Por Julio Tudela, Farmacéutico. Máster en Bioética. Miembro del Observatorio del Bioética de la Universidad Católica de Valencia. Publicado en Observatorio de Bioética de la UCV el 4 de febrero de 2022.
Algunos medios de comunicación se hacen eco de una investigación publicada en la revista china “Journal of Biomedical Engineering”, desarrollada por investigadores del Instituto de Ingeniería y Tecnología Biomédica de Suzhou, en China, que afirman haber construido un útero artificial capaz de simular las funciones del útero materno en humanos, aunque los experimentos desarrollados hasta ahora lo han sido con ratas, dados los límites éticos establecidos para la experimentación con embriones humanos (ver AQUÍ).
Aunque el mencionado medio habla de una técnica dirigida a una futura sustitución del útero materno en la gestación humana por este dispositivo que aportaría al embrión las mismas condiciones de la gestación natural, no parece ser este el objeto del hallazgo.
Según afirman los promotores del estudio, se trata de diseñar un instrumento que permita incrementar las posibilidades de supervivencia sin secuelas de los grandes prematuros, bebés nacidos alrededor de la semana 24 de gestación cuyas posibilidades de seguir vivos sin padecer graves deficiencias son limitadas, aunque se están dando grandes progresos en la medicina intensiva perinatal que permiten a muchos de estos prematuros evolucionar sanos.
Existen experimentos previos en este sentido, que se han ensayado con corderos y que aspiran también a ser sustitutos uterinos en casos de grandes prematuros, mejorando su supervivencia libre de secuelas ( ver más).
Pero afirmar, a partir de este último trabajo, que está próxima la posibilidad de sustituir la gestación humana “sin necesidad de una madre” tal como afirma el mencionado diario, es ir demasiado lejos.
La gestación, y específicamente la gestación humana, constituye un proceso de gran complejidad, del cual se desconocen aún muchos de sus mecanismos y procesos biológicos. De lo que se habla en estos ensayos es de prolongar el entorno uterino en grandes prematuros para permitirles un grado de maduración que mejore sus posibilidades de supervivencia sin secuelas, que es algo muy diferente de promover la gestación desde las etapas iniciales del desarrollo embrionario, algo mucho más complejo, que a fecha de hoy no parece que pueda producirse en los próximos años.
Como ya indicamos en su día respecto a la puesta a punto de las placentas artificiales ensayadas con corderos destinadas a grandes prematuros, este hallazgo constituye una excelente noticia científica y éticamente, porque puede contribuir a la supervivencia y salud de estos neonatos cuando la técnica sea aplicable definitivamente en humanos, cosa que aún no se ha producido. Lo mismo cabría decir del experimento que nos ocupa ahora, que no sería más que una evolución de aquellas placentas artificiales de hace 5 años, constituyendo un entorno artificial más parecido a un útero que pudiera mostrarse más eficaz en la contribución al desarrollo madurativo de grandes prematuros.
Pero afirmar que este es un paso para “liberar a la mujer de la gestación” e “incrementar las tasas de fecundidad” en entornos con riesgo de colapso demográfico como ocurre en China y países del primer mundo, porque permitiría “producir individuos de manera artificial”, en un proceso industrializado, es alejarse de la evidencia científica, del sentido común de los límites de aceptabilidad ética.
Independientemente de las dificultades técnicas que implicaría una supuesta gestación artificial en su totalidad, imposibles de resolver hoy y durante los próximos años, debe matizarse que la gestación es mucho más que el sostenimiento biológico y nutrición de un embrión o feto. La interacción entre la madre gestante y su hijo durante el embarazo van mucho más allá e implica factores inmunológicos, metabólicos, genéticos y psicológicos (ver más), que “conforman al bebé y a su madre, como han demostrado algunos estudios sobre las modificaciones cerebrales de la mujer tras el embarazo además de los intercambios genéticos entre la mujer gestante y su hijo durante la gestación, todavía hoy no bien conocidos (ver AQUÍ).
Algunos de los presentados como avances científicos esconden graves riesgos de retroceso para la humanidad, y este podría ser uno de esos casos, cuando una herramienta destinada a preservar la vida y mejorar la salud de los grandes prematuros se pretende desvirtuar presentándola como una alternativa a la gestación natural, que no contribuiría en absoluto, por las razones expuestas, a la salud integral del nasciturus y de su madre.