Por Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética y Presidente de CíViCa (Asociación miembro de la Federación Europea One of Us). Publicado en Actuall el 17 de Abril de 2017
Las acciones del hombre sobre la naturaleza se pueden considerar buenas si redundan en beneficio humano y respetan su dignidad. Son igualmente buenas si contribuyen al bienestar de las personas presentes sin comprometer el futuro de la humanidad. Dejan de serlo cuando de forma directa se ejercen acciones sobre el genoma humano sin las garantías de eficiencia y no transmisibilidad a la descendencia o cuando de forma indirecta se provoca una degradación de los bosques naturales o se produce la contaminación de las aguas, el suelo y el aire.
Por Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética y Presidente de CíViCa (Asociación miembro de la Federación Europea One of Us). Publicado en Actuall el 17 de Abril de 2017
Las acciones del hombre sobre la naturaleza se pueden considerar buenas si redundan en beneficio humano y respetan su dignidad. Son igualmente buenas si contribuyen al bienestar de las personas presentes sin comprometer el futuro de la humanidad. Dejan de serlo cuando de forma directa se ejercen acciones sobre el genoma humano sin las garantías de eficiencia y no transmisibilidad a la descendencia o cuando de forma indirecta se provoca una degradación de los bosques naturales o se produce la contaminación de las aguas, el suelo y el aire.
El caso es que ahora, con el poder de la ciencia y de la tecnología están aflorando nuevas iniciativas que pueden suponer una alteración en sentido contrario a lo éticamente admisible. Es necesario apelar a la responsabilidad de quienes saben lo que se puede pero no se debe hacer.
Hasta hace bien poco, el fruto del conocimiento de los fenómenos de la naturaleza y de su dominio y aplicación por el hombre han ido en una dirección aceptable. El fruto de los avances en científicos ha sido el aprovechamiento de los recursos que nos ofrecen las plantas y los animales para la alimentación, la conquista de todos los medios naturales, la construcción de enormes ciudades, la producción de artefactos que nos permiten trasladarnos por tierra, mar y aire, llegar a la luna o enviar ingeniosos artilugios al espacio para comunicarnos mejor y conocer el Universo en el que habita nuestro pequeño mundo, etc., etc. Como consecuencia de esta evolución cultural y del control del medio natural, la humanidad ha elevado sus cotas de bienestar y ha logrado erradicar o controlar muchas enfermedades y prolongar su esperanza de vida. Sin embargo, no todo en el avance de la ciencia y la tecnología ha seguido por derroteros tan beneficiosos y en especial hay que anotar los errores derivados de una ciencia y de una tecnología no siempre respetuosa con el hombre y el medio natural.
Ahí están los efectos sobre el clima, el agua o la biodiversidad que el Papa Francisco denuncia en su encíclica ‘Laudato Sí’, que tiene el afortunado subtítulo de “sobre el cuidado de la casa común”. Si nos referimos al hombre como sujeto y objeto de manipulación habría que lamentar por ejemplo los intentos de mejorar la “calidad genética” humana, mediante los deleznables episodios de la “eugenesia social” o “darwiniana” o las corrientes de la “higiene racial” que tuvieron lugar en la Alemania nazi.
Un modo distinto de manipular las características hereditarias de los seres vivos tuvo lugar a partir de 1953, tras el descubrimiento de la estructura de la “molécula de la vida”, el ADN, dando paso a la llamada “ingeniería genética”. De acuerdo con Rieger en su «Glosario de Genética y Citogenética» la ingeniería genética es algo que «se puede hacer a nivel molecular mediante la manipulación directa del ADN [1]». Básicamente se trata de experimentos de «transgénesis», consistentes en aislar los genes que codifiquen una proteína de interés de un organismo –incluido el genoma humano- e insertarlos en algún lugar del genoma de otro organismo, o incluso de otras especies, bacterias, levaduras, plantas, animales e incluso el propio hombre. Los proyectos de modificación de los organismos distintos al hombre por «ingeniería genética» no plantean a priori problemas éticos, aunque deben someterse a un análisis de comités de bioética con el fin de evitar efectos negativos para el medio ambiente o indirectamente para el propio hombre.
Seguir leyendo en Actuall …/…