Por Vicente Soriano, médico especialista en enfermedades infecciosas, Profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UNIR y Editor jefe de AIDS Reviews (www.aidsreviews.com). Publicado en su Blog Vicente Soriano, médico e investigador, el 25 de mayo de 2020.
¿Hay posibilidad de reinfección tras sufrir COVID-19 en la primera ola? Esta es la pregunta que se hacen muchos. Un estudio publicado en Science ha demostrado que no cabe esperar reinfecciones con el nuevo coronavirus. Se origina protección inmune.
Los autores examinaron el grado de inmunidad frente al SARS-CoV-2 en macacos. La infección inicial elicitó anticuerpos que son neutralizantes y protegen de una segunda exposición al virus. Los seropositivos están protegidos, al menos por un tiempo (2-3 años) y ya no contagian a nadie. Esta es la experiencia con otros coronavirus humanos que producen catarro cada invierno. Por tanto, hay argumentos y esperanza para una vacuna inmunoprotectora, aunque tarde más de un año.
Pandemia de COVID-19 tras la primera ola
Los primeros 6 meses de pandemia de COVID-19 han acumulado cerca de 5,5 millones de casos confirmados y cerca de 350.000 fallecimientos en el mundo. España ha sido uno de los países que más ha sufrido la primera ola del tsunami. Más de dos meses después de declararse el estado de alarma (14 de marzo) y ordenarse el confinamiento, se han confirmado cerca de 300.000 casos y 29.000 muertos. Siendo cifras elevadas, son una infraestimación del número real, ya que no se han realizado pruebas diagnósticas en muchos casos sospechosos.
Dado que las medidas de prevención han incluido la suspensión de la mayoría de trabajos y actividades comerciales, la urgencia económica por volver a la normalidad es cada vez más acuciante para muchas familias y gobiernos. En esta situación es imperativo conocer cuánta gente se ha infectado y puede ser inmune, permitiendo una desescalada rápida de la paralización vivida. Por el contrario, si todavía hay mucha gente susceptible de infectarse o no hubiera inmunidad protectora frente al coronavirus, prolongar las medidas preventivas podría ser lo más conveniente.
Los tests de anticuerpos
Estas pruebas permiten conocer quién se ha infectado y quién no. Son diferentes de las pruebas de PCR, que diagnostican casos activos, esto es, personas que en ese momento replican el virus y son contagiosas. Generalmente ese periodo no va más más allá de 10 días. Se conoce como ‘3+7 rule’, esto es, contagiosidad 3 días antes de los síntomas y 7 días después del inicio. En ese periodo los infectados pueden transmitir el virus a otros. Una vez curados, casi todos los pacientes desarrollan anticuerpos.
Se han comunicado resultados de los primeros estudios de anticuerpos en diferentes lugares del mundo. En el estado de Nueva York, donde la pandemia ha sido, un estudio de más de 3.000 ciudadanos ha registrado tasas de anticuerpos del 14% en la población, siendo hasta del 21% en Manhattan y aún mayor en el Bronx. También hay datos de California, en la otra costa de Estados Unidos. La tasa de anticuerpos en Los Angeles fue del 4,6%.
En Europa, la estimación de personas infectadas se ha realizado de modos distintos. En Francia se han comunicado tasas de infección del 4,4%, aunque en Paris ascienden al 10%. En España, el gobierno ha dado a conocer los resultados preliminares del estudio ENE-COVID-19, que ha examinado la presencia de anticuerpos en más de 60.000 personas distribuidas por todo el país. La prevalencia global ha sido del 5%, aunque en algunas zonas, como Madrid, es superior al 11%.
Aunque los datos de seroprevalencia para el nuevo coronavirus muestran variaciones significativas de un lugar a otro, incluso dentro de un mismo país, podemos concluir que la mayoría de la población no se ha infectado y, por tanto, es susceptible de infectarse si se expone al coronavirus. Los tests de anticuerpos son la mejor herramienta para examinar si ha habido infección pasada. Desvelan también las infecciones asintomáticas.
Tormenta pasada y ahora llovizna persistente
COVID-19 es ante todo una crisis sanitaria. Por supuesto que habrá consecuencias económicas y sociales, pero es perverso plantear la crisis del COVID-19 como una cuestión de salvar la bolsa o la vida. No se trata de escoger entre prolongar el confinamiento para salvar más vidas o retomar la normalidad para salvar la economía. Pobreza y mortalidad van unidas.
Hay que recuperar la actividad y, a la vez, proteger a los más vulnerables. Recordemos que las víctimas mortales de COVID-19 han sido en más del 75% de los casos personas de más de 75 años, muchos de ellos en residencias geriátricas. Para el resto de la población, la mortalidad por COVID-19 es inferior al 0,5%.
Nada volverá a ser igual que antes. El coronavirus ha llegado para quedarse. Tras la tormenta de marzo y abril, vamos a tener llovizna durante meses. Dicho de otro modo, es previsible que COVID-19 pase de ser una pandemia aguda a ser un cuadro catarral endémico más.
Hay que volver al trabajo cuanto antes, pero con nuevas costumbres. Hemos de consolidar los nuevos hábitos de higiene de manos frecuente, mascarillas (o mejor aún, pantallas faciales), evitar contacto físico (abrazos, besos ‘sociales’, estrechar la mano, etc.) y procurar mantener distancias superiores a 1,5 mt al hablar con otras personas.
Las reuniones de grandes grupos de personas, especialmente en espacios cerrados, deben evitarse, pues favorecen brotes a partir de super-transmisores, incluso antes de que desarrollen síntomas. No hay duda de que el teletrabajo, las videoconferencias y la educación en línea van a crecer.
Por el contrario, los viajes se reducirán en lo posible, pues las dinámicas de contagio son diferentes en unas comunidades y/o países respecto a otros. La importación/exportación de casos, por tránsito de personas, podría dificultar en gran medida la eficacia de las medidas de confinamiento en un determinado lugar.
En resumen, la vuelta al trabajo va a ser más pronto que tarde, dada la imperiosa urgencia económica. Por el contrario, la vuelta al ocio (espectáculos, viajes de placer, discotecas, etc.) y eventos multitudinarios (congresos, ferias, etc.) será más tarde que pronto. Y todo a ser posible sin aglomeraciones y en espacios abiertos. Recordemos que el tamaño del inóculo viral es probablemente el principal determinante de la gravedad de COVID-19.
Tests rápidos en saliva y de venta en farmacias
Un grupo de expertos alemanes concluyó hace unos días que una estrategia de “contención adaptativa”puede ser la mejor forma de afrontar el futuro inmediato. Señalaron tres prioridades: 1) consolidar las medidas de distanciamiento social; 2) expandir el uso de tests diagnósticos; y 3) aislar pronto a los infectados y poner en cuarentena a los contactos. Hay una traducción disponible del documento del alemán al español.
Dado que el nuevo coronavirus se replica en la cavidad oral y hay altas concentraciones de virus y anticuerpos (IgG e IgA) en la saliva, es una prioridad desarrollar pruebas diagnósticas de antígeno y de anticuerpos en la saliva. Deben ser tests rápidos, que proporcionen resultados en 10-15 minutos. Deben ser fáciles de hacer y poder repetirse periódicamente, si ha habido exposición de riesgo o aparecen síntomas sospechosos. Por último, esos tests deberían ser baratos y ponerse a la venta en farmacias, como los de embarazo o los del VIH.
Formación universitaria en COVID-19
Desde UNIR, la universidad online, hemos puesto a disposición de nuestros alumnos una serie de sesiones sobre formación en COVID-19. Son de acceso gratuito. Agrupadas constituyen un programa de formación de excelencia, con un temario médico, psicológico, legal y social. Está impartido por especialistas nacionales de prestigio. Para los interesados, la superación de un examen final permitirá acceder a una titulación de experto universitario.
Por otro lado, hemos incorporado varias sesiones sobre COVID-19 en varios de los programas de posgrado de la Facultad de Ciencias de la Salud, como el Curso de Experto Universitario en Genética Clínica & Medicina Personalizada y el Máster Oficial de Bioética