Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
El cuento, volvió a inundar las calles de Guadalajara con la magia de la narración oral.
Érese una ciudad... que decidió ser de cuento. Los días del 17 al 19 de junio 2016, la ciudad de Guadalajara, España, celebró el primer cuarto de siglo del Maratón de cuentos.
Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)
El cuento, volvió a inundar las calles de Guadalajara con la magia de la narración oral.
Érese una ciudad… que decidió ser de cuento. Los días del 17 al 19 de junio 2016, la ciudad de Guadalajara, España, celebró el primer cuarto de siglo del Maratón de cuentos.
Durante tres dias, la palabra en forma de cuento o de poesía, la ilusión y la magia se hicieron realidad, una vez más. La Escuela de Arte decoró el Palacio del Infantado para el evento.
Según, Blanca Calvo, todo «Nació de una manera modesta y nadie esperaba que llegara a los 25 años de edición, y esto es mérito de toda la ciudad». Pero todos sabemos aquí, que ella es quien puso y pone en marcha la magia en la ciudad. No es fácil sacar a esta ciudad de la monotonía. «La idea primera….fue el poder hacer algo juntos con algo inmaterial, como es la palabra dicha» subraya Blanca Calvo.
El objetivo era dinamizar la primera Feria del Libro y con el gancho de llegar a ser internacionales e incluso de intentar entrar en el Libro Guinness de los Récords.
Cuenta con la coorganización de la Biblioteca Pública de Guadalajara, el patrocinio principal del Ayuntamiento de Guadalajara y la Unión Europea a través del programa Europa Creativa -que financia el proyecto «La poesía anda por las calles» y cuenta además, con la colaboración de numerosas instituciones y asociaciones culturales y educativas, con implantación en la ciudad.
Este año ha contado con más de 250 voluntarios, poetas, profesores, músicos, escritores y narradores, junto con las mencionadas asociaciones culturales. La libertad que vaga suelta y la poesía que anda por las calles y las plazas, dan un brillo especial a la ciudad.Pasacalles de Gigantes y Cabezudos junto con la elaboración del Libro Gigante ponían una chispa más. La Maratón de Cuentos y una maratón viajera, que llegó hasta el Hospital y recibe a los pueblos de la provincia que quieran acercarse. Fueron más de 80 actividades programadas. Es el mayor festival de cuentos de Europa.
Ha contado con la participación de 4 alcaldes, el actual, Antonio Román y los exregidores, José María Bris, Blanca Calvo y Jesús Alique. Tras ellos, más de 1.500 narradores para «el cuento de nunca acabar», 3 días con 2 noches y cerca de 48 horas.
El Palacio de Dávalos, Biblioteca Pública de Guadalajara, acogió una exposición con materiales de los maratones del cuarto de siglo, con ilustraciones, crónicas de prensa y carteles anunciadores y otras ilustraciones y curiosidades. La muestra conmemorativa contenía además 24 retratos de los más ilustres escritores que pasaron por aquí, como Antonio Buero Vallejo, José Luis Sampedro, Ramón de Garciasol, Ana María Matute, Almudena Grandes, Gustavo Martín Garzo y Luis García Montero etc.
El papel mediático de los escritores suele aprovecharse para distinguirles por su poder de convocatoria, y al mismo tiempo, se le ofrecen para sus exposiciones diversos monumentos de la ciudad. Su relevancia se aprovecha de una forma especial para vender los monumentos de la ciudad, albergarlos en los «monucuentos».
Los diversos seminarios y conferencias, juegos y títeres, museos y medios de comunicación, además de Internet dieron cobertura y difusión a la palabra. Los internautas pudieron interactuaren Twitter y Facebook. Una Mesa Redonda, recibía propuestas y emulaba a la ciudad de Almagro, la ciudad del Teatro, mientras debatían sobre Cómo se hace una ciudad de los Cuentos.
ERASE QUE ASI ERA
El Museo Provincial abrió sus puertas con la exposición: «Erase que así era«.
Y ahí quería llegar. Más que las obras expuestas, el título sugería: érase que así era. Como si más que cuento importara la realidad, o tal vez, que la realidad siempre supera la ficción. Acaso, que, por mucha imaginación que se tenga no somos capaces de inventar la realidad. La realidad es eso, es la vida. Erase una vez la vida, pensé, cuando me llegaba este correo:
«Hola, soy Alberto:
Alguien me dio tu correo y sé que vives en Guadalajara, «la Ciudad de los cuentos y los niños».
Quiero contarte algo sobre Sara, puedes publicarlo o hacer lo que quieras. Solo deseo que me escuches un momento y permitas desahogarme. No puedo más. Alguien tiene que decir esto.
Sara, es una chica extraordinaria, nos queremos. Está embarazada. Tiene 16 años. El médico de cabecera la mandó al ginecólogo de la capital. Fuimos juntos, claro. Me preguntó si era el responsable del embarazo y si tenía trabajo. Yo estaba también echo un manojo de nervios. Le respondí la verdad: claro que lo era, y que por ahora no tengo trabajo, porque, como ella he estado estudiando.
Se volvió hacia ella y dijo: sois muy jóvenes. Le aconsejó abortar, para evitar el problema. Lo temíamos, porque según otros jóvenes siempre suelta lo mismo. Si está dispuesta a abortar -gratis total- e incluso te da la dirección para que pidiera cita cuanto antes.
Sara le dijo: no es el problema, doctor. Es nuestro hijo, nos queremos y le queremos tener.
Pues, vosotros veréis. Ya os he dicho lo que hay. Pero si preferís meteros en complicaciones, os puedo dar cita para dentro de…
Creo que usted no ha entendido bien a Sara Doctor. No queremos meternos en líos, queremos a nuestro hijo, le respondí.
El siguió hablándole a ella, -como si yo no contara-. Lo que tienes ahora mismo no es más que un montón de células. No se puede hablar de hijo…
No siga, por favor, le corté. Usted sabrá mucho de lo que sea, pero por favor no nos mienta. ¿Por qué quiere que aborte y se quita ese montón de células, si no es nada? Nosotros sabemos que es nuestro hijo, y lo vamos a tener. Y salimos de allí decepcionados, pero más convencidos.
En la calle, nos besamos y decidimos hablar con sus padres y los míos. Ellos nos ayudarían.
Pero no. Todo sucedió al revés de como pensábamos. Los míos lo aceptaron pero no estaban dispuestos a ayudar. Los suyos fue peor. Pusieron el grito en el cielo, nos recriminaron que cómo podíamos haber hecho eso, y a ella y a mí nos echaron a la calle. Es más, le dijeron que mientras siguiera con el embarazo no apareciera más por allí para nada.
Salimos esta vez muy tristes, llorando, y sin saber a dónde ir… y sin un puto euro. En un banco nos sentamos para hacernos una idea de que el mundo se nos caía encima . No teníamos a dónde ir ni dónde meternos. Nos teníamos a nosotros, al niño y a la tierra y el cielo y el móvil. ¡Ni más ropa ni más nada! Sus ojos totalmente confiados, me dieron fuerza. ¡Decidimos seguir!
Necesitábamos encontrar trabajo y una habitación donde dormir. Había que hacer algo. Con el móvil pusimos un anuncio: «Se ofrece pareja para trabajar en finca o cuidar personas». Esa noche la pasamos en vela, con unos amigos.
Al amanecer, algo había cambiado. ¡Respondieron al anuncio! Una señora mayor vivía sola en una finca a más de ochenta kilómetros de la capital. La hija de la Señora, nos dio la dirección y el teléfono. Teníamos que acudir ese mismo día porque ella era docente y tenía que dejar a su madre con alguien. No había terminado el curso. Y en la finca había trabajo.
Nos acercó un amigo hasta ese remoto pueblo. Nos dejó allí y se volvió porque tardamos en encontrar la casa y se le hacía tarde. ¡Hay que ver lo que hay que Ver! En aquel lugar casi incomunicado, aislado, (el autobús paraba no muy lejos, una sola vez al día, para ir o volver de la capital).
Apenas hubo negociación con la señora porque no teníamos dinero para ir a ningún sitio hasta que nos pagara.
A los pocos días, alguien nos dio por Guasap la dirección de una persona Provida. Sara le contó a grandes rasgos lo que había. Comprendió e inmediatamente y movió, como se dice, Roma con Santiago. Cuando volvió a llamar dijo que necesitaba, un certificado psicológico y de embarazo, para que Sara pudiera ser admitida en una Casa de Acogida, en otra Comunidad Autónoma, porque en la nuestra no había o estaba completo.
Como no teníamos medio de desplazarnos, ella misma, con una amiga vendría a buscarnos. ¡Quedaron horrorizadas! Llegaron pasadas las 5 de la tarde, cuando estábamos empezando a comer. Le dijimos que allí no había horarios y se comía cuando la mayor parte del trabajo se había realizado. Mientras charlábamos, la dueña se comió la tortilla de Sara. Pero es que además ni había hecho contrato, ni estaba dispuesta a pagarnos ni un euro por la semana que habíamos pasado trabajando allí. Es más, estaba dispuesta a denunciarnos si nos íbamos porque no podíamos dejarla sola.
Nos fuimos, no sin antes pasar una odisea. Hicimos llamadas a la Guardia Civil, a Protección civil y a la hija de la señora de la finca. Aquello había sido casi un secuestro, una explotación de personas indefensas y éramos nosotros quienes podíamos y debíamos haber denunciado. Si no lo hicimos, es porque, necesitábamos inmediatamente tener la documentación para que Sara pudiera ser atendida en una Casa de Acogida. Si era admitida, deberíamos partir, para esa Comunidad Autónoma, sin perder tiempo en tramitaciones policiales o judiciales.
La mujer que nos fue a buscar, sin conocernos, nos dio de cenar junto a los suyos y procuró alojamiento cerca de la Estación de Autobuses. Al día siguiente, a las 8 salimos de la capital, en el autobús que nos llevaría hasta la ciudad que acogería a Sara y a nuestro hijo.
Y…aquí estoy, volviendo solo, sin Sara, sin mi hijo, sin suegros y pensando en cómo me recibirán a mi mis padres, cuando llegue a casa después de todos estos días. Nada puede ser tan doloroso como lo que hasta aquí hemos pasado.
Gracias a usted, por permitir el desahogo de un joven padre enamorado. Espero que crea lo que digo. Si lo publican en su ciudad de los cuentos, será también la ciudad de los niños. Alberto.
Evidentemente, no hubo tiempo para leerlo en el Maratón de Cuentos. Pero aquí está. Cuando sea publicado, le haré llegar el enlace. Seguro que su canto de esperanza tendrá su recompensa cuando la vida salga a su encuentro.