Por Josep Miró i Ardèvol, (Presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos) Publicado en Forum Libertas el 8 de Febrero de 2012
Lo habitual entre quienes defienden el aborto en las circunstancias presentes, y por ello critican el anuncio hecho por el Gobierno del PP de establecer un nuevo marco legal, es coincidir siempre en dos puntos. El primero, el más desarrollado, es una serie de descalificaciones que llegan al insulto hacia quienes se atreven a proponer medidas que resulten restrictivas o que impliquen un principio de consideración hacia la vida del no nacido. No hay más argumento que la descalificación del otro en razón del fin que uno defiende, en ningún caso argumentando sobre el porqué lo está defendiendo. La otra coincidencia es señalar la libertad absoluta de la mujer para que haga lo que quiera con la vida del no nacido.
Por Josep Miró i Ardèvol, (Presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos) Publicado en Forum Libertas el 8 de Febrero de 2012
Lo habitual entre quienes defienden el aborto en las circunstancias presentes, y por ello critican el anuncio hecho por el Gobierno del PP de establecer un nuevo marco legal, es coincidir siempre en dos puntos. El primero, el más desarrollado, es una serie de descalificaciones que llegan al insulto hacia quienes se atreven a proponer medidas que resulten restrictivas o que impliquen un principio de consideración hacia la vida del no nacido. No hay más argumento que la descalificación del otro en razón del fin que uno defiende, en ningún caso argumentando sobre el porqué lo está defendiendo. La otra coincidencia es señalar la libertad absoluta de la mujer para que haga lo que quiera con la vida del no nacido.
Todas estas consideraciones deberían ponerse en cuarentena ante una realidad concreta, el propio Tribunal Europeo, en su reciente sentencia sobre la que informó en su momento ForumLibertas (ver enlace), y que trata sobre la pantentabilidad de procedimientos ligados a la destrucción del embrión, establece una definición clara y una protección de lo que es el embrión,-que existe desde el mismo momento en que se produce la fecundación- y la protección que sobre el mismo debe existir como ser humano que es. Por consiguiente, no puede ser utilizado como material de laboratorio, y si esto es así es evidente que tampoco puede ser destruido sin otra causa que la decisión subjetiva de la mujer, porque el embrión constituye un ser diferenciado y, además, con su propio código genético que durante un periodo de su desarrollo es, eso sí, dependiente de la mujer, los primeros seis meses. Pero, es evidente que una dependencia, aunque sea absoluta por parte del cuidador, no confiere el derecho a disponer libremente de la vida del cuidado. Por lo tanto, quienes defienden el aborto lo primero que deben hacer es razonar contra esta sentencia del Tribunal Europeo que, por otra parte, está en línea con la que estableció en su momento el Tribunal Constitucional español, al menos en su concepción.
La segunda consideración es en cuanto a los fundamentos que necesita una sociedad democrática para funcionar. Esto forma parte de aquel famoso debate que se produjo entre el intelectual de izquierdas Habermas y el actual Papa, entonces cardenal Ratzinger, en la Academia Católica de Baviera. El debate era sobre si el Estado democrático era capaz de autojustificarse a sí mismo o dependía de principios pre-políticos para su existencia, considerando a éstos y, como una parte determinante, los de naturaleza religiosa. Habermas sostiene que sí, que el Estado tiene razones para dotar de significado su naturaleza y funcionamiento, pero dado que la sociedad es plural y que lo importante es el consenso que se alcance en una sociedad, es necesario tomar en consideración las personas que parten de criterios que surgen de una cosmovisión, dice él, de criterios religiosos. Y en este discurrir afirma más, dice que la existencia de un Estado neutral en el tema religioso no significa que se pueda imponer una visión laicista, y que quienes poseen esta visión en la sociedad tienen el deber de respetar a los ciudadanos religiosos y que éstos participen en la vida pública planteando sus razones desde el propio hecho religioso.
Me atrevería a decir, ante los que defienden el aborto y otras cuestiones, que yo al menos no pido tanto, simplemente pido respeto para los que no opinamos como ellos y capacidad para escuchar los argumentos que producimos, no ya en clave religiosa sino simplemente en clave de razonamiento, de hechos y datos. Con esto sería suficiente, a no ser que quienes defienden el aborto, en realidad, lo que están defendiendo es una visión totalitaria de la vida, con lo cual, evidentemente, a los discrepantes no les deben guardar ningún respeto y lo mínimo que buscan es su silencio.
Josep Miró i Ardèvol – Twitter: @jmiroardevol