Por Pablo Ginés. Publicado en Religión en Libertad, el 31 de agosto de 2021. Apuntes de los biólogos Nicolás Jouve de la Barreda y Miquel-Àngel Serra.
Transhumanismo y mejoramiento genético mediante CRISPR: cuestiones científicas y bioéticas. Congreso Razón Abierta sobre Transhumanismo. Mesa redonda 2 – Ciencias Experimentales / Medicina, junto a Miguel Angel Serra y Juan Pablo Romero. Universidad Francisco de Vitoria, Madrid. 17-18 junio de 2021. https://youtu.be/21QHexC5dTk
En las jornadas sobre Transhumanismo en la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid, de junio de 2021, distintos expertos abordaron la ideología del transhumanismo, que tiene mucho de religión.
Igual que el comunismo prometía un futuro luminoso de igualdad y progreso, en una sociedad sin clases y muy virtuosa, a través de un proceso guiado por el Partido Comunista (se intentó con muchos muertos por doquier y no hubo nada parecido en ningún sitio que lo probara), el transhumanismo promete longevidad, cuerpos superpoderosos, salud y mil cosas más gracias a la tecnología. Es cierto que la ciencia avanza en distintos campos y logra algunas soluciones y tratamientos eficaces. Pero otras promesas son fantasías exageradas.
Además, hay un debate ético sobre lo que la ciencia puede modificar y lo que no. Una cosa es la terapia lícita y otra el llamado «mejoramiento».
Una cosa es reemplazar una extremidad perdida por una prótesis que ayude en la vida cotidiana. Otra es quitarse voluntariamente una parte del cuerpo sana y pedir una prótesis porque «el metal es mejor que la carne».
Vivimos en un mundo en el que por la ideología transgénero personas que se declaran de otro sexo encargan que les mutilen genitales y pechos perfectamente sanos y hay países que multan a quien lo critica o dificulte.
La autonomía del paciente se convierte en «el cliente siempre tiene razón». Si una persona tiene derecho a pedir que le maten con eutanasia, ¿no tendrá derecho a pedir que hagan todo tipo de experimentos y sustituciones en su cuerpo? ¿Y si llega el momento en que las empresas lo exijan? Pensemos, por ejemplo, en un posible uso futuro de drogas para rendir mejor en el trabajo.
La edición genética: lo que se puede hacer y lo que no
Nicolás Jouve de la Barreda, catedrático emérito de Genética y doctor en biología, explicó a los congresistas que es cierto que la biotecnología y en concreto la edición genética se encuentran en momentos revolucionarios. El Premio Nobel de 2020 para Charpentier y Doudna reconocía la capacidad de editar el ADN del genoma humano.
«Puede haber fallos: hay que saber detectar el fragmento que queremos cambiar, y hay que hacer la sustitución, que llamamos edición, con habilidad. En 2019 se mejoró mucho con la técnica Prime Editing pero sigue habiendo un margen de fallo«, explicó Jouve de la Barreda. Con esta tecnología, editar los genes de trozos de piel o tejidos no aporta grandes problemas técnicos ni éticos.
El gran punto que debe llevarnos a hacernos preguntas es la edición de los gametos, es decir, la genética de las generaciones futuras, algo que puede llevar a efectos imprevistos y a errores incontrolados en nuevas generaciones.
En junio de 2021, en la web sobre ensayos clínicos ClinicalTrials se recogían 380.000 investigaciones (de todo tipo), de las que 43 son ensayos clínicos de tecnología CRISPR de edición genética.
Nicolás Jouve de la Barreda, experto en genética y bioética
Útil contra enfermedades monogénicas
Jouve señala que esta técnica será útil contra enfermedades genéticas que dependen de un sólo gen: la hemofilia A y B, la talasemia, la enfermedad de Wilson, la de Gaucher, la anemia falciforme. También sirve algo contra el cáncer porque refuerza las células T para que detecten y ataquen rápidamente las células tumorales.
Los transhumanistas hablan de cambian caracteres enteros, de modificar los gametos o los embriones para que las nuevas generaciones sean más fuertes, resistentes, inmunes a algunas cosas, etc… Pero todo eso, al contrario que las enfermedades que hemos comentado, no depende de un solo gen, sino de mil cosas que desconocemos.
«Hay 21.000 genes y no sabemos como se relacionan muchos de ellos con caracteres«, señala Jouve. «Los transhumanistas miran las técnicas CRISPR con entusiasmo y ya han hecho 3 experimentos con embriones humanos de fecundación in vitro. En 2018 nacieron dos niñas chinas, Lulu y Nana, que eran embriones genéticamente modificados e implantados. Las autoridades chinas lo condenaron». Por ahora. Esta vez.
Éticamente, los riesgos son muchos: dañar genéticamente a la siguiente generación, que se use no por terapia sino por ambiciones… Para investigar no es necesario: se puede investigar con animales. En 2019 muchos expertos firmaron a favor de una moratoria en la edición génica hereditaria, que no se aplique en embriones humanos. Pero ¿cuánto tardará en hacerlo alguien, en algún sitio, y qué beneficios le reportará?
La diferencia entre terapia y «mejora» (‘enhancement’)
Otro de los expertos que abordó el tema fue Miquel-Àngel Serra, doctor en biología y autor de 3 libros sobre transhumanismo y bioética, en colaboración con el abogado Albert Cortina.
En primer lugar, señaló la diferencia entre usar la técnica para curar o aliviar (terapia) y usarla para ‘mejorar’ al cuerpo humano. «Terapia implica salir de la enfermedad, algo que todos hemos vivido. Mejorar, en cambio, es superar un déficit y llegar a una perfección que hoy nadie tiene», detalla.
