Por Manuel Alfonseca, Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 2 de Marzo de 2017.
Se sabe que los gemelos idénticos surgen cuando un zigoto (un óvulo fecundado) comienza a dividirse. Unos cinco días después de la fertilización, alcanza la fase de blástula y se implanta en el útero, pero por razones que no están claras puede partirse en dos partes separadas, lo que dará lugar a dos embriones independientes que pueden o no compartir la misma placenta, aunque usualmente tienen distinto saco amniótico. Los dos hermanos que nacen comparten la misma dotación genética (el mismo ADN), salvo por posibles mutaciones posteriores a la separación.
Por el contrario, dos gemelos no idénticos surgen cuando dos óvulos distintos son fecundados, cada uno por un espermatozoide, y forman dos blástulas diferentes, cada una de las cuales se implanta en el útero a través de una placenta propia. Los dos hermanos tendrán dotaciones genéticas distintas, parecidas a las de dos hermanos no gemelos, pues proceden de gametos diferentes.
Por Manuel Alfonseca, Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 2 de Marzo de 2017.
Se sabe que los gemelos idénticos surgen cuando un zigoto (un óvulo fecundado) comienza a dividirse. Unos cinco días después de la fertilización, alcanza la fase de blástula y se implanta en el útero, pero por razones que no están claras puede partirse en dos partes separadas, lo que dará lugar a dos embriones independientes que pueden o no compartir la misma placenta, aunque usualmente tienen distinto saco amniótico. Los dos hermanos que nacen comparten la misma dotación genética (el mismo ADN), salvo por posibles mutaciones posteriores a la separación.
Por el contrario, dos gemelos no idénticos surgen cuando dos óvulos distintos son fecundados, cada uno por un espermatozoide, y forman dos blástulas diferentes, cada una de las cuales se implanta en el útero a través de una placenta propia. Los dos hermanos tendrán dotaciones genéticas distintas, parecidas a las de dos hermanos no gemelos, pues proceden de gametos diferentes.
Pero hay una tercera posibilidad: una quimera surge cuando dos blástulas que normalmente darían lugar a dos gemelos no idénticos se fusionan antes de implantarse en el útero y dan lugar a un sólo embrión y, por consiguiente, a un solo individuo que posee dos dotaciones genéticas diferentes, cada una, eso sí, en células distintas. Así, puede ocurrir que un individuo quimérico tenga (por ejemplo) el hígado con una dotación genética y los riñones con otra. Normalmente, las quimeras son difíciles de detectar, a menos que (por ejemplo) una de las blástulas fuese a dar lugar a un individuo albino y la otra no, en cuyo caso el individuo quimérico resultante podría tener la piel pigmentada de forma desigual, y aun así la causa podría ser diferente. También podría darse el caso (muy raramente) de que uno de los dos zigotos fuese masculino (con cromosomas X e Y) y el otro femenino (con cromosomas XX), en cuyo caso parte de las células de la quimera sería masculina y otra parte femenina.
Una quimera puede formarse también cuando una blástula absorbe espontáneamente algunas células desprendidas de otro ser vivo, de su madre o de uno de sus hermanos que comparten el útero materno. En este caso se habla de microquimeras, pues el número de células que poseen dotación genética distinta está desequilibrado, pues una de las dos dotaciones genéticas será mucho más frecuente que la otra.
La frecuencia de las quimeras depende de la especie. Así, por ejemplo, en los titíes un 95% de los individuos son quimeras, aunque esta cifra incluye también las microquimeras.
El número del 18 de febrero de 2017 de la revista Science News contiene una noticia titulada Se han creado quimeras humano-animales (este es el título en la revista de papel, en la web es diferente). Lo que se ha hecho es incorporar células madre humanas en embriones de cerdos y de ganado vacuno, con intención, a largo plazo, de construir seres vivos que tengan dentro un hígado o un corazón humano, proporcionando así material para trasplantes. Por el momento, los resultados del experimento no han sido muy convincentes, pues de 2075 embriones de cerdo inyectados con células madre humanas, sólo 186 sobrevivieron durante todo el experimento, y de estos tan sólo 67 habían incorporado células humanas. Además, los embriones quiméricos estaban subdesarrollados, lo que parece indicar que la inyección de células humanas había interferido negativamente en su desarrollo.
Pero estas son limitaciones técnicas temporales, que seguramente se irán resolviendo en el futuro. La verdadera cuestión es que este tipo de experimentos plantea problemas éticos muy importantes. Por ejemplo: si no se controla bien dónde incorpora el embrión las células humanas, podríamos terminar creando un cerdo con cerebro humano, o una cerda con ovarios humanos, que si fuese fecundada con semen humano diese a luz un bebé de nuestra especie. ¿Estamos dispuestos a permitir que una investigación pueda llevar a semejantes resultados?
En algunos países, la investigación con quimeras formadas por células humanas mezcladas con animales está prohibida. En los Estados Unidos sólo se prohíbe su financiación con fondos federales, pero sí se permite si se financia con dinero privado o estatal.
Ante esta situación, Françoise Baylis, experto en bioética en la universidad Dalhousie en Halifax, Canadá, cree que la investigación sobre las quimeras humano-animales acabará prohibiéndose, debido a la afirmación errónea de que la vida humana es más valiosa que la de los animales no humanos. Y añade lo siguiente:
La esperanza de que se puedan evitar las cuestiones éticas difíciles garantizando que los animales no humanos no serán humanizados de forma sustancial es defectuosa y miope.
Con otras palabras: este bioético lamenta que se ponga trabas a estas investigaciones porque la vida humana no es, según él, más valiosa (por ejemplo) que la de una cucaracha. Y sin embargo, no creo que ningún biólogo esté dispuesto a negar la afirmación de que el cerebro humano es el objeto más complejo que existe en el universo (que sepamos, dejando aparte la posible existencia de vida extraterrestre). Baylis se limita, pues, a repetir sin dar argumentos el dogma supremo de la biología materialista:
Todas las especies de seres vivos son equivalentes, ninguna es superior a las demás.
Este dogma es claramente anti-científico, pues se apoya exclusivamente en la ideología y se niega a tener en cuenta las abundantes pruebas científicas que demuestran que el hombre es una especie diferente y superior a todas las demás, pruebas que resumí en el artículo más leído de este blog: