Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Hay mucho ruido. Copio textualmente: "el ruido, por su incidencia sobre las personas, causa de malestar social".
Una de las formas de ruido, según el Diccionario de la Lengua, es la "la repercusión pública de un hecho". A eso me refiero.
Ruido es lo que nace del prejuicio, del juicio apresurado o de la ignorancia. Cuando todos opinan y nadie escucha... cuando todos creen tener la verdad y nadie acepta que el otro tenga algo de razón. También si se manipula y se etiqueta, para imponer un punto de vista, con el pretexto de informar.
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Hay mucho ruido. Copio textualmente: «el ruido, por su incidencia sobre las personas, causa de malestar social».
Una de las formas de ruido, según el Diccionario de la Lengua, es la «la repercusión pública de un hecho». A eso me refiero.
Ruido es lo que nace del prejuicio, del juicio apresurado o de la ignorancia. Cuando todos opinan y nadie escucha… cuando todos creen tener la verdad y nadie acepta que el otro tenga algo de razón. También si se manipula y se etiqueta, para imponer un punto de vista, con el pretexto de informar.
Ruido es «encasillar» al otro, al discrepante, a la «derecha» o a la «izquierda» y ponerle el color político. Ruido es enfrentar para confrontar; es convertir al ser humano, hombre o mujer, de diferente en enemigo.
«Nadie es perfecto» por el hecho de ser diferente. El color, la derecha o la izquierda, no es mejor ni peor, por serlo. Lo importante son las personas y cada una es distinta, única e irrepetible y libre. Cuando actúa, puede acertar o estar equivocada, independiente de lo que otro piense y de eso es responsable.
Cuanto más voces, en familia o en la calle, más distantes. Más ruido. Peor convivencia. Discrepar es bueno. Enriquece si hay respeto, si se tiene una mentalidad abierta para escuchar y no para imponer una idea, un pensamiento o una ideología.
Partamos de la realidad, de los hechos, para entendernos. En el ruido de estos días hay un trasfondo internacional y otro nacional que el 90% de la gente ignora.
1) Dice Gabriele Kuby que hace tiempo se inició una «revolución sexual global» cuyo ariete es «el género«. Con su ataque, desconciertan primero, dividen después y terminan imponiendo su ideología al individuo, a la sociedad y a las naciones.
El Proyecto Internacional existe, ha siso ratificado y planificado en varias Cumbres (Cairo, Pekín, Estambul,…) auspiciadas por la ONU. Persigue, -bajo una capa de progreso y modernidad-, suprimir valores no solo cristianos sino incluso valores naturales que atentan contra la propia dignidad del hombre y de la familia Manipulando el lenguaje se busca una redefinición de la naturaleza humana.
2) En España, se han suscrito unos Convenios con el Lobby LGBT en varias Comunidades Autónomas para educar sexualmente a los niños tanto en la enseñanza pública como privada. Obliga a alumnos y profesores.
Sería normal si los padres supieran de qué va. Pero no se contó con ellos, a pesar de que sus hijos son los destinatarios de esa enseñanza.
3) Hace unos meses, unos carteles, expuestos públicamente, en el País Vasco y Navarra, hablaban explícitamente de la transexualidad. Algunos padres lo denunciaron, pero las autoridades no los retiraron.
4) En el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, ha habido un ataque brutal e innecesario a la libertad religiosa, según han denunciado algunos abogados. Las instituciones y los partidos no lo condenan o justifican por ser carnaval, pero solo es el enésimo ataque que sufren los cristianos.
5) El autobús de Hazte Oír, ha desencadenado el terremoto mediático.
El ayuntamiento de Madrid ha calificado al vehículo como «autobús de la vergüenza». Dirigentes políticos, de todas las tendencias se han apresurado a condenar el mensaje que lleva y defender a los transexuales. Han emprendido acciones legales para impedir que siga circulando, denunciándolo ante la fiscalía: «por fomentar el odio y atentar contra la diversidad».
Han llovido insultos, descalificaciones y amenazas graves o muy graves, en los medios contra «la organización ultracatólica que lo ha fletado». En las Redes, se convirtió en «trending topic»
Incluso la Guardia Civil en twitter ha intentado poner un poco de cordura en las Redes Sociales : hagamos entre todos@twittwe sin insultos, amenazas ni odio al distinto. Nadie es mejor ni peor por pensar diferente.twitter.com
La policía local lo inmovilizó mientras se aclaraba «si su mensaje incita al odio».
El juez no ha apreciado odio… pero según él se tiene que quitar el lema, porque hay otros jóvenes y otras miradas. Dice que puede haber «menosprecio hacia las personas al no reconocerles su identidad sexual»
Algunos periódicos preguntan sobre si debe o no circular el «odiobus».
Hazte Oír ha dado explicaciones en los diversos medios. Además, ha puesto en circulación otro vehículo, una Caravana. Ha presentado una denuncia contra Carmena, Maestre y Barbero en la Plaza de Castilla con la Caravana informativa.
Ha sido suficiente un día de ruido, para que la noticia y las imágenes hayan dado la vuelta a España y al Mundo. El río del Bus se ha desbordado. ¿Es suficiente para recortar la libertad de expresión?
EN CONSECUENCIA:
Libertad e igualdad son el fundamento de la democracia. La ley es el único límite a la libertad de expresión.
Igualdad de derechos y libertades para todos y si fuera posible, un poco de respeto y de cordura. No todo es blanco o negro. Hay muchos claroscuros, sombras y colores. Entre la Izquierda a y la derecha hay, sobre todo, millones de personas. Todas merecen respeto. ¿Por qué no se respetan?
Los niños también tienen derechos, la vida es el primero. ¡Que vivan!
Todos tenemos derecho a estar aquí, sin discriminar a nadie, sin que nadie tenga patente para prejuzgar ni juzgar. Solo el amor cuenta y se presupone, no el odio.
La aceptación de la diversidad de las personas, que se sienten y son distintas, las que tienen enfermedades «raras» y…lo que se hace por ellas, es importante.
Una cosa es el sexo biológico, con el que se nace, según nuestros órganos sexuales, y otra cosa la identidad, es decir, que el sujeto se sienta hombre o mujer. La identidad depende del cerebro y/o del corazón y de la experiencia que uno desarrolla vivencialmente o en consciencia. Puede necesitar un proceso y mucha ayuda.
Cariño de padres y profesores con respeto e inteligencia deberían ir al unísono, para cortar el acoso escolar y social. Cierto que hay muchas familias desestructuradas, en las que los niños se encuentran solos y sufren en silencio. Hay profesores que «no ven o no se enteran» del acoso a pesar de la actitud de sus alumnos.
Tener «disforia sexual» suele producir un importante sufrimiento psicológico. El proceso de transición o aceptación de la identidad puede producir angustia o desesperación. Hay que ayudar siempre a que los hijos y los alumnos crezcan sanos física, emocional y psicológicamente.
Claro que no todos los niños o adolescentes que sufren acoso son LGTB, pero es cierto que el 90 % de los que sí lo son, ha sufrido acoso escolar. Tanto padres como educadores y médicos tienen que dialogar y buscar la mejor forma de ayudar.
Todo ser humano es un espíritu encarnado en un cuerpo concreto. Posiblemente hayamos vivido otras vidas anteriormente, o las viviremos después del tránsito, tras desencarnar. Quien ha nacido niño o niña, puede haber tenido un sexo distinto al actual. En todo caso, somos multidimensionales. Todos tenemos muchas cosas femeninas y muchas masculinas. Más de las que creemos. El cuerpo, el sexo y la identidad son importantes, pero el espíritu lo es más. Algunos lo ignoran.
Cuando el AUTOBUS se puso en marcha, les faltó tiempo a muchos para gritar: transfóbico, y decir que incita al odio, niega al otro. ¿?
Lorenzo Silva, lo ha dicho explicitamente en un artículo titulado La necesidad de negar a otro: «Lo más extremo de todo lo que un ser humano puede echarle a la cara a otro es decirle: que no es…lo admitas o no lo admitas, te guste o no te guste y lo quieras o no: soy». Concluye así: «Piensa lo que quieras, sé lo que quieras, no me aceptes, ni me apruebes, ni me apoyes, si no lo deseas o repugna a tu fe o a cualquier otra cosa que sea importante para ti. Pero abstente de aparcar autobuses que mienten a la puerta de los colegios» (El Mundo 5 de marzo).
Creo haber resumido lo esencial sobre el ruido. Pero se constata que, a la hora de enjuiciar y manipular, en general, hay una doble vara de medir en el lenguaje. Como dice Elentir, curiosamente «hay ultracatólicos en un mundo sin ultraateos ni ultramusulmanes. Existe la islamofobia, pero no la cristianofobia. Hay homofobos, o transfóbicos y LGTBfóbicos, pero no heterófobos. Hay ultraderechistas, ultraconservadores y ultra liberales, pero no ultra izquierdistas ni ultraprogresistas. Hay machistas pero no hembristas».
Entonces ¿quién incita al odio? Que cada uno responda como quiera.
Lamento que una vez más, los niños sean utilizados en campañas de adultos. Los adultos y los padres pueden y deben confrontar ideas y defender sus derechos. Pero los niños merecen respeto siempre. La libertad de cada uno tiene un límite: termina cuando empieza la de los demás.
Cuando no se escucha se hacen campañas GRATIS a los «otros» y el ruido no se acaba aunque se niegue lo evidente. «Cuando el pájaro cautivo pretende desenlazarse, más se enliga».
A este país le gusta el ruido para no pensar:»de cada 10 cabezas nueve embisten y una piensa».
Por eso, mejor «quitarse de ruidos», que según el Diccionario de la Lengua equivale a «Dejar de intervenir en asuntos que originan disensiones o disgustos».