Usar dispositivos externos (gafas, móvil, prendas de vestir) no es ‘enhancement’ o mejora. La mejora cambia el cuerpo.
Siguiendo a Günther Anders, Serra señala las 4 tecnologías en las que ponen sus esperanzas los transhumanistas: la nanotecnología (manipular lo tremendamente pequeño), la biotecnología, la informática (más capacidad de procesamiento) y las tecnologías cognitivas. El «gran salto» será usarlas para modificar el ADN en la fase germinal, crear una nueva generación de humanos modificados.
Ellos cuentan con el crecimiento en la velocidad de computación, de comunicación, el ‘internet de las cosas’ (conectarlo todo, sin cables, claro), el boom de la biotecnología, la facilidad de las impresiones en 3 dimensiones y esperan un posible boom futuro en robótica.
Miquel-Àngel Serra, experto en bioética con varios libros sobre transhumanismo
Serra pide recordar la realidad de nuestro tercer milenio y señala, como un jarro de agua, que las 10 causas de muertes en países pobres son cosas perfectamente tratables y evitables como las infecciones respiratorias, sida, diarreas, infartos y enfermedades isquémicas del corazón.
Serra recuerda que hay mil millones de personas sin agua, mil millones sin acceso a control de hipertensión, sin redes tratadas con insecticidas frente a los mosquitos, sin las 4 visitas necesarias para un buen cuidado prenatal… Todo eso -barato, factible, existente y disponible- salvaría muchas vidas pero casi nadie invierte en ello. «La bioética implica sentido de la justicia», recuerda.
El «coladero» de la salud según la OMS
En 1946 la Organización Mundial de la Salud hizo una polémica definición de lo que es salud: dijo que es «completo bienestar físico, mental y social«. Como cualquier cosa puede impedir ese «completo bienestar», cualquier cosa puede legalizarse o prohibirse en nombre de la salud. Por ejemplo, en España durante décadas se usó legalmente el «riesgo para la salud mental y social» para practicar abortos.
Ahora, los transhumanistas usan la misma frase para reclamar el «mejoramiento»: «si no me dejan mejorarme (enhancement), no tendré mi bienestar, es decir, mi salud», vendrían a decir.
Sería mucho más razonable volver a la ética natural y clásica de la medicina, la hipocrática o galénica, la que dice que la medicina busca recuperar una normalidad, recuperar funciones perdidas sin alterar la naturaleza del cuerpo y sus órganos. Pero en una cultura del consumismo y el deseo, la gente va a pedir más.
Julian Savulescu, un transhumanista autor del libro Mejoramiento humano (Human Enhancement) pide que no se usen palabras como «normalidad» o «discapacidad»: si nada es normal, todo es permisible.
Así, unos padres bajitos pueden querer que su hijo sea alto, y le darán hormonas de crecimiento. Eso no es «restituir la integridad», sino que va más allá. «Imaginemos que a niños de primaria les damos un fármaco para aumentar su concentración: eso es mejora y no terapéutica, porque no había un déficit que corregir».
Hay quien defiende ciertos mejoramientos con algunos límites:
– que no deformen el cuerpo,
– que no impidan la racionalidad,
– que no impidan elegir libremente
– y que no restrinjan ‘la amplitud del deseo humano’ (un eufemismo para decir que si se descubriera un ‘gen gay’, cosa que no parece factible, no se debería editar/eliminar)
El transhumanismo más extremo
Entre los transhumanistas más impacientes por «mejorar» la humanidad está Nick Bostrom, quien habla de un “deber moral de mejorar» (no la persona, sino la especie), incluso hasta lograr la inmortalidad.
Los transhumanistas no tienen doctrina sobre la naturaleza humana ni su dignidad. Tienen mala opinión del cuerpo humano, demasiado frágil y vulnerable.
No tienen claro qué es la mente y sospechan que es solo cerebro, y también sospechan que el cerebro son solo circuitos hechos de neuronas. Piensan que igual que se guardan datos informáticos «en la nube» (en realidad en un montón de grandes ordenadores) piensan que en el futuro se debería poder hacer con toda una personalidad, toda una mente, todo un yo.
Más allá de las visiones lejanas, hay otras que parecen más cercanas y factibles. Para empezar, como señala Erik Parens, los ricos tendrán acceso a tecnologías inaccesibles a pobres.
Además, se reafirmará un conformismo: todos querrán seguir unos pocos cánones de belleza establecidos.
Faltará la autenticidad en el físico (modificado con cirugía o con genética) y en la personalidad, porque se usarán psicofármacos para parecer más agradable y relajado. El uso de fármacos llevará a muchas discriminaciones: ¿no es competencia desleal que una empresa use sólo trabajadores químicamente dopados?
En cuanto a los riesgos de jugar con la genética son numerosos: inestabilidad en el genoma, consecuencias no deseadas en siguientes generaciones, modificaciones epigenéticas, efectos genotóxicos, mosaicismo, menos variabilidad genética…
Mucho de lo que sueñan los transhumanistas a largo plazo no es factible, pero muchos efectos dañinos a medio plazo sí parecen probables. Y detrás, la cultura del deseo y el consumismo: ‘yo lo quiero y hago lo que quiero’.
En este vídeo de 2 horas los expertos citados en el artículo desgranan las técnicas y las inquietudes morales y prácticas que pueden suscitar las ensoñaciones transhumanistas en biotecnología: