Por Stanton Jones – Publicado en Aceprensa el 2 de Abril de 2012
Stanton L. Jones, profesor de psicología y rector del Wheaton College de Chicago, contesta en un artículo publicado por First Things (febrero 2012) algunas ideas muy difundidas sobre la homosexualidad, que muchos creen demostradas por la ciencia. Jones, sin embargo, sostiene que las investigaciones hechas hasta ahora no son concluyentes y que en ocasiones se tergiversan o son malinterpretadas por motivos ideológicos.
La tendencia actual a sostener el determinismo biológico en las tendencias sexuales se explica por el interés de equiparar la causa gay con la lucha contra el racismo.
Por Stanton Jones – Publicado en Aceprensa el 2 de Abril de 2012
Stanton L. Jones, profesor de psicología y rector del Wheaton College de Chicago, contesta en un artículo publicado por First Things (febrero 2012) algunas ideas muy difundidas sobre la homosexualidad, que muchos creen demostradas por la ciencia. Jones, sin embargo, sostiene que las investigaciones hechas hasta ahora no son concluyentes y que en ocasiones se tergiversan o son malinterpretadas por motivos ideológicos.
La tendencia actual a sostener el determinismo biológico en las tendencias sexuales se explica por el interés de equiparar la causa gay con la lucha contra el racismo.
Son varios los tópicos sobre la homosexualidad que se difunden como verdades indiscutibles y apoyadas en estudios científicos. Por ejemplo, se dice que la tendencia sexual está determinada biológicamente y que, por ello mismo, no se puede modificar; se piensa, incluso, que los intentos por modificarla pueden ser perjudiciales para el equilibrio psicológico. También está extendida la idea de que las relaciones homosexuales son equiparables a las heterosexuales, a efectos psicológicos o sociales.
Esas son tesis corrientes entre quienes favorecen las reivindicaciones gay. En cambio, entre los conservadores que no las apoyan, es corriente creer que la homosexualidad es un trastorno psíquico de raíces exclusivamente psicológicas o espirituales, y se puede eliminar solo con que el interesado se empeñe en serio.
Todas estas afirmaciones, según Jones, “proceden de ideas distorsionadas o equivocadas de los mejores hallazgos científicos sobre la atracción homosexual”.
El origen de la homosexualidad parece estar en una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales, sin que sepamos el grado de influencia de cada uno.
El problema de las muestras
Existen estudios que parecen apoyar esos tópicos, pero no resultan concluyentes. Como explica Jones, las investigaciones sobre la atracción y la conducta homosexual adolecen, en grado mayor o menor, de un defecto que hasta ahora no se ha podido superar: la falta de representatividad de las muestras.
Para que un análisis empírico tenga certeza estadística, hace falta una muestra representativa de la población que se quiere estudiar. Para ser representativa, la muestra debe tener un tamaño suficiente y presentar una composición demográfica (edades, lugares de residencia, clases sociales, etc.) semejante a la población total. También es necesario que los miembros de la muestra hayan sido seleccionados al azar.
Pero, señala Jones, “las muestras representativas de personas homosexuales son difíciles de obtener, en primer lugar porque la homosexualidad es, estadísticamente, un fenómeno poco común”. Un cálculo realizado por el Williams Institute –un think tank dependiente de la Facultad de Derecho de Harvard–, estima que entre la población adulta de EE.UU., Canadá y Europa, son homosexuales el 1,1% de los hombres y el 0,6% de las mujeres. Esto hace muy difícil encontrar un número suficiente de participantes en las investigaciones o encuestas para que sean representativas.
Además, hay un problema de selección de los participantes. Como los homosexuales son relativamente pocos, y además es difícil identificarlos si no es por declaración propia, se suele acudir a miembros de organizaciones gay o poner anuncios para pedir voluntarios. Así, la falta de aleatoriedad en la muestra impide generalizar los resultados obtenidos al conjunto de la población homosexual.
Un estudio hecho en Noruega y Suecia concluye que la tasa de ruptura en los primeros cinco años de las parejas gay es un 50% más alta que en los matrimonios, y en las parejas de lesbianas, un 167% más.
La biología no es todo
Hecha esa advertencia, Jones pasa a examinar los distintos tópicos sobre la homosexualidad.
El primero es que la homosexualidad tiene causas solo biológicas. Sin embargo, explica Jones, “estudios recientes indican que factores ambientales –familiares, culturales y de otros tipos– contribuyen también al nacimiento de la atracción homosexual. Familias desestructuradas, la ausencia de los progenitores, la maternidad tardía y un entorno urbano, son factores asociados tanto a la atracción como a la conducta homosexual”.
Otro factor es la experiencia de abusos sexuales durante la infancia, que sin fundamento alguno había sido rechazado como hipótesis explicativa. Jones alude a un estudio longitudinal que ha analizado el comportamiento de un conjunto de personas durante 30 años. Los datos de la investigación, publicada en Archives of Sexual Behavior, muestran que en algunos casos puede ser determinante.
Esto, advierte Jones, no implica negar toda validez a las explicaciones de carácter biológico. Pero las hipótesis de este tipo no han obtenido por el momento demostración empírica.
La tendencia actual a sostener el determinismo biológico en las tendencias sexuales se explica más bien, dice Jones, por el interés de presentar la homosexualidad como un rasgo innato, a semejanza de la raza, para equiparar la causa gay con la lucha por la igualdad de derechos civiles.
La tendencia homosexual se puede cambiar en algunos casos, pero eso requiere una fuerte motivación y unas convicciones firmes.
La hipótesis de las hormonas en la gestación
Así, una teoría sostiene que algunas madres gestantes reaccionan contra las hormonas masculinas del feto, que en consecuencia experimenta una masculinización incompleta. Tal reacción se agudiza en las sucesivas gestaciones de fetos masculinos, de forma que los hijos varones con hermanos mayores del mismo sexo tienen más probabilidad de ser homosexuales.
Pero “actualmente, los indicios a favor de dicha reacción inmunológica son mínimos”, afirma Jones. Ni siquiera defensores de esta teoría como Anthony Bogaert y Ray Blanchard, que han estudiado la hipótesis en la población norteamericana, encuentran resultados concluyentes. Un estudio posterior, más fiable (sobre una muestra de dos millones de daneses y otra de 10.000 adolescentes norteamericanos) no pudo confirmar esta teoría.
Sin pruebas de la explicación genética
J. Michael Bailey postuló, a partir de ciertos estudios, que la orientación sexual se basa en la constitución genética de los individuos. Ahora bien, si esto fuera cierto, los gemelos idénticos, que comparten la misma dotación genética, tendrían que desarrollar el mismo tipo de orientación sexual. Bailey intentó verificar la hipótesis con una investigación sobre voluntarios reclutados en la comunidad gay de Chicago. Halló que la coincidencia de orientación sexual era del 52% en los gemelos idénticos, del 22% en los gemelos dicigóticos y del 9% en los hermanos de distintas edades. Los resultados, aparentemente favorables, recibieron una amplia cobertura mediática.
Ese trabajo de Bailey tiene un problema de muestra. Con un grupo más representativo, tomado del Registro de Gemelos de Australia, el propio Bailey halló una tasa de concordancia mucho más baja, el 11,1%, en los gemelos idénticos. Ni este segundo estudio, ni otro posterior realizado en Suecia, que redujo la tasa al 9,8%, recibieron apenas eco en los medios de comunicación.
Otros estudios proponen que la homosexualidad se hereda y estiman la tasa de transmisión en el 30-50% para los hombres y algo menos en el caso de las mujeres. Pero esas cifras son muy poco significativas, pues son similares o inferiores a las tasas de herencia observadas en actitudes muy diversas, como la postura política derechista, la religiosidad o el hábito de ver mucha televisión (45%).
Lo único que se puede concluir a la vista de las investigaciones hechas hasta ahora es que la homosexualidad es un asunto sumamente complejo sobre el que aún hay muchas más incógnitas que certezas. El origen de la homosexualidad parece estar en una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales, sin que sepamos el grado de influencia de cada uno.
Parejas menos estables
Otro tópico es que las relaciones homosexuales no son distintas de las heterosexuales en cuanto a grado de fidelidad y compromiso, cosa que se aduce en favor del “matrimonio gay”. Los estudios hechos no apoyan esa idea. Uno de ellos estima en el 82% la tasa de infidelidad de los gay, frente al 26% de los hombres con pareja femenina. Otro, hecho en Noruega y Suecia con una muestra más representativa, concluye que la tasa de ruptura en los primeros cinco años de las parejas gay es un 50% más alta que en los matrimonios, y en las parejas de lesbianas, un 167% más.
Por otro lado, para defender la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, se suele afirmar que los educados en un entorno homosexual no tienen mayor probabilidad de desarrollar la misma tendencia sexual. Las investigaciones, según Jones, sugieren más bien lo contrario. “La paternidad gay triplica o cuadruplica el índice de homosexualidad”, que pasa del 2% al 8%, “lo que constituye un efecto relevante desde un punto de vista estadístico”.
¿Se puede cambiar?
“La influencia de factores biológicos no excluye que se pueda modificar la orientación sexual”, contra lo que creen algunos. En realidad, no puede decirse que la ciencia haya demostrado la imposibilidad de cambiar.
Jones se hace eco de una investigación, dirigida por Mark Yarhouse (Regent University) y él mismo, que analizaba el comportamiento de ciertas personas interesadas en modificar su orientación homosexual. Se estudiaron 98 casos (72 hombres y 26 mujeres) que se inscribieron en uno de los programas terapéuticos de Exodus International.
Los resultados del estudio son los siguientes: el 23% de las 63 personas que completaron el programa terapéutico logró modificar su atracción y se convirtió en heterosexual; el 30%, si bien no cambió de forma completa, al menos afirmó que había abandonado las prácticas homosexuales y había dejado de identificarse como homosexual; el 20% no apreció cambios significativos en su tendencia y el 27% continuó el proceso, si bien con resultados en general poco satisfactorios. Jones subraya, por otro lado, que “el intento de cambiar de orientación sexual no ha conllevado en ellos ningún aumento del malestar psicológico; más bien, les ha producido mejoras en su equilibrio mental”.
Un fenómeno complejo
Siendo coherente con sus repetidas advertencias, Jones señala que tampoco en su propio estudio la muestra es representativa y, por tanto, no se pueden generalizar los resultados. Pero al menos “se puede afirmar que la orientación sexual es a veces mudable”.
La homosexualidad, como fenómeno complejo que es, admite muchas variantes, unas más “modificables” que otras: la posibilidad de cambiar de orientación sexual depende, entre otras cosas, de la motivación personal de quien se lo propone, y de sus convicciones.
Así, “la mayoría de los que buscan el cambio y la mayoría de los que finalmente cambian son personas de sólida fe religiosa; los individuos que creen que Dios interviene en su vida y que se encuentran integrados en comunidades que les atienden se encuentran motivados por su profundo conocimiento de quiénes son como persona delante de Dios”.
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