el embrión es expulsado.
Por último, es sorprendente el hecho de que es el mismo feto quien decide cuándo iniciar el parto. Al final del embarazo, el útero materno es demasiado estrecho para el feto, que ha crecido mucho en las últimas semanas.
Una parte del cerebro del feto (el hipotálamo) activa a otra (la hipófisis). Esta envía un mensaje a un pequeño órgano que hay encima del riñón (la glándula suprarrenal). La glándula activada libera una hormona (el cortisol), que informa a la placenta para que paralice la producción de progesterona (que disminuye la contractilidad uterina) y, en cambio, produzca estrógeno. Los estrógenos movilizan a las prostaglandinas, que inician las contracciones en el útero.
Como se puede apreciar, solo el efectivo diálogo de las dos fisiologías (embrionaria y materna) hace posible la supervivencia y el desarrollo del nonnato.
La percepción de un nuevo ser
Antes de que la madre sea consciente de que ha concebido, se produce una comunicación a nivel bioquímico, hormonal e inmunológico, a través de mensajes que le dicen al embrión: “Sí, te acepto, te acojo en mi seno”. Es la fase en la que la parte más profunda de la psique envía mensajes más o menos cifrados, más o menos explícitos, a través de los sueños, las intuiciones, las sensaciones, incluso de las primeras náuseas. Esta es la razón por la que la mujer puede percibir, incluso antes del retraso de la menstruación y de la confirmación por el test del embarazo, la presencia de un nuevo ser en su seno. Se trata de la percepción psíquica. Posteriormente, se produce una percepción físico-sensorial, que adviene gradualmente con el sucederse de las semanas y el crecimiento del embrión-feto.
En el día 22 de la vida de un embrión humano tiene lugar un suceso de capital importancia: el corazón late por primera vez, y ya no dejará de hacerlo a lo largo de toda su vida.
En el cuarto-quinto mes de embarazo, la madre comienza a sentir los movimientos de su hijo. A partir de ese momento, la madre orienta su afectividad hacia la criatura. Todo esto es percibido por el no nacido, y poco a poco se desarrolla entre la madre y la criatura un interacción comunicativa, la mayor parte del tiempo silenciosa, escondida a los ojos extraños.
En el feto primero se manifiestan el gusto y el olfato, después el tacto y el sentido del equilibrio y, por último, el oído y la vista
Una vida que no deja de sorprendernos
¿Cuáles son las primeras experiencias y sensaciones del niño en el útero materno, y de qué modo influyen en su desarrollo y crecimiento?
Hasta finales de los años ochenta del siglo XX, se pensaba que el útero era una especie de caja fuerte, que no dejaba penetrar estímulos para no disturbar el crecimiento del concebido. Una especie de muro de protección de la nueva y débil criatura contra las agresiones del exterior.
Esta visión claustrofóbica de la vida fetal se ha abandonado gracias a recientes estudios. El útero es un filtro para los estímulos normales de la vida ordinaria: disminuye la intensidad de algunos (luz y ruido ambiental) y facilita la de otros (frecuencia cardiaca y movimientos intestinales maternos, olor y sabor del líquido amniótico, sensaciones táctiles de autoestimulación del feto o del contacto con la pared uterina, etc.).
Hasta hace poco tiempo se pensaba que la relación mundo exterior-concebido comenzaba en el nacimiento. Hoy sabemos que este fenómeno se inicia en el vientre materno.
Por eso se ha dicho, con toda razón, que la primera escuela a la que asiste un ser humano es el vientre de la madre, donde el estilo de vida, los hábitos y la personalidad de la profesora ejercen una poderosa influencia en el resultado final.
Precisamente por esto, es importante favorecer en la madre un clima externo confortable y sereno. Graves disturbios emocionales durante el embarazo pueden repercutir sobre el desarrollo del no nacido.
Los cinco sentidos del niño no nacido
El no nacido tiene sentidos, que entran en acción en una secuencia preordenada en las primeras etapas del desarrollo intrauterino.
En primer lugar, se manifiestan el gusto y el olfato, después el tacto y el sentido del equilibrio y, por último, el oído y la vista.
En la 7ª-8ª semana de gestación, el nonnato presenta una reacción de retirada cuando se le toca la zona de la boca (2).
