Por Fernando de Haro, publicado en Páginas Digital, el 20 de Junio de 2016, a propósito del Manifiesto de Comunión y Liberación (adjunto) ante las próximas Elecciones al Gobierno.
En la campaña electoral se habla de bienes importantes que se deben preservar en nuestra democracia: la igualdad, la libertad religiosa, la libertad de educación, el estado del bienestar. Todos son, sin duda, importantes. Pero se habla menos de otro bien: el bien de otro. Este periódico ha querido suscitar un debate entre pensadores y responsables de la sociedad civil en torno a los fundamentos de nuestra convivencia. Para eso ha tomado como base el manifiesto de Comunión y Liberación hecho público con motivo de los comicios: La aventura de descubrir al otro también en política. A continuación, se recogen, en una síntesis muy libre, algunas conclusiones de las aportaciones recibidas. El trabajo de reflexión no está ni mucho menos cerrado.
Por Fernando de Haro, publicado en Páginas Digital, el 20 de Junio de 2016, a propósito del Manifiesto de Comunión y Liberación (adjunto) ante las próximas Elecciones al Gobierno.
En la campaña electoral se habla de bienes importantes que se deben preservar en nuestra democracia: la igualdad, la libertad religiosa, la libertad de educación, el estado del bienestar. Todos son, sin duda, importantes. Pero se habla menos de otro bien: el bien de otro. Este periódico ha querido suscitar un debate entre pensadores y responsables de la sociedad civil en torno a los fundamentos de nuestra convivencia. Para eso ha tomado como base el manifiesto de Comunión y Liberación hecho público con motivo de los comicios: La aventura de descubrir al otro también en política. A continuación, se recogen, en una síntesis muy libre, algunas conclusiones de las aportaciones recibidas. El trabajo de reflexión no está ni mucho menos cerrado.
Hay desconfianza por el modo de hacer política. Tanto la política como la economía se están volviendo autorreferenciales. Parece que su objeto es servir al dinero y al poder. Esto afecta también a las palabras: las palabras que se usan en la vida política suscitan recelo. Las palabras se sanean cuando se refutan y van más allá de sí mismas, se convierten en una invitación a hacer algo juntos.
Hemos llegado a una situación en la que el bien del otro ya no es evidente. La raíz última de esta despersonalización es la disolución del humus humanista de la cultