Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Según una encuesta del CIS al 52% de los españoles nos hace felices el amor y el cariño de los nuestros. Es decir, lo sencillo y natural de cada día: hablar con los hijos, una buena relación de pareja, el trato con los amigos. Lo esencial o imprescindible, o lo que de verdad importa, los otros, seres cercanos y queridos.
Pero insensiblemente lo vamos perdiendo. Parece como si en ese círculo mágico no estuviéramos a gusto y quisiéramos más. La sociedad, la tecnología, y el egoísmo de pretender ser únicos o distintos y famosos, va destruyendo lo que parecía irrompible. Enganchados a los móviles, se dialoga menos y se lee menos. Se ataca y se rompen las familias. Se pierden referentes. La identidad sexual se pone en entredicho.
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Según una encuesta del CIS al 52% de los españoles nos hace felices el amor y el cariño de los nuestros. Es decir, lo sencillo y natural de cada día: hablar con los hijos, una buena relación de pareja, el trato con los amigos. Lo esencial o imprescindible, o lo que de verdad importa, los otros, seres cercanos y queridos.
Pero insensiblemente lo vamos perdiendo. Parece como si en ese círculo mágico no estuviéramos a gusto y quisiéramos más. La sociedad, la tecnología, y el egoísmo de pretender ser únicos o distintos y famosos, va destruyendo lo que parecía irrompible. Enganchados a los móviles, se dialoga menos y se lee menos. Se ataca y se rompen las familias. Se pierden referentes. La identidad sexual se pone en entredicho.
En general, se valora poco el silencio, la cultura, la meditación, el orden, el esfuerzo, la ética, las creencias religiosas, porque solo cuenta el «yo».
Hay un programa diario en TV5, en España, al que acuden, hombres y mujeres, y por supuesto también jóvenes (ellos y ellas) que, insatisfechos con «su imagen», van a que les cambien. Se titula precisamente así: «Cámbiame». Es el reflejo en general, de un panorama de insatisfacción, vulgar, mediocre y sectario. En varias ciudades se publicita, en medios públicos, la transexualidad.
Es una muestra de la confusión social. Pero hay más. «Basta con observar el consumismo rampante, la autopromoción en las redes sociales, la búsqueda de fama a cualquier precio y el uso de la cirugía para frenar el envejecimiento», dice Pat MacDonal, autora de Narciso en el mundo moderno.
En todas partes van apareciendo maestros en el arte de sobrevivir a costa de poner intereses y manipulación por encima de principios. La corrupción acapara el tiempo de las noticias en los medios de la mayoría de países.
«Los comportamientos narcisistas nos rodean. Se da exhibicionismo en las redes sociales, la obsesión por los ‘selfies’ y la propia imagen. Se habla de epidemia». Sobrevivir en el mundo del yo, yo, yo, titulaba Cristina Galindo un buen artículo, en El País.
Parece como si la gente tuviera que «hacerse visible» para ser valorada. ¿Miedo a no ser vistos o apreciados? Parece una competición fotográfica de personas, eventos y lugares. Apenas encuentran el reconocimiento de un «me gusta», vuelven sobre lo mismo en unas horas. «¿Acaso todos estos pequeños tuits, estos sorbitos de conexión online, no suman juntos un gran trago de conversación real?», se preguntó el actor y cómico estadounidense Stephen Colbert. Y le respondieron: ¡No! «La tecnología ha hecho que estemos experimentando una huida de la conversación cara a cara». Hay que superar el egoísmo y la soledad y encontrar a «los otros».
Como diría el pensador de la confusión contemporánea, Tzvetan Todorov, en un lúcido artículo ¿Solidaridad natural?: «El llamamiento a la moral natural no siempre basta para superar nuestro egoísmo. También puede intervenir la razón para demostrarnos que la búsqueda del interés inmediato impide defender nuestros intereses a largo plazo. El egoísmo puro destruye a los que nos rodean, y nuestra felicidad depende de ellos:necesitamos que nos quieran, como necesitamos amar«.
Sin «los otros» ¿qué queda? El filósofo responde: a) el miedo y b)la soledad.
a) El miedo al progreso, a los otros, a los extraños.
La tecnología avanzada de la informática y la robótica está ocupando muchos puestos de trabajo desplazando a muchos hombres y mujeres, que sin pensarlo se ven en la calle, a una edad relativamente joven, pero difícil para entrar de nuevo en el mercado laboral.
Como si se hubiera perdido la inherente amabilidad y la apertura hacia lo desconocido, «en la sociedad actual estamos exagerando el miedo a los otros. Y ese terror a los que consideramos bárbaros nos convierte en bárbaros a nosotros» (T.Todorov). Hay gente con miedo a salir de casa y termina en depresión, ansiedad y agresividad.
«Ha surgido un nuevo ser, hiperconectado, definido por «comparto, luego existo«, pero se siente solo. Y según el Juez Emilio Calatayud: Internet, la tablet y el móvil son una droga, y los padres, erróneamente, es lo primero que regalan a los niños.
b) Sobre la soledad le preguntaban a Ellen Macarthur, que ostenta el record en dar la vuelta al mundo a vela y sin escalas, dónde se había sentido más sola. Y respondió: «La soledad no la encuentras en el océano, está en las ciudades. La calle es un lugar extraño donde te rodea la gente y nadie habla contigo, ni siquiera nos miramos. Entre desconocidos estás más solo que en el mar».
En un artículo en El Mundo, titulado La conversación se muere, dice lo mismo. Tenemos una España con políticos cobardes que no saben defender los principios, ni aceptan la responsabilidad de sus errores, y una Europa tan soberbia y pretenciosa como moralmente cobarde e inerme. No hay dialogo [enlace].
Luego, si queremos ser felices habrá que cambiar los hábitos y el sistema de valores aquí, en Europa y en el Mundo.
Aunque, teóricamente, nunca en la historia hubo un tiempo mejor para vivir, cada vez hay más miedo a que no nos vean, no nos aprecien o que dejemos de ser necesarios, incluso en los países más prósperos.
«Sin conversación cara a cara perdemos lo que nos diferencia de otras especies: la humanidad». Por lo mismo hay que dejar de mirarse a sí mismo para descubrir que como enseñan las sagas budistas «si uno enciende un fuego para los demás, también ilumina el camino propio».
El narcisismo es una patología que está en alza y a punto de convertirse en epidemia. De hecho, Jean Twenge ha publicado dos libros —Epidemia narcisista; y Generación yo, en los que afirma que los adolescentes actuales se «creen con derecho a todo pero también son más desgraciados».
Conclusiones:
1) Se necesitan líderes. Se puede serlo con autoestima y pensando en los demás, pero no con soberbia sino con una gran dosis de escucha, de humildad y aceptación de los demás.“Las personas que disfrutan diciendo lo que piensan o que quieren liderar son claramente diferentes de los narcisistas que suelen recurrir a la manipulación y la mentira”.
Para el autor de La sonrisa etrusca, José Luis Sampedro, lo importante no es como decía Descartes «pienso luego existo», sino «siento luego existo«. «Lo que mueve al mundo es energía. Lo veo como una hoguera inmensa de la que yo soy una pequeña chispa». ¡Esa es la grandeza! El líder enciende porque tiene fuego.
2) Hay gente esperando. El otro, existe. Hay personas de todas las edades, clases sociales, razas, creencias, sanos o enfermos. Están ahí cada día. No pueden materializarse, -ni las personas ni las necesidades- mientras no se esté dispuesto a verlas. «Cuando el discípulo esté preparado llegará el maestro».
Paradójicamente cuando seamos capaces de invertir las palabras del apóstol «si no lo veo no lo creo», y seamos capaces de creerlo, entonces… lo veremos. Tal vez uno tiene que demostrarse a sí mismo que, realmente, está dispuesto a hacer algo para sentir que «puede hacerlo» y ver a aquel por quien lo va a hacer.
Cuando los demás nos importan, realmente, estamos a punto de volcar en ellos lo mejor que tenemos. Entonces sucede algo infinitamente enriquecedor y gratificante: dos paradojas:
a) «Una de las más hermosas compensaciones de la vida consiste en que nadie puede intentar, sinceramente, ayudar a otro sin ayudarse a sí mismo… sirve y serás servido» (Ralph Waldo Emerson).
b) Cuando una persona es altruista o solidaria, descubre un nuevo concepto matemático existencial: se recibe infinitamente más de lo que da. Y descubre nuevos conceptos de abundancia, amistad, belleza, paz y felicidad.
Si en algún momento se sintió vacío o no necesario, con una cascada de emociones negativas, ahora descubre que la sociedad necesita de todos y de cada uno; y que hay abundancia de oportunidades para que cada uno aporte lo que pueda. Algo de dinero, comida, abrigo, compañía o una simple sonrisa, que lo cambia todo.
Al darse a sí mismo, en cuanto sea posible, está generando bienestar, paz, abundancia y algún tipo de felicidad. La colaboración ayuda a descubrir el valor de la dignidad humana de cada persona y el potencial intrínseco que encierran: tanto el receptor como el dador.
3) Hacer un mundo mejor es posible. No es una utopía. Mejorar la calidad de vida de las personas no está solo en manos del Estado y de los departamentos de Bienestar Social o de las «Ayudas Sociales» o de la » Dependencia», sino de quien quiere ayudar, y lo hace. Más allá de la las leyes sociales, está la energía del altruismo.
Como dijo Ortega y Gasset: «Yo no creo mucho en la obligación, lo espero todo del entusiasmo. Siempre es más profunda una ilusión que un deber».
Estoy diciendo que «todos somos necesarios»; que «nada podemos hacer solos, pero juntos nuestras mentes se funden en algo cuyo poder rebasa con mucho el poder de cada una de las partes»( W. Dyer). Y la felicidad, puede llegar a todos y a cada uno.
La felicidad no está fuera, sino en uno mismo. Está en la compasión, la caridad, el perdón y la amistad. Se manifiesta especialmente al hacer algo bien por otro, por la vida o por la naturaleza.
«En este universo interconectado, toda mejora que hacemos en el mundo privado mejora el mundo en general…cualquier incremento que añadimos (incluso a nivel de consciencia), vuelve a nosotros» (D. Hawkins).
La canción del Yo soy es plenitud. Yo soy tu como tú eres yo. Felicidad total.