Por José María Montiu de Nuix. Sacerdote, matemático, socio de CiViCa. Recibido el 28 de octubre de 2021.
Hoy el estado de la cuestión consiste en que no se respetan los derechos de los miembros de la clase médica. En efecto: en estos últimos años se ha estado desarrollando un pensamiento único, que es lo que suele denominarse pensamiento políticamente correcto. Se trata de una ideología que pretende estar por encima de la ciencia, médica y biológica. Esta pretensión ha llegado incluso a afectar a todo lo más importante de la medicina y de la biología por lo que respecta a la persona humana: la vida, etc. Llegándose incluso a negar los hechos verdaderamente científicos, de tipo médico y biológico, los más elementales, los más patentes, los más evidentes, los más obvios. No se reconoce tampoco aquello que es la función propia del médico, estar al servicio de la salud y de la vida. Se niega la misma naturaleza de las cosas. Se desprecia la constitución cromosómica del ser humano, la relevancia de la información contenida en el ADN,…
La ideología es considerada superior a la objetiva observación natural, a la ciencia experimental, al sentido común, a lo más coherente con la ciencia experimental, etc. Se considera que la voz de la verdadera ciencia, médica y científica, no tiene ningún valor ante una ideología que carece de toda base verdaderamente científica. La ideología se quiere imponer sólo por ser ella la propia corriente de pensamiento. Se quiere imponer por mera presión, por la fuerza, por mera imposición. Es obvio que en esta situación ideologizada, en la que sólo cuenta la ideología, y frente a ésta nada cuenta la ciencia, nada pueden contar tampoco los científicos de la medicina y de la biología, los médicos y los biólogos. Se toman resoluciones de gran trascendencia en los ámbitos médicos y biológicos sin siquiera contar con las instancias médicas y biológicas. Incluso se llega a presionar a toda la clase médica para que nadie de la misma pueda hacer uso de su derecho a la objeción de conciencia sin tener que padecer algún tipo de punición, pues no se le perdona que esto contradeciría a la ideología que se quiere imponer.
El estado de la cuestión manifiesta a las claras que estamos ante un atentado contra toda la clase médica, un auténtico atropello contra la misma. La dimensión anticientífica de la ideología va unida necesariamente a una actitud anti-científicos, concretamente, anti-médicos y anti-biólogos. Esta aversión va dirigida con mayor fuerza, claro está, contra los científicos que tengan un mayor grado de cientificidad. En definitiva, es evidente que, la antedicha ideología, en tantísimas de las cuestiones que trata, resulta claramente contraria a los derechos de los miembros de la clase médica. Se desprecia, pues, constantemente a toda la clase médica. Este desprecio es el único común denominador de las grandes cuestiones médicas y biológicas que se están planteando. En cambio, por ejemplo, la cultura de la muerte, aún estando tan extendida, no llega a ser su común denominador.
La riada pro-abortista, provocó, por reacción natural, de defensa del derecho a la vida, la creación de una riada de asociaciones pro-vida. Análogamente, como algo que cada día urge mucho más, la riada de atropellos contra la clase médica habría de provocar una riada de asociaciones para la defensa de los derechos de los médicos. Si esto no se logra, es de prever que habrá muchos más atropellos, pues a las ideologías les sobran los científicos, como a los revolucionarios les sobran los intelectuales serios.