Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Cuando los genios nos dejan algo de su arte, invitan a pensar. No importa ni el siglo, ni la modalidad en que se expresan. Da igual que sea verano o Navidad. Son capaces de captar o interpretar lo que la mayoría no ve o no puede ver, aunque esté ante sus ojos.
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
Cuando los genios nos dejan algo de su arte, invitan a pensar. No importa ni el siglo, ni la modalidad en que se expresan. Da igual que sea verano o Navidad. Son capaces de captar o interpretar lo que la mayoría no ve o no puede ver, aunque esté ante sus ojos.
Ellos, dotan a su obra de un carácter simbólico lleno de significados y de relaciones implícitas entre lo lejano y lo cercano, lo profundo y lo sublime, lo material y lo sobrenatural.
Es como si en lo tangible se sobrepusieran dos planos, o una vida con varias dimensiones, que no se excluyen porque son complementarias.
En estos días, las fotos de los pintores de la Navidad han viajado a millones de una parte a otra del mundo, por correo, por el wasap llevando deseos de paz y felicidad.
Dioramas de belenistas y Belenes propiamente dichos han encontrado un rincón en el mar, la montaña, la arena de la playa, las plazas de los pueblos, y por supuesto en hogares y templos.
Las ciudades de todo el mundo han sido engalanadas, con un derroche de imaginación para atraer a visitantes y potenciales compradores en sus comercios y puestos navideños. Los miedos y temores las han hecho reforzar su seguridad por el bien de todos.
Cada niño que nace es una fiesta. Sin embargo hoy, importa más la fiesta que el Niño.
Cada día hay más personas que no les gusta la Navidad. Están estresadas desde principios de diciembre hasta que vuelven a la rutina después de Reyes. Tal vez han sucumbido a los reclamos del comercio, el agobio de las cenas extraordinarias y el capricho de los hijos.
Para un pensador, Navidad no es un tiempo perdido filosóficamente ni teológicamente. Las luces, el consumo, las felicitaciones e incluso las reproducciones del «Portal» y el estrés de las familias para hacer felices a los suyos, o a la familia que llega y se reúne en estas fechas, pueden dejar indiferente porque eso no es la Navidad. Las Cabalgatas y los Reyes, tampoco. Ni los adornos, luces de colores y música. Todo lo superficial puede ocultar lo esencial.
Hay mucho de farsa en todo lo que se ha montado. La genialidad es que alguien lo descubra y lo grite.
¿Qué relación puede haber entre Calderón de la Barca, Mérida, la Navidad y Charles Chaplin?
Gracias al ingenio de Jesús Díaz, un artista de Guadalajara, quedé admirado y desconcertado. Descubrí su obra por casualidad.
Para quien no sea español, o no conozca la historia de España, aclaro que Pedro Calderón de la Barca es un gran escritor del siglo XVII, autor de obras emblemáticas, como «La vida es sueño» o «El gran teatro del mundo«.
Sabemos que el teatro Romano de Mérida, (Extremadura) es el lugar donde cada año se viene celebrando un Festival Internacional de Teatro Clásico.
Que lo que llamamos Navidad, es el nacimiento de un niño, que es hijo de Dios encarnado en María y nació en Belén de Judea, según las profecías y consta en las Escrituras.
Y también todo el mundo sabe que Chaplin, es el inmortal genio, que con sus actuaciones ha hecho reír y pensar a grandes y pequeños.
El artista alcarreño, ha trabajado mucho y bien para realizar a escala el Teatro Romano de Mérida, y colocar ahí el «Misterio de Belén», y los personajes que intervienen, según las Escrituras y la Tradición.
Ha interpretado que la vida es una representación y los hombres son los actores que «interpretan» su papel en el espacio escénico concreto, que es el Mundo. El autor alcarreño da un paso más, y al meter el Nacimiento en el escenario más internacionalmente famoso de España, realiza una reconstrucción simbólica, para indicar que Jesús, el Niño recién nacido, ha querido hacerse hombre para representar su papel junto a los demás actores. No uno más. Único e irrepetible.
Como se decía en una obra de Quevedo que algunos señalan como fuente de la inspiración de la obra de Calderón:
«Acuérdate que Dios, de esta comedia
de argumento tan grande y tan difuso,
es autor, que la hizo y la compuso.
Al que dio vida breve
solo le tocó hacerle como debe».
Son muchos los papeles y variados. Los actores distintos, escogidos o elegidos cada uno para representar el suyo.
«Si te mandó que hicieses
la persona de un pobre o un esclavo,
de un rey o de un tullido,
haz el papel que Dios te ha repartido;
pues solo está a tu cuenta
hacer con perfección el personaje,
en obras, en acciones, en lenguaje».
La representación de cada uno, comienza en la cuna. No importa que sea regia o se encuentre en una casa normal, en un pesebre o una gruta.
En el auto teatral de Calderón, hay dos puertas, una de entrada a escena: la cuna; y otra de salida: la sepultura. De una puerta a otra, el tiempo de la representación de cada uno, que coincide con su edad. El tiempo pasa por todos, el que sea. El tiempo escénico es la vida.
«La representación o mucha o poca
solo al autor de la comedia toca».
Los actores, representarán su papel en el espacio escénico, total: el Mundo. Nadie es ajeno a los demás. De ahí que los diálogos sean una reflexión sobre la vida del ser humano. Por eso, el artista alcarreño, toma las palabras del actor británico para encuadrar su obra, como hizo Don Pedro Calderón de la Barca, con «signos verbales» literarios y «signos no-verbales» teatro-escenario-acción. Cada cual, en su lugar, viste y actúa de forma acorde con su época.
Este es, textualmente, el encabezamiento del texto que encuadra el Belén de Jesús Díaz: «La vida es una obra de teatro que no permite ensayos… por eso ríe, canta, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida…antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos».
Con la Navidad metida en el espacio escénico de un teatro que ha traspasado los siglos, intenta que realicemos la tarea más bella: reflexionar sobre el propio origen y volver a ser un poco niños, llenos de ilusión.
Pero además, el Nacimiento de Jesús de Nazaret como principio histórico de un mundo nuevo: la «Redención». «Nos ha nacido un Salvador». Para quien tiene fe, una fuente de alegría, de paz hermandad y esperanza.
Y, por fin, claro está, haciendo lo que de cada uno se espera: progresar, sin pisar, según el trasfondo ético religioso de la Navidad: «Sube… haz de los obstáculos, escalones para lo que quieres alcanzar. Pero no te olvides de aquellos que no consiguieron subir en la escalera de la vida» ( Charles Chaplin).
El encuadre del artista de Guadalajara no es superficial. Es un monumento ambicioso y original que reúne historia y teatro; filosofía y ética; pero sobre todo, vida y fe.Me parece. ¿Usted qué opina? En el fondo, está ahí, también para usted.