Por José Manuel Belmonte, Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en el Blog del autor Esperando la Luz el 9 de marzo de 2019.
Quienes han escrito la historia de las civilizaciones, han sido las personas, es decir quienes ideológicamente, siempre, se han creído o sentido seres superiores, por pertenecer a la especie humana. A las demás especies existentes y los individuos que las integran en el Planeta, apenas se les ha tenido en cuenta, o ha sido únicamente para utilizarlos como parte de la cadena alimentaria.
Por eso desde la antigüedad, el sistema de vida y de creencias, -y la evolución de una y otras, hasta llegar al sistema socioeconómico y tecnológico actual-, el adjetivo «civilizado» nunca se ha pensado que conviniera más que a los «humanos». En consecuencia, los hábitos, reglas, leyes y adjetivos han seguido y siguen esas pautas.
«Las personas civilizadas son las que pueden convivir con otras en un medio social de acuerdo a las pautas de comportamiento que esa sociedad establece. Un animal puede considerarse civilizado cuando responde a un proceso de domesticación y actúa de acuerdo a las órdenes de los dueños, ocultando en mayor o menor grado su lado salvaje» [enlace].
Según eso, los humanos que han escrito la historia, estarían dispuestos a conceder el adjetivo de «civilizados» a los animales, solo cuando ellos les han «domesticado», les «obedecen» y/o «han perdido u ocultado su lado salvaje».
Resulta paradójico que los seres de las distintas especies, nacen libres, se sienten y viven libres, pero los únicos que hayan montado un sistema en defensa de la libertad, sean los humanos. ¿Se sienten amenazados? ¿Son ellos mismos un peligro para los demás y para sí mismos?
No creo que la duda ofenda. Las respuestas a las preguntas, son más bien escasas. Y salvo excepciones, no han sido buscadas, por la sencilla razón de que, quienes deberían buscarlas, están (estamos) entre los «animales racionales» o «civilizados», aunque seamos también animales.
Alguien ha dicho que: «Los peores crímenes siempre nacen de la idea delirante de muy pocos, que muchos otros por cobardía e indiferencia dejan convertirse en realidad. Cuando los malos ganan es porque se lo permiten aquellos que habrían podido pararles los pies y no lo hicieron. Esto no solo es aplicable a las grandes tragedias, sino a la vida cotidiana de las sociedades democráticas desarrolladas en las que las múltiples variedades del rodillo ideológico… cada vez con mayor agresividad, (aplastan) los derechos civiles de los individuos y destruyen lenta pero implacablemente nuestro sistema de defensa de la libertad».
Ese interés exclusivo y egoísta de los «civilizados» humanos, ¿les ha beneficiado a ellos y a los demás seres que han convivido o conviven en el Planeta? Veamos. La comunidad científica de 184 países ha firmado varios AVISOS A LA HUMANIDAD, para que tome consciencia de la gravedad de la situación en que nos encontramos, generalmente por la acción humana. El primer Aviso se hizo en 1992.
1) Los no humanos, son los primeros amenazados.
Evidentemente, la pregunta que encabezaba el escrito, no es romántica o nostálgica, como alguno pueda imaginar. No es la canción de Roberto Carlos, «Yo quisiera ser civilizado co
mo los animales», que podía ser un himno a la vida y la convivencia de humanos y animales. Es, mucho más profunda. Tiene que ver con la amenaza que sobre ellos (los animales) y sobre nosotros, se cierne, si no tomamos consciencia y ponemos remedio.
No hemos aprendido, que ellos viven, sienten, y dejan vivir, sin juzgar, sin descalificaciones y sin miedos (salvo a la violencia, los ruidos y las explosiones). Respetan y aceptan cada cosa como es y cada día como viene. Por supuesto tienen que alimentarse, pero sin destruir el entorno. Son felices con lo mínimo y quien a ellos se acerca, puede aprender mil cosas.
