Educar: ¡el descubrimiento de los valientes!
11/10/2011
Opinión favorable a los bancos privados de sangre de cordón umbilical
13/10/2011

Por el Dr. José María Montiu de Nuix, Doctor en Filosofía, matemático y miembro de CíViCa

            Ante las próximas elecciones políticas al Gobierno de España, cabe preguntarse lo siguiente: ¿A quiénes votar? ¿Quiénes pueden ofrecer confianza al elector? Es patente y evidente que al elector sólo quienes estén empeñados en fomentar el bien común pueden llegar a inspirarle una razonable confianza. A su vez, dado que toda sociedad se resuelve en personas, es del todo claro que la clave de la sociedad es la persona humana en su dignidad. Querer el bien común tiene pues su clave en querer el bien de las personas. Siendo el bien fundamental de la persona humana la propia vida, sino se quiere el bien de la vida en el ser humano, no se podrá querer bien alguno para nadie del género humano. Aunque el bien de la vida humana es algo que se ha de querer en toda persona humana por la intrínseca dignidad de toda persona, es también cierto que ha de haber una especial preferencia por la vida humana del inocente más débil. Sería pues del todo absurdo afirmar que se quiere el bien de la vida de alguna persona si no se quiere el bien del ser humano inocente, débil, indefenso. Así pues, sería totalmente disparatado afirmar que se quiere el bien de alguna persona humana sino se quiere el bien de la vida de una persona concebida pero aún no nacida. De aquí se sigue claramente que sólo quienes estén en contra del aborto y a favor del derecho a la vida humana pueden llegar a inspirar una confianza razonable en el elector.   

            Este razonamiento humano se encuentra en el ámbito de los principios filosóficos y en el ámbito de la verdad, y se corresponde perfectamente con la realidad. Expresando el mismo raciocinio con otro lenguaje, se tiene lo que sigue. Existen dos tipos de gobernantes: los que tienen en cuenta el bien de las vidas de las personas y los que pasan de las vidas mismas de las personas.  Cuando ni siquiera la vida humana del inocente sumamente indefenso, pobre, desnudo, carente de todo, necesitado, sin voz, no tiene valor alguno para mover los corazones, la ternura, la piedad, entonces el corazón está gravemente enfermo y, entonces, desprovisto el corazón de su fuerza benefactora, sólo es esperable la actitud racista, dictatorial, nazi, despótica, del poder que ya no está limitado por la razón, por la justicia, por la solidaridad, por la ética, por el humanismo, por la verdadera libertad, por la necesidad de procurar el bien común. No se puede hablar verdaderamente de actitud democrática cuando se llega a la corrupción de ser partidario de la violencia con respecto al concebido y aún no nacido, cuando es marginada la mujer sistemáticamente, cuando no le importa a uno los super-traumas que tendrán las madres que han asesinado a su hijo aún no nacido, abortando. En definitiva, no ofrece confianza democrática alguna quién no está a favor del derecho de la vida y, particularmente, quién no está a favor del derecho a la vida de toda persona humana concebida y aún no nacida y, por tanto, del lado de toda vida humana.

            En suma, para merecer confianza política se precisa en el político la poesía de ser capaz de inclinarse con cariño hacia el débil, marginado, pobre, no nacido, bebé, anciano. Mirada ésta que sabe agradecer el don de la mujer, de la maternidad y de la vida.

Por el Dr. José María Montiu de Nuix, Doctor en Filosofía, matemático y miembro de CíViCa

            Ante las próximas elecciones políticas al Gobierno de España, cabe preguntarse lo siguiente: ¿A quiénes votar? ¿Quiénes pueden ofrecer confianza al elector? Es patente y evidente que al elector sólo quienes estén empeñados en fomentar el bien común pueden llegar a inspirarle una razonable confianza. A su vez, dado que toda sociedad se resuelve en personas, es del todo claro que la clave de la sociedad es la persona humana en su dignidad. Querer el bien común tiene pues su clave en querer el bien de las personas. Siendo el bien fundamental de la persona humana la propia vida, sino se quiere el bien de la vida en el ser humano, no se podrá querer bien alguno para nadie del género humano. Aunque el bien de la vida humana es algo que se ha de querer en toda persona humana por la intrínseca dignidad de toda persona, es también cierto que ha de haber una especial preferencia por la vida humana del inocente más débil. Sería pues del todo absurdo afirmar que se quiere el bien de la vida de alguna persona si no se quiere el bien del ser humano inocente, débil, indefenso. Así pues, sería totalmente disparatado afirmar que se quiere el bien de alguna persona humana sino se quiere el bien de la vida de una persona concebida pero aún no nacida. De aquí se sigue claramente que sólo quienes estén en contra del aborto y a favor del derecho a la vida humana pueden llegar a inspirar una confianza razonable en el elector.   

            Este razonamiento humano se encuentra en el ámbito de los principios filosóficos y en el ámbito de la verdad, y se corresponde perfectamente con la realidad. Expresando el mismo raciocinio con otro lenguaje, se tiene lo que sigue. Existen dos tipos de gobernantes: los que tienen en cuenta el bien de las vidas de las personas y los que pasan de las vidas mismas de las personas.  Cuando ni siquiera la vida humana del inocente sumamente indefenso, pobre, desnudo, carente de todo, necesitado, sin voz, no tiene valor alguno para mover los corazones, la ternura, la piedad, entonces el corazón está gravemente enfermo y, entonces, desprovisto el corazón de su fuerza benefactora, sólo es esperable la actitud racista, dictatorial, nazi, despótica, del poder que ya no está limitado por la razón, por la justicia, por la solidaridad, por la ética, por el humanismo, por la verdadera libertad, por la necesidad de procurar el bien común. No se puede hablar verdaderamente de actitud democrática cuando se llega a la corrupción de ser partidario de la violencia con respecto al concebido y aún no nacido, cuando es marginada la mujer sistemáticamente, cuando no le importa a uno los super-traumas que tendrán las madres que han asesinado a su hijo aún no nacido, abortando. En definitiva, no ofrece confianza democrática alguna quién no está a favor del derecho de la vida y, particularmente, quién no está a favor del derecho a la vida de toda persona humana concebida y aún no nacida y, por tanto, del lado de toda vida humana.

            En suma, para merecer confianza política se precisa en el político la poesía de ser capaz de inclinarse con cariño hacia el débil, marginado, pobre, no nacido, bebé, anciano. Mirada ésta que sabe agradecer el don de la mujer, de la maternidad y de la vida.

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Ciencia | Cultura | Vida Asociación de Investigadores y Profesionales por la Vida.