Por Roberto German Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología. Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de Roberto Germán Zurriaráin el 6 de octubre de 2019.
La cultura moral contemporánea se caracteriza, entre otras cosas, por la ausencia de un acuerdo sobre qué sean el «bien» y el «mal», que arranca de la convicción sobre la imposibilidad de dar una justificación racional de la moralidad objetiva, a esta manera de pensar se le denomina emotivismo ético, es decir, una moral del sentimiento subjetivo o subjetivismo del sentimiento. Frente a este emotivismo ético, es necesario sostener el carácter racional y objetivo de la moralidad del obrar humano.
Por ello, es imprescindible que los padres eduquen a sus hijos en el crecimiento de la inteligencia (incluye la afectividad) y en el fortalecimiento de la voluntad. El desarrollo de estas dos facultades radica, por excelencia, en crecer en las virtudes (cualidades buenas, firmes y estables de la persona), que, al perfeccionarlas, la disponen a conocer mejor la verdad y el bien y a realizar, cada vez con más libertad y gozo, acciones excelentes, para alcanzar la plenitud humana. De esta forma tendrán una amplitud de miras en su entendimiento (magnanimidad) y pondrán el corazón en lo que hacen -amar el bien- superando el simple emotivismo.
Hay que entender que la educación de la libertad no consiste en anular o suprimir las pasiones y los sentimientos, sino en racionalizarlos y encauzarlos, por medio de las virtudes, para que contribuyan a conseguir el fin que la razón señala. Las pasiones así ordenadas contribuyen a la lucidez de la mente y al buen comportamiento moral.
En esta línea, el testimonio de los padres en la convivencia familiar para la educación de los hijos, concretamente, en virtudes, es fundamental. No hay que olvidar que los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, es decir, la familia es el primer ambiente natural y necesario para este propósito, de ahí que el hogar familiar sea el lugar apropiado para la educación de las virtudes.
En el ámbito familiar el hijo se da cuenta que el ser humano vale más por lo que es que por lo tiene. En la tarea educativa los padres han de enseñar a los hijos a tener por mejor las realidades interiores y espirituales que las materiales.