Viven naturalmente en grupos, en manadas o en sociedades. Socializan con individuos de otras especies, pero no son considerados «civilizados». Su mayor peligro no son las bajas que sufren de algún animal que mata para alimentarse, sino los humanos, por su falta de respeto y su avaricia.
Éstos, los «civilizados», con el uso de la inteligencia, de la fuerza y de la tecnología, les han puesto en peligro y les han llevado a situaciones de consecuencias graves, -en muchos casos ya irreversibles-, para los individuos y sus especies. ¿Quién (persona u organismo) y cuándo han defendido sus derechos? Y si últimamente se habla de ellos, ¿es por interés de los «animales» o por el propio interés de los humanos?
En este punto, convendría recordar que la Humanidad mata cada año, para consumir su carne, a un número de 30.000 millones de animales, (solo de bovino, ovino, caprino, porcino, equino, aves y conejos) lo que multiplica por cuatro la propia población humana.
Nos enfrentamos a «una pérdida del 29% en el número de mamíferos, reptiles, anfibios, aves y peces. Algunas especies se están extinguiendo a una tasa 1000 veces mayor de la normal. Tan solo en el análisis de 177 especies de mamíferos, los investigadores hallaron que esos animales han perdido ya al menos 30% de su «espacio» territorial entre 1900 y 2015, y el 40% de esas especies han sufrido pérdidas sustantivas de población. Se está arrasando a la naturaleza de modo acelerado y algunas especies tan icónicas como los elefantes o los osos polares, están en grave riesgo de colapso» [enlace]
Si a ello añadimos, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, los incendios y las guerras, cualquiera puede hacer la pregunta en Internet sobre la desaparición de especies. La respuesta que yo he recibido el 7 de marzo 2019 es que se extinguen de150 a 200 especies cada 24 horas. La ONU ya había alertado en 2017, «que eso se consideraba la mayor ola de extinciones desde que desaparecieron los dinosaurios». Por si alguien no lo recuerda: hace unos 65 millones de años.
En todo caso y en general, los sabios están de acuerdo en que los «no civilizados» hacen menos daño que los humanos a la Naturaleza y a su entorno. Puede decirse, pues, que «los no civilizados» son mayoritariamente las víctimas inocentes de la acción humana. Tan solo por eso, ya debería hacer pensar que no es una locura decir que deberíamos ser «civilizados como los animales».
Si además hubiéramos tenido la humildad de acercarnos a ellos y descubrir la riqueza de su alma, su ternura, su fidelidad y sus ganas de jugar y de vivir, tal vez nos hubieran ayudado a descubrir y ser lo que somos. ¡Hay muchas cosas del universo y de nosotros que desconocemos y que los animales pueden ayudar a descubrir, si hubiera disposición de aprender! Sin pretender que sean como el lobo converso, de Rubén Darío, que veía que «todas las criaturas eran mis hermanos: los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos»…
2) Los propios humanos, a veces, ponen en duda que sean «civilizados».
Según la definición de «civilizado», que una persona sea «civilizada» puede indicar, 1) simplemente que «forma parte de una civilización»; 2) que «su manera de actuar es apropiada para la convivencia social».
Pero, como la historia no se puede negar y los hechos son los que son, quienes adjudican ese calificativo a los humanos, se ven obligados a reconocer que: «Una de las situaciones o circunstancias más comunes en las que tal condición de civilizado se puede poner en duda es aquella en la cual las personas realizan diversos actos de violencia irracional contra otros (personas u objetos) con el simple objetivo de destruir o de causar daño». [enlace].
¿Cuántos «no civilizados» han usado la violencia contra los de su propia especie?
a) La violencia irracional que aún persiste.
Me refiero a la violencia que manifiesta y ejerce contra los seres de su misma especie. Que no se justifica para poder comer, sino «para dominar, destruir y causar daño».
La historia de la humanidad está plagada de miedos y de guerras, de muertes y de heridos. Tan solo una muestra de esa barbarie cuyos datos están al alcance de cualquiera: Entre 1914 y 1918, la guerra costó la vida a un número indefinido que va de 10 a 31 millones de humanos entre civiles y militares; además de dejar cerca de 18 millones de heridos.
El resultado de la acción devastadora del ser humano, en 6 años y un día que duró la II Guerra Mundial, que termino en 1945, según los historiadores dejó más de 72 millones de muertos; algunos elevan esa cifra hasta 83 millones. Pero además, a ese terrible balance, habría que añadir 65 millones de heridos, de los cuales 35 millones quedaron muy graves y 3 millones de desaparecidos.
Cierto que ese desastre terminó hace 74 años. ¿Fue suficiente para que los humanos inteligentes, aprendieran la lección de ser «civilizados»? ¡En absoluto!
Hubo naciones que no se implicaron directamente en esas contiendas, aunque como España sufrieron antes o después durísimas guerras civiles. En China entre l948-49 que duraron menos de 3 meses, las cifras de bajas, solo en la batalla de Huaihai, más de 500.000 soldados nacionalistas y más de 130.000 comunistas.
Tampoco la tragedia humana se detuvo entonces. Ha habido después guerras en todos los continentes. En algunos persisten. A parte de las personas que han perdido la vida en ellas, ACNUR cifraba el número de desplazados a finales de 2018, en 69.000 millones.
Seguro que alguno se pregunta si de verdad somos ¿»más civilizados» que los animales?
b) La ambición irracional nos ha convertido en deudores y esclavos.
Si a esas cifras, se añaden, los incendios provocados, la tala indiscriminada de árboles que reduce constantemente el pulmón terrestre, la especulación y la ambición de quienes quieren ganar el máximo posible en el menor tiempo posible, está dejando el futuro de la mayoría en manos de unos pocos.
Los jóvenes, los trabajadores y los ancianos, y todos de algún modo, incluso antes de nacer, son propiedad del Estado. Pero es el sector financiero quien gobierna, gracias a la especulación, y la globalización. Los partidos y los gobiernos de cualquier color y de cualquier país, están en manos del mercado financiero.
La natalidad, la superpoblación, el trabajo permanente y el estado del bienestar son una amenaza para ese sistema. El trabajo se precariza. El empresario intenta salir al paso con prejubilaciones. Y el Estado con todo tipo de ayudas incentivadoras o subvenciones.
El dinero físico en circulación es cada vez menor. En general, el dinero no está respaldado por patrones reales de oro, en ningún país. La mayor parte es virtual y «apuntes contables». Se inyecta dinero y se aumenta la deuda, aunque los gobiernos pierdan credibilidad, porque es a los ciudadanos -actuales y futuros-, a quienes se les endosa la deuda sobre la deuda.
El sistema socioeconómico está siendo engullido por un entramado global de especulación, en pocas manos. Muchos no se dan cuenta pero el cambio es tan brutal que se está dando paso a una sociedad de «esclavos integrales». Creen ser felices porque ignoran lo que son, mientras consumen.
Para algunos filósofos y sociólogos, como Zygmunt Bauman les llama también «raza de deudores»
Los más lúcidos, comienzan a inquietarse o están ya desconcertados. El futuro les produce miedo y el presente pesimismo. Esto se puede sentir en un clima de crispación y violencia, tanto en el ámbito social, como en las familias, en la juventud y en diversas formas de bullyng (acoso físico o psicológico)
En este cambio, la sociedad ha ido perdiendo valores. Pero los humanos cada vez recuerdan menos que son, espíritus encarnados. Y sin eso ¿qué les queda?
Los animales, en general, no padecen ese estrés. Son una buena compañía. Su cercanía relaja y da paz. Tal vez debiéramos preguntarnos si no sería bueno que fuéramos «civilizados» como los animales.
Cada vez se está utilizando a los animales como terapia, con resultados muy positivos. ¿Por qué no facilitar la educación, el aprendizaje, la adquisición de habilidades y el descubrimiento de valores que pueden aportar los animales, en la familia y en la escuela?
Si no aprendemos, de forma urgente, y tomamos consciencia, tendremos, como dijo Hawking, que abandonar este Planeta azul.