Por Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética, Presidente de CiViCa. Publicado en Actuall el 27 de Marzo de 2017
Los transhumanistas preconizan las nuevas tecnologías para dar lugar a un mejoramiento de la especie, por medio de la potenciación de sus facultades, la aparición de otras nuevas y/o la prolongación de su existencia. ¿Es eso posible? ¿Va contra la dignidad humana? Veamos
Evolución del hombre
Si de entrada admitiéramos que el ser humano se reduce a un ingenio más o menos complejo de moléculas, células, tejidos, órganos y sistemas que funcionan como un reloj, habría poco que objetar a las tecnologías que trataran de mejorar su condición a base de sustituir, modificar o añadirle piezas con el fin de potenciar o perfeccionar sus capacidades y facultades.
Por Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética, Presidente de CiViCa. Publicado en Actuall el 27 de Marzo de 2017
Los transhumanistas preconizan las nuevas tecnologías para dar lugar a un mejoramiento de la especie, por medio de la potenciación de sus facultades, la aparición de otras nuevas y/o la prolongación de su existencia. ¿Es eso posible? ¿Va contra la dignidad humana? Veamos
Evolución del hombre
Si de entrada admitiéramos que el ser humano se reduce a un ingenio más o menos complejo de moléculas, células, tejidos, órganos y sistemas que funcionan como un reloj, habría poco que objetar a las tecnologías que trataran de mejorar su condición a base de sustituir, modificar o añadirle piezas con el fin de potenciar o perfeccionar sus capacidades y facultades.
Por ello, antes de entrar en los intentos de un posible mejoramiento biológico humano, que es a lo que aspiran los transhumanistas, la pregunta que nos debemos formular es si es correcto considerar al hombre como una máquina, o si por el contrario se trata de un ser singular y diferente al resto de los seres de la naturaleza que debe quedar al margen de tales experiencias.
Pero es que además, si comparamos al hombre como especie biológica con los restantes animales, saltan a la vista una serie de peculiaridades que no tienen que ver con su biología, aunque el análisis de nuestro genoma y de nuestra anatomía pueda explicar muchas de las capacidades que nos caracterizan.
El contraste entre el ser humano y las otras especies
Para entender el contraste que existe entre el ser humano y las especies actuales evolutivamente más cercanas, es importante considerar al menos cuatro hechos básicos:
1. En primer lugar, hay que reconocer que, desde el punto de vista biológico,nuestra especie cuenta con el mismo tipo de componentes moleculares y celulares, el mismo tipo de sistema de codificación de la información genética y las mismas propiedades y funciones biológicas que el resto de las especies de la biosfera, no solo de sus más próximos primates.
Con el resto de los animales superiores compartimos el mismo tipo de organización biológica, semejantes modos de reproducción y desarrollo, miles de genes homólogos que ejercen funciones similares, etc.
2 .En segundo lugar se ha de tener en cuenta la separación radical del hombre con las restantes especies. Homo sapiens es una especie auténtica, constituida por una comunidad de poblaciones capaces de reproducirse entre sí pero separada genéticamente de otras especies por mecanismos de aislamiento reproductor.
3 Fruto de nuestro origen evolutivo común, está el dato de la similitud de las secuencias del ADN humano, próxima o por encima del 95%, respecto a las especies de homínidos más próximas a nosotros (chimpancé, bonobo, gorila y orangután). Existe un abismo entre el razonamiento abstracto o la comunicación mediante el lenguaje articulado entre el hombre y las demás especies
4. En cuarto lugar y muy importante, es el reconocimiento de que entre el hombre y las demás especies, incluso las más próximas, existen unas grandísimas y evidentes diferencias asociadas a adquisiciones en el hombre tan importantes como la autoconciencia, el razonamiento abstracto y la comunicación por medio de un lenguaje articulado.