En la 22ª semana, el feto presenta una reacción de sobresalto (se le acelera la frecuencia cardiaca y aumentan sus movimientos) cuando escucha música elevada (250 Hz) a través del abdomen materno. Cuando sucesivamente se repropone esta frecuencia, la criatura se habitúa (aquella reacción cesa), síntoma de que el sistema nervioso central funciona correctamente y de que ha aprendido a reconocer los estímulos; tiene memoria. Sin embargo, si se aumenta la frecuencia a 500 Hz se agita de nuevo, pues se trata de un estímulo de naturaleza diversa.
Si el feto en el útero escucha repetidamente el sonido de un fagot (3), y una vez nacido lo vuelve a oír, el recién nacido se calma rápidamente.
También se ha demostrado que el bebé que apenas nacido escucha la voz de su madre, presenta una succión menos agitada que si escucha la voz de una extraña.
Más sorprendente aún es notar que es diferente el modo de mamar y de llorar si se le hace oír la voz de un extraño en el idioma de su madre, o de otro extraño en una lengua diferente.
El gusto se desarrolla durante la vida fetal. En la base del cráneo del feto hay un órgano, denominado vomeronasal, que sirve para percibir los olores en el medio acuático, y que se atrofia después del nacimiento.
Pues bien, se ha constatado que prácticamente todo lo que la madre ingiere es filtrado y, en cierta medida, pasa al líquido amniótico impregnándolo de olores y sabores. Este hecho puede ser modificado por los hábitos de la madre, por ejemplo el fumar.
En esta misma línea, recientes estudios señalan que si se le aplican al pezón de la madre algunas gotas de una salsa que ha tomado durante el embarazo, el recién nacido se emplea vorazmente. Esto es así, pues el feto se habitúa al sabor y al olor del líquido amniótico.
El equilibrio y las experiencias prenatales
¿Qué es “acunar” sino reproducir lo que el feto ha experimentado durante nueve meses en el útero materno?
Ciertos trabajos han evaluado el influjo de los movimientos durante el embarazo en el desarrollo del sistema vestibular fetal (el sistema vestibular es la parte del oído interno que ayuda a mantener constantemente el equilibrio y los movimientos de los ojos).
Se estudió a un grupo de embarazadas que debieron guardar cama durante unos tres meses por riesgo de aborto espontáneo; un grupo de mujeres con embarazo normal; y un tercer grupo de bailarinas embarazadas.
Se observó que los hijos de las embarazadas que habían debido guardar reposo durante el embarazo necesitaban ser mecidos vigorosamente para dormirse, pero sobre todo eran niños con una elevada tendencia a la cinetosis (mareos en los viajes). Los hijos de las bailarinas también tendían a dormirse solo cuando eran mecidos enérgicamente, pero no sufrían de cinetosis.
Lo que muestra este estudio es que el sistema vestibular ha estado influido por las experiencias prenatales. La cinetosis es regulada por el sistema vestibular: encontrarla aumentada sugiere una reducida estimulación de este sistema.
El mundo interior del feto
Cuanto más se descubre la realidad del feto, mayor es la tendencia a respetarlo, protegerlo y amarlo.
El embrión-feto humano no solo es lo que se ve de él, su cuerpo, incipiente y a veces incompleto. Como todo ser humano, tiene también un mundo interior, algo no perceptible a los sentidos.
Quien practica la pesca submarina relata el estupor que se experimenta cuando se sumerge en las profundidades del mar. Desde el exterior no se intuye nada, pero al adentrarse en el agua se descubre un mundo inexplorado, majestuoso y maravilloso.
Hoy conocemos cada vez más la vida prenatal, y nos sorprendemos de su vivacidad y belleza.
La temperatura dentro del útero es constante e ideal. Bien alimentado y acunado, el feto pasa sus días casi siempre durmiendo. De vez en cuando se despierta, escucha y se mueve.
A las 12 semanas, se lleva las manos a la boca para intentar chupárselas; a las 15 semanas, se chupa el dedo pulgar; a las 16, explora con las manos las paredes del útero y el cordón umbilical; a las 18-19, comienza la deglución y los movimientos respiratorios; a las 27-28, responde de manera orientada a los estímulos y se paraliza cuando siente estímulos acústicos repetidos; los movimientos oculares ya están presentes cerca de la semana 28.
¿El feto come? Por supuesto. Si no comiera, moriría. Es alimentado por su madre a través de la placenta.
En el último trimestre de gestación engulle hasta 750 mililitros de líquido amniótico al día, casi un tercio de su peso corporal a término (como si un adulto de 55 kilos bebiese veinte litros de líquido al día). Una parte del líquido ingerido pasa al cuerpo de la madre a través del cordón umbilical, y otra vuelve al líquido amniótico a través de las vías urinarias fetales.
¿El nonnato sueña? Obviamente no se puede saber, pues el feto no está en condiciones de poder verificárnoslo. Pero existen todos los presupuestos para ello.
Es posible hacerle al pequeño prematuro (no olvidar que un prematuro es un feto impaciente por salir del vientre de su madre) un electroencefalograma para verificar su actividad cerebral y los estados de sueño que se suceden.
Desde la semana 30, aproximadamente, e incluso antes, se empieza a diferenciar entre un sueño sosegado” (equivalente al No-REM del adulto) y un sueño “activo” (equivalente al REM).
Una investigación llevada a cabo en la Universidad de Yale (EE.UU.) también ha demostrado la presencia de un ritmo circadiano desde la mitad del embarazo. Recuérdese que el ciclo sueño-vigilia, que se repite como una constante en nuestras vidas, está regido por un “reloj biológico” interno que nos dicta cuándo despertar y cuándo dormir. A este ciclo se le denomina ritmo circadiano. El ciclo circadiano abarca veinticuatro horas, divididas en ocho para el sueño y dieciséis para la vigilia.
El feto llora cuando se le agrede desde el exterior. Sí, ¡el feto llora! El equipo de la doctora Jeannie Gingras, del Carolina’s Medical Center de Charlotte, Carolina del Norte (EE.UU.), ha logrado captar las imágenes del llanto fetal a partir del séptimo mes de vida intrauterina debido a una perturbación con estimulación vibroacústica.
En efecto, a partir de la 20ª semana de gestación el feto posee ya todo lo necesario para el llanto: la coordinación de la respiración, la apertura de las mandíbulas y de la boca, el movimiento de las mejillas, el movimiento de la lengua y la deglución.
¿El feto siente dolor?
La creciente necesidad de realizar procedimientos invasivos en el útero (por ejemplo, amniocentesis) y el intenso debate sobre la reforma de la ley del aborto en muchos países occidentales, han llevado a los profesionales de la salud a preguntarse: ¿el feto siente dolor?
Cada día resulta más evidente que en el segundo trimestre de gestación (desde la 24ª semana, y muy posiblemente desde la 16ª) el feto reacciona a estímulos estresantes, que si no se palían puede causar daños a corto, mediano y largo plazo, sobre todo cerebrales.
Afirmar con certeza que en las etapas precoces de la vida humana no está presente la percepción dolorosa, significa desconocer importantes evidencias clínicas y científicas (4). Además, en caso de duda razonable es preferible aliviar el estrés y el dolor con el empleo de la analgesia, que exponer al feto a serias lesiones en el futuro.
Como escribió Chesterton, “las espadas serán desenvainadas para demostrar que las hojas son verdes en el verano”. No nos ha de sorprender, por tanto, que algunos quieran rebatir hasta la evidencia más evidente: que el feto siente dolor y que, en consecuencia, se han de poner todos los medios para evitarlo o, en su caso, aliviarlo.
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NOTAS
(1) Con el término “embrión” me refiero al no nacido desde la fecundación hasta la octava semana de vida; y con el de “feto”, a partir de la octava semana.
(2) Época de aparición de los receptores para el tacto (sensibilidad cutánea). Semana 7: región perioral; semana 11: cara, manos, pies; semana 15: tronco, articulaciones proximales; semana 20: toda la piel y mucosas.
(3) Instrumento musical de viento, de tonos bajos, que atraviesan mejor el medio líquido en el cual el feto está inmerso.
(4) Cfr. BUONOCORE, G. – BELLIENI, C. (EDS.), Neonatal pain. Suffering, pain and risk of brain in the fetus and newborn, Springer, New York 2008.