Por José María Montiu de Nuix, doctor en filosofía, sacerdote, matemático, socio de CiViCa. Publicado en Exaudi Catholic News, el 6 de julio de 2021
San Juan Pablo II, en la encíclica “Evangelium vitae”, afirmó tajantemente: “desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida (…) un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. (…) desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana (…). (…). El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho (…) a la vida”.
En la concepción científica de la lógica matemática más moderna y más abstracta se entiende por lógica todo sistema que se pueda obtener a partir de unos puntos de partida por medio de un factor coherencia. Lo único que se requiere es que haya unas reglas de juego coherentes. Esto es, sólo no merece el nombre de lógica el sistema en el que hay una incoherencia formal entre dos de sus proposiciones. En fin, ser lógico es ser coherente.
Pues bien, el Parlamento europeo ha aprobado el informe “Matic”, el cual, entre otras cosas, considera el aborto como un derecho. Es decir, según este informe, es un derecho humano ir contra los derechos humanos de los bebés no nacidos. Esto es, es un derecho suprimir el derecho. ¡Monumento a la ilógica! El informe se ha votado favorablemente conforme a los dictados de los grupos parlamentarios y no conforme a la verdad, al bien y a la lógica.
Pero, gracias a Dios, la naturaleza humana es más sabia que muchos europarlamentarios. En la misma existe una sabiduría, un sentido común, una orientación finalística hacia la conservación de las vidas humanas de los propios hijos, un instinto maternal que da con la verdad de las cosas, que hace diana, que acierta. Por esto decía santo Tomás de Aquino que no hay en el decálogo un precepto que diga honrarás a los hijos, ya que el amor de los padres para con los hijos está imprimido en la misma naturaleza humana. San Agustín, de forma más poética, hablando del reino animal, dice: “¿Qué tigre hay que blanda y cariñosamente no arrulle sus cachorros, y tranquilizada su fiereza, no los halague? ¿Qué milano hay, por más solitario que ande volando y rondando la caza para cebar sus uñas, que no busque hembra, forme su nido, saque sus huevos, críe sus pollos (…)”. De esta sabiduría de la naturaleza humana trato en las anécdotas reales siguientes.
Unas chicas habían estado intentando convencer a una joven a que no abortara. Desesperaban ya de poder convencerla, pues no hacía caso de ninguno de sus argumentos. En esto, sonó el teléfono. Una de las chicas, que tenía a un bebé en los brazos, le pidió a la joven que lo sujetara, para poder responder al teléfono. Terminada la conversación telefónica, fue restituido el pequeñín. Entonces la joven les dijo que ya no quería abortar. Todas quedaron extrañadísimas. ¿Qué había ocurrido? Haber tenido el bebé en brazos, había despertado su instinto maternal, solucionando todo.
Una madre pobre quería abortar, pues pensaba que no podría mantener a su nuevo hijo. Entonces, alguien le dijo: mira, mata al hijo mayor, pues es el que come más, y da a luz a ese pequeñín, que comerá muy poco. Entonces, la mujer se echó los brazos a la cabeza, dándose cuenta de cuán horroroso era lo que había pensado hacer, y ya no abortó.
Como sacerdote cuántas veces he tenido en mis manos las lágrimas de mujeres sumamente apenadas, desconsoladas, llenas de dolor y de arrepentimiento, por la tragedia de haber abortado.
Un buen sacerdote, amigo mío, me contó que, encontrándose en una clínica, una mujer le dijo: ¡Te presento a tu hijo! Él respondió: ¡yo no tengo ningún hijo! Ella, replicó: ¡éste es tu hijo!, ¡te lo demuestro! Cuando yo quería abortar, tú me convenciste de que no lo hiciera. Así, pues, aunque tú no tienes parte física en este niño, es tu hijo, pues sin ti no viviría, vive gracias a ti, ¡te debe la vida!
En definitiva, no sólo la ciencia, la lógica, la filosofía y la teología refutan el informe “Matic”, sino que incluso basta el mero sentido común, el buen instinto, para refutarlo.