El disfraz de las palabras. 2. ¿Es el embrión un “ser vivo” pero no un “ser humano”?

Resumen de la I Asamblea General de la Federación Europea “One of Us”
30/11/2014
Entrevista a Juan José Sanguineti. Cuidado con los que quieren «sustituir» el yo por el cerebro
01/12/2014

Por Nicolás Jouve. Dr. en Biología. Catedrático de Genética. Presidente de CiViCa. 

El «Manifiesto de Madrid» en defensa de la vida humana supuso una respuesta del mundo científico y médico a la iniciativa del partido socialista de promover una ley de plazos del aborto en 2009. Este manifiesto se presentó en rueda de prensa el 17 de marzo de 2009. A la iniciativa, se sumaron  cerca de 3000 profesores de universidad, médicos, investigadores, académicos e intelectuales de muy diferentes profesiones [1].

Por Nicolás Jouve. Dr. en Biología. Catedrático de Genética. Presidente de CiViCa. 

El «Manifiesto de Madrid» en defensa de la vida humana supuso una respuesta del mundo científico y médico a la iniciativa del partido socialista de promover una ley de plazos del aborto en 2009. Este manifiesto se presentó en rueda de prensa el 17 de marzo de 2009. A la iniciativa, se sumaron  cerca de 3000 profesores de universidad, médicos, investigadores, académicos e intelectuales de muy diferentes profesiones [1].

Una semana después de la presentación del Manifiesto de Madrid, el diario El País se hizo eco de la aparición de un contra-manifiesto, -que así se hizo llamar no ocultando su intencionalidad-, en el que se llegaba a afirmar que «el conocimiento científico puede clarificar características funcionales determinadas, pero no puede afirmar o negar si esas características confieren al embrión la condición de ser humano, tal y como se aplica a los individuos desarrollados de la especie humana». En este contra-manifiesto no se daban razones o argumentos contrarios a los puntos del Manifiesto de Madrid, ni se fundamentaba en términos biológicos, filosóficos o antropológicos lo que afirmaban. Solo se trataba de oponerse al Manifiesto de Madrid, haciendo creer a la opinión pública que los firmantes del mismo no lo hacían desde la perspectiva de la ciencia, sino  según decían desde el ámbito de las creencias personales, ideológicas o religiosas.

Por supuesto que cada uno de los firmantes del manifiesto de Madrid tendría en cuenta sus propias convicciones, pero lo que firmaron con pleno conocimiento de causa y autonomía moral obedecía literalmente a una correcta interpretación de los datos de la ciencia en relación con la vida humana en todas sus etapas. Es por tanto como mínimo absurdo, decir a quienes suscribieron el Manifiesto de Madrid, que no es misión de la ciencia hacer una valoración moral del hecho de destruir la vida de un ser humano, y que eso debe quedar a la conciencia de quienes lo tuvieran en cuenta.

Lo que se recogía en el Manifiesto de Madrid no obedecía a una cuestión de conciencia, sino ante todo de ciencia, dado que el asunto del inicio de la vida no es una cuestión opinable, ni de ideas religiosas, sino científica. La Biología hoy, especialmente tras el enorme aporte de conocimientos de la Genética Molecular y Celular y la Genética del Desarrollo, aporta unos datos precisos y suficientes para conocer cuándo y cómo tiene lugar el inicio de la vida humana.

En el Manifiesto de Madrid se afirmaba que «las contribuciones de la Genética, la Biología Celular y la Embriología no dejan ningún lugar a la duda de que el cigoto es la primera realidad corporal del ser humano, y a que el embrión (desde la fecundación hasta la octava semana) y el feto (a partir de la octava semana) son las primeras fases del desarrollo de un nuevo ser humano, que crece y se desarrolla sin solución de continuidad en el claustro materno…».

La obligación de todo científico es dar a conocer los datos de aquello en lo que trabaja y, también, creemos que es su obligación explicarlo de la forma más sencilla posible, sin tergiversaciones o interpretaciones acomodadas a la ideología que más convenga. 

Poco después de la publicación del contramanifiesto en El Pais se desveló la intención política del contramanifiesto y quedó en evidencia la mano que mece la cuna. En una entrevista en la cadena SER, la ministra Bibiana Aído, dijo solemnemente que: «un embrión de menos de 13 semanas es un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica» [2].

La base ideológica de la negación del carácter humano a la entidad biológica de la que se afirma es un ser vivo, viene de lejos y se relaciona con un interés. Al desproveer al embrión del carácter humano –se dice que es un ser vivo pero no un ser humano- queda libre su utilización con fines de investigación. Para disimular la instrumentalización de la vida humana en sus primeras etapas de desarrollo, se acuña el término pre-embrión y de este modo cabe hacer lo que se quiera con él.

Hay también otra razón de carácter filosófico. Al ignorar la continuidad del proceso de desarrollo desde la fecundación, se propone la distinción de dos niveles cualitativos en lo que es un mismo ente biológico. Para darle contenido a esta argumentación se exige del embrión la “unicidad”, y se señala que hasta que no haya certeza de que el embrión no se dividirá para dar lugar a gemelos monocigóticos, no se debe hablar en propiedad de ser humano. Esta argumentación tiene ya una larga historia. La negación del carácter individual del embrión humano temprano la propuso en 1988 el australiano Norman Ford [3], profesor de ética en la Universidad de Melbourne, al plantear el problema de la gemelación como dificultad fundamental para que exista un ser humano individual, afirmando que «la potencialidad de la división gemelar monocigótica es incompatible con el status personal»… y que «un individuo humano definitivo no puede comenzar sino después de que los embriones hayan perdido la pluritotipotencialidad con la formación, a partir de las células epiblásticas de un individuo humano definitivo uni-totipotente en el estadio de la estria primitiva». Es decir, para considerar que se es ser humano habría que esperar al momento en que las células de un embrión hayan perdido la capacidad de separarse y originar entidades individuales separadas. Esta concepción, que ignora el significado de la identidad genética constituida en la fecundación, fue defendida en el ámbito político por la bióloga inglesa Jeanne McLaren, que estableció –sin base científica experimental suficiente–  que hasta el 14º día después de la concepción existe la posibilidad de gemelación y proponiendo el término “preembrión” o “proembrión” para dicha etapa. Este concepto, fue introducido y defendido en el llamado caso Warnock [4], en el que sin embargo se mantuvo que el embrión humano es un ser individual desde la concepción.

A día de hoy, no se puede mantener esta tesis. Lo que podemos afirmar es que el suceso accidental de la gemelación demuestra que la individualidad genética no implica indivisibilidad del embrión en sus primeros estadios de desarrollo. Pero el dato fundamental, el que marca el inicio de la vida humana no puede ser la constatación de que no se divide el embrión, que en el 99,8% de los casos no va a ocurrir, sino el momento en que se constituye la “identidad genética”, dado que la vida de cada persona se caracteriza por la continuidad genética de la información con la que se constituyó en su inicio.  La identidad genética queda constituida al terminar el proceso de la fecundación, con la formación del cigoto, por lo que el cigoto es la primera realidad corporal humana y marca el inicio de la vida humana.

Es preciso además tener en cuenta, el excelente trabajo del Dr. Gonzalo Herranz, Profesor de Etica médica del Departamento de Humanidades Biomédicas de la Universidad de Navarra, sobre la falta de demostración experimental demostrativa de que la pluripotencialidad y capacidad de escisión de un embrión puede llegar más allá de la primera división celular. En un artículo publicado en la revista Zygote, el Dr Gonzalo Herranz, discute los modelos poco probados y más teóricos que basados en demostraciones experimentales, según los cuales los gemelos monocigóticos se originan por una partición en fase tardía de los embriones [5] (enlace). Del mismo modo el Dr. Herranz ha hecho una extensa revisión bibliográfica, extraordinariamente documentada y resumida en su reciente libro “El embrión ficticio” [6].

El gemelismo no prueba la ausencia de individualidad, ya que tras la fecundación, con la formación del cigoto ya hay una vida humana, al menos un ser humano, que incluso pudieran ser dos –o muy raramente más de dos-.  Lo que refleja la gemelación de forma patente es la capacidad del embrión humano, en la etapa inicial de la vida, de rehacer totalmente su desarrollo tras una alteración tan drástica como la que tiene lugar tras su escisión. Un poder reparador que conduce incluso a la formación de dos embriones a partir de lo que originalmente era uno solo.

