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Por José María Montiu de Nuix, doctor en filosofía, sacerdote, matemático, socio de CiViCa

El pensamiento clásico, el más excelente de todos, se ha caracterizado siempre por hundir sus raíces en lo más hondo y más profundo de la realidad. Gracias a este enraizamiento ha podido expresar las cosas tal como realmente son. Al pensamiento clásico está contrapuesto el pensamiento postmoderno. Éste cae en el nihilismo, no aceptando ni la verdad ni los valores. Propone, además, que ello se viva sin percibir tragedia alguna. Es como si viese la “tragedia como si no fuese tragedia”, o, más absurdamente aún, como “tragedia sin tragedia”. El nihilista es comparable al arquitecto a quién se le hunde el edificio diseñado, y que, no obstante, no ve en ello ninguna tragedia, cual si hubiese sólo sucedido en un mundo virtual o en una mera comedia.   

Por José María Montiu de Nuix, doctor en filosofía, sacerdote, matemático, socio de CiViCa

El pensamiento clásico, el más excelente de todos, se ha caracterizado siempre por hundir sus raíces en lo más hondo y más profundo de la realidad. Gracias a este enraizamiento ha podido expresar las cosas tal como realmente son. Al pensamiento clásico está contrapuesto el pensamiento postmoderno. Éste cae en el nihilismo, no aceptando ni la verdad ni los valores. Propone, además, que ello se viva sin percibir tragedia alguna. Es como si viese la “tragedia como si no fuese tragedia”, o, más absurdamente aún, como “tragedia sin tragedia”. El nihilista es comparable al arquitecto a quién se le hunde el edificio diseñado, y que, no obstante, no ve en ello ninguna tragedia, cual si hubiese sólo sucedido en un mundo virtual o en una mera comedia.   

La superficialidad postmoderna facilita que aumente el número de abortos, por cuanto ésta tiende a no contemplar con plena seriedad la gravedad de los hechos, a pasar de modo superficial por encima de la realidad, como quién pasa bajo una ducha sin mojarse. Esto es, facilita que no se reaccione suficientemente hasta haber pagado al que ha hecho el aborto, al que ha dado la estocada fatal al nuevo ser humano. Favorece que haya tiempo suficiente de adormecimiento para que sea posible que los pavos salgan volando para no volver nunca jamás a la mano de su dueña de antaño.  

Pero, nadie puede vivir eternamente en la ideología postmoderna, ya que éste modo de pensar se halla en contradicción con la humana naturaleza, de modo parecido a como el escepticismo pugna con ella. Se comprende lo que ocurrió a un filósofo escéptico, el cual, tras afirmar que dudaba de todo, no dudó en modo alguno en echarse a correr cuando se percató de que un perro rabioso se le acercaba peligrosamente.    

En la abortista postmoderna, la natura humana, antes o después, pugnará por mostrar sus impulsos, aparecerán interrogantes, corazonadas, latidos, intuiciones. Se irá sintiendo lo que naturalmente se halla pegado al corazón, el instinto maternal, por el cual el “corazón del niño” llega a sentirse como el “niño de su corazón”. ¡Es lo que se siente! ¡Es la fuerza del sentimiento y la actuación de la inclinación natural! Y, con ello, renacerá, a su vez, la voz de la conciencia, inscrita en el corazón, sintiéndose así más intensamente el peso del ya cadáver. Paulatinamente irá mostrándose, más y más, aquí y allí, que la tragedia existe. Pues, no siempre tendrá los ojos vendados por la ideología postmoderna, no siempre estará anestesiada frente a la realidad, la cual no fue antaño una muerte virtual de un hijo, sino real y realísima muerte. Momentos, en definitiva, en que los ojos irán abriéndose hasta despertar, pero ya sin poder recuperar ni el hijo ni aquellas monedas de sangre, de ida sin regreso. Además, siendo claro que la natura humana obra en conformidad con lo que ella misma es, difícilmente una persona madura podrá permanecer mucho tiempo pensando que el fruto de la unión de un hombre y de una mujer es un hipopótamo o una ballena u otra barbaridad, y no un niño.

En suma, frente a la ola postmoderna del aborto como “tragedia sin tragedia” tiende el corazón a rebelarse hasta notar “cuán realmente trágico” es el mar del aborto.

CíViCa
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