La eutanasia y los recelos frente al médico y enfermero/a

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¿Eutanasia encubierta?
04/06/2021

Por José Luis Velayos (Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa). Enviado el 29 de marzo de 2021.

El hombre es libre, y en virtud de esa libertad su tendencia es hacia el bien. Por eso, lo natural es la elección del bien, de lo bueno. La opción por el suicidio, aun cuando se vea como algo bueno, lleva en sí una gran contradicción: sin vida no hay libertad, pues la vida lleva implícito el bien de la libertad.

Hoy día se entiende por eutanasia el procurar la muerte sin dolor a alguien que sufre. Implica tanto la muerte de un recién nacido deficiente, como ayudar al suicidio, suprimir la vida de un anciano, interrumpir un tratamiento agobiante y doloroso, etc. Se suele decir que es un homicidio por compasión.

Precisamente, en el siglo IV a. C. se forjó el Juramento Hipocrático, por el que el médico se compromete a no administrar venenos ni aun cuando lo pida el sujeto, ni a abortar. En el juramento se dice que el médico ha de tratar de conservar la vida del individuo y preservar la procreación. Y es que la Medicina, por propia definición, ha de estar al servicio de la vida.

Cuando los estudiantes de Medicina terminan su carrera, no están obligados a hacer el Juramento Hipocrático, pero tienen muy claro que sus estudios fueron para curar, aliviar, no para matar. No existe en su curriculum una asignatura referente a la eutanasia; si existiera, estaría fuera de tono, no podría considerarse como una disciplina médica.

Los actos suicidas y homicidas no son actos médicos, pues el médico ha de tratar de suprimir el dolor, no suprimir al enfermo.

Resultaría paradójica la circunstancia de un médico que esté sosteniendo en la vida a un enfermo grave y al mismo tiempo practicando la eutanasia en otro que está en la misma situación.

Se utilizan fármacos, o bien administrados al enfermo por el personal sanitario o bien suministrándoselos para que los tome, aunque bajo la presión por la que se le  imbuye la idea de que va a dejar de sufrir

La eutanasia suele ir con sedación; pero la muerte, momento en que se separa el alma del cuerpo, ¿no supondrá realmente un gran sufrimiento? ¿Quién puede asegurar que en esos momentos no hay sufrimiento, aunque el enfermo esté profundamente sedado? El cataclismo que supone la muerte, aunque sea bajo sedación, debe de ser impresionante, y más si no es aún el momento preciso para la muerte natural. La muerte, cuando acaece como circunstancia a la que se ve abocado irremediablemente el enfermo supone una gran conmoción en el organismo y sobre todo a nivel cerebral, donde los centros cardiocirculatorios y respiratorios dejan de funcionar. El paso ha de ser duro. Y si la muerte es provocada, la conmoción cerebral debe de ser tremenda.

En relación al grado de gravedad del enfermo, el médico ha de decir la verdad siempre, aunque con prudencia y delicadeza, teniendo en cuenta las circunstancias del enfermo, sobre todo morales; y ha de estudiar el modo de decirlo. El enfermo tiene derecho a conocer su situación. No hay que mentir; pero el médico no está obligado siempre a decir la verdad, callándola alguna vez, si es necesario, por ejemplo, si el peligro de muerte no es inminente. Y el médico ha de dar ánimos. En muchos casos es algún familiar o allegado el que ha de comunicarle que está en peligro de muerte. La eutanasia, conceptualmente, no entra en esta dinámica.

Y es muy importante que el enfermo pueda tener acceso a auxilios espirituales.

Se dice que la eutanasia se hace por compasión; pero en algún caso, ¿no  podría ser por compasión hacia los cuidadores (familiares o no), que están agobiados, cansados, probablemente hastiados? Es absurdo dar ánimos a quien se le va a practicar la eutanasia; lo importante, si es que el propio enfermo la ha pedido, es  tratar de convencerle de lo grave que es quitarse la vida. Lo verdaderamente animante es que los cuidados paliativos, la atención personalizada del enfermo terminal hace que él no se plantee la anticipación de la muerte.

Varios pueden ser los métodos para realizar la eutanasia: sobredosis de anestésicos (como el pentobarbital sódico), inhalación de gases tóxicos, como el CO2 y el CO, sobredosis de barbitúricos, etc., etc. Es cuestión de “imaginación”.

Es tal la confusión que se está creando que, como está ocurriendo en países con la eutanasia legalizada, algunos enfermos pueden recelar de su médico o enfermera, sospechando que le realizarán la eutanasia, o a petición de los familiares, o por sugerencias del propio personal sanitario (caso éste muy poco probable).

Hoy día hay muchos medios de atención a los enfermos graves, e incluso organizaciones que cuidan de ellos. Esa es la verdadera muerte digna. No puede haber excusa. Es peor la muerte que el cansancio.