Dicho lo anterior, hay otros dos puntos a considerar. El primero se refiere al carácter humano del ente del que se afirma que tiene vida, pero no es un ser humano. Es obvio que la asignación de un embrión, un feto o un adulto a una especie queda determinada por su información genética y dado que ésta se materializa en el ADN tras la fecundación, un embrión humano, con ADN humano, no es un embrión de pato, ni de rana, ni de avestruz… es un ente biológico humano en la fase inicial de la vida, y cuando llegue a adulto no será un pato, una rana o una avestruz, sino un miembro adulto de la especie humana. Es necesario valorar la información genética propia del embrión, ya que a ella se deben las propiedades biológicas y físicas del ente del que se afirma tiene vida.

El segundo punto entra dentro del ámbito e la ética. Pero antes de referirme a él me gustaría dejar claro que en bioética es fundamental el dato biológico para establecer la categoría moral de los actos que se hayan de realizar. No se puede supeditar la condición humana a un ente humano por una cuestión de índole temporal. Si lo que tenemos desde la fecundación es una realidad corporal humana, esa misma condición permanece en el mismo individuo, el mismo ente, el mismo ser, hasta la muerte. Por ello, cabe hacerse algunas preguntas: ¿por qué quiere Ud. sostener que un embrión hasta tal o cual momento es una vida humana pero no un ser humano? ¿Tiene distinto valor la vida humana de un embrión de menos de 14 días que la del embrión transcurrido ese tiempo? ¿Se puede pensar que es éticamente aceptable manipular, congelar, seleccionar o destruir un embrión hasta el 14ª día del desarrollo pero no a partir de entonces? El factor tiempo no altera la naturaleza biológica y humana del embrión y por tanto debe concedérsele la misma consideración, la que le es propia por su dignidad humana.

Viene al caso recordar aquí lo que al respecto señaló el Comité de Bioética de España, constituido durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en su «Opinión a propósito del proyecto de Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo» del 7 de Octubre de 2009: «El desarrollo embrionario y fetal puede considerarse un proceso en continuidad (un continuum, en palabras del Tribunal Constitucional) desde la fusión de los pronúcleos del espermatozoide y del óvulo hasta el parto. Desde esta perspectiva, su vida biológica puede identificarse en todo momento como una vida humana».

Lo cierto es que la verdad es tozuda y los datos científicos no dejan lugar a dudas. Hoy ya nadie con sentido común y conocimiento de causa piensa que lo que se elimina con la manipulación de un embrión, o más adelante con el aborto en fase fetal, es la vida de un ser humano y no un ser vivo desclasificado o un conglomerado de células con mayor o menor valor, según el grado de desarrollo alcanzado… Esto es absurdo cuando tenemos en cuenta que el desarrollo es un proceso continuo y autónomamente regulado por los genes del propio embrión.

Notas y referencias

[1] Los detalles y contenidos del manifiesto pueden consultarse en el libro del autor: N. Jouve, El Manantial de la Vida. Genes y bioética. Ediciones Encuentro, 2012, Madrid.
[2] Declaraciones de la Ministra de Igualdad del Gobierno de España, Dña. Bibiana Aído, en una emisión de radio de la cadena SER, el día 19 de mayo de 2009.
[3] N. Ford, When did I begin.Conception of the human individual in histor», Cambrigde University Press 1988.
[4] D.M. Warnock, Report of the Committee of Inquiry into Human Fertilization and Embryology,  Her Majesty's Stationary Office, London 1984
[5] G. Herranz. «The timing of monozygotic twinning: a criticism of the common model». Zygote (2013): 1-14, doi:10.1017/S0967199413000257
[6] G. Herranz. El embrión ficticio. Historia de un mito biológico. Ediciones Palabra. 2013. Madrid

Nicolás Jouve de la Barreda
Nicolás Jouve de la Barreda
Catedrático Emérito de Genética de la Universidad de Alcalá. Presidente de CiViCa.