Francisco José Ayala, recogiendo el premio anual de la Fundación Templeton en 2010
Dice Francisco Ayala, el más importante genetista español y el evolucionista más influyente en la actualidad que: «Es particularmente interesante el caso de los humanos, ya que su capacidad muy desarrollada de percibir el entorno y de reaccionar a él de forma flexible es quizás una de las diferencias más fundamentales que distingue a los humanos del resto de los animales…
El verdadero control sobre el ambiente en buena medida solo se da en la especie humana… En general, los animales son más avanzados que las plantas, los vertebrados más que los invertebrados, los mamíferos más que los reptiles, que a su vez lo son más que los peces. Siguiendo este criterio el organismo más avanzado es sin duda el humano».
Es evidente que en el ser humano existe una capacidad singular de percibir el entorno en que vive y de reaccionar a él de forma flexible. Esta capacidad de percepción de su realidad, que llamamos autoconciencia, junto a su facultad de discurrir, el raciocinio, es propia del hombre y lo eleva a una nueva dimensión.
En el ser humano existen dos realidades de distinta naturaleza pero unidas: una material y otra espiritual
De este modo, en el ser humano conviven dos realidades de distinta naturaleza, pero indisolublemente unidas, una material y otra espiritual. Precisamente esta es la principal de las diferencias entre el hombre y el resto de seres vivos.
Como consecuencia de ello somos la única especie que a la evolución biológica, con toda la fragilidad y vulnerabilidad que supone su enfrentamiento al medio natural, se añade una evolución cultural basada en la acumulación de conocimiento y experiencias y su transmisión al margen de los genes.
El recorrido evolutivo de nuestra especie nos ha dotado de una capacidad de conocimiento y dominio del mundo exterior únicos en la naturaleza. En consecuencia somos menos vulnerables y poseemos más recursos de adaptación al medio natural que el resto de las especies de la naturaleza.
Como también señala Ayala: «El verdadero control sobre el ambiente en buena medida solo se da en la especie humana…«Existen en la humanidad dos clases de herencia: la biológica y la cultural…
La herencia biológica es, en el hombre, semejante a la de los demás organismos dotados de reproducción sexual y está basada en la transmisión, de padres a hijos y por medio de las células sexuales, de la información genética codificada en el ADN.
La herencia cultural, por el contrario, es exclusivamente humana y reside en la transmisión de información mediante un proceso de enseñanza y aprendizaje, que es en principio independiente de la herencia biológica».
El hombre además de transmitir genes entre generaciones es capaz de crear y trasmitir arte, literatura y conocimientos, es decir cultura. Si esto es posible en el hombre es porque además de todo lo dicho el hombre posee otra cualidad inédita en la naturaleza, la de la comunicación por medio de un lenguaje articulado, es decir del habla…
El significado del habla
Pero hablar es más que emitir sonidos. Hablar significa capacidad de generar e intercambiar mensajes de un contenido potencialmente infinito. Tal vez en la comunicación, como en el amor, es donde más se pone de manifiesto la indisolubilidad del alma y el cuerpo, ya que en el habla participan no solo un aparato corporal fonador muy especial, conectado a las áreas prefrontales y temporales de nuestro cerebro, sino además una mente pensante de la que dimanan los mensajes que se traducen en palabras.
Esto hace que el lenguaje humano consista en ideas convertidas en sonidos.
Otra consecuencia de la inteligencia abstracta del ser humano es el obrar con libertad. Es decir, decidir sobre sus actos y comprometerse consigo mismo y con el resto de la sociedad.
A diferencia de lo que ocurre en el resto de los animales, en el hombre está presente por naturaleza la capacidad de reconocimiento de culpa, autodominio, solidaridad, generosidad, altruismo, honestidad, etc. El ser humano es además de un Homo sapiens, un Homo moralis.
La capacidad de relación del hombre con su entorno y con sus congéneres humanos hace que el hombre posea otra cualidad, que también se da en alguna medida en otras especies animales menos desarrolladas, la de ser seres sociales.
La vida en grupos sociales, y particularmente en familia, ha sido determinante de la evolución cultural y del dominio de la naturaleza por parte del hombre.
En la evolución biológica y cultural de nuestra especie, la familia natural, la constituida por padre, madre e hijos, constituye la célula de la sociedad y ha sido un factor decisivo de la humanización y de la propia evolución humana.
Es en la familia donde Los padres educan a los hijos para que sean miembros útiles para la sociedad en los valores propios de los seres humanos
Es en la familia en la que los padres educan a los hijos para que sean miembros útiles para la sociedad en los valores propios de los seres humanos, libertad, justicia y amor.
La vida familiar y social, en contra del individualismo, es parte sustancial de nuestra naturaleza humana. La familia natural es el núcleo ecológico por excelencia de la especie humana. Nos conecta con el pasado, nos prepara para el día a día y nos recuerda que, sin presente, no hay futuro.
Los que reducen al ser humano a un fenómeno casual de la naturaleza y lo suponen pura materia tienen difícil explicar el origen de una especie tan singular… La casualidad o el azar es un recurso fácil.
Basta una palabra y se cree solucionado todo, pero en el fondo decir que todo es fruto de la casualidad es dejarlo todo sin explicar. La confluencia en el hombre de todas las portentosas cualidades que hemos indicado, las biológicas y las espirituales, requieren una explicación más profunda que el mero azar.
La ciencia nos puede decir mucho sobre cómo es el hombre, pero no qué es el hombre… Y ahí, es donde los creyentes de tradición judeocristiana encontramos una explicación sobre nuestro origen, como el fruto de un deseo de Dios, que lo creó todo y que desde antes de la creación, desde el principio de los tiempos, tenía previsto la aparición de una criatura a su imagen y semejanza.
El reduccionismo trata de considerar al hombre como mera materia: cada persona es sujeto de su propio existir y obrar
Una visión más completa, al margen del reduccionismo que trata de considerar al hombre como mera materia, ha de tener en cuenta también un enfoque filosófico. La filosofía destaca el hecho de que cada persona es sujeto de su propio existir y obrar y no un miembro más de una especie biológica.
Sin entrar en grandes profundidades es fácil entender la descripción de Kant que señala que cada persona se caracteriza por la posesión de una dimensión especial que le confiere una proyección diferente de los objetos de la naturaleza, el mundo de la ley moral de la que dimana su dignidad.
De este modo, cada ser humano es distinto pero a su vez es igual a los demás por su rango y dignidad. De ahí que digamos que cada individuo humano es “alguien” y no “algo”, que cada ser humano, cada persona, tiene dignidad, y que nunca se puede considerar a ningún ser humano como un medio, sino como un fin en sí mismo igual en derechos a los demás.
La dignidad implica una igualdad radical entre todos los seres humanos. La santa alemana de origen judío Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein (1891-1942), religiosa carmelita, mártir, que padeció la persecución nazi, dirigió una carta al Papa Pío XI en 1933 sobre la persecución de los judíos y católicos en la Alemania de su época para intentar frenar el holocausto nazi.
En esta carta decía lo siguiente: «Una ética real de la dignidad sólo se puede lograr a través del convencimiento de que los demás son personas iguales a nosotros, con una sensibilidad y un proyecto de vida singular, en definitiva con una dignidad, que no se debe romper».
La dignidad de la vida humana
Es muy importante considerar la dignidad de la vida humana en todo lo que pueda afectar a las personas como sujetos directa o indirectamente implicados en la investigación. La dignidad no es algo que se otorga, sino que se ha de reconocer a toda persona.
Einstein: “la preocupación por el hombre y su destino debe constituir siempre el interés especial de todos los esfuerzos técnicos”
Albert Eistein (1879-1955), ante la enorme potencialidad de la tecnología, apelaba a la responsabilidad de los científicos al indicar que: «la preocupación por el hombre y su destino debe constituir siempre el interés especial de todos los esfuerzos técnicos. No lo olvidéis nunca en medio de vuestros gráficos y vuestras ecuaciones».
Sentadas estas bases en un próximo artículo nos preguntaremos sobre si realmente se tiene en cuenta la preocupación por el hombre y su dignidad en los intentos de manipulación de la naturaleza humana que propugnan los transhumanistas.
Se trata de una corriente científico-tecnológica que preconiza la utilización convergente de nuevas tecnologías para dar lugar a un mejoramiento de la especie, por medio de la potenciación de sus facultades, la aparición de otras nuevas y/o la prolongación de su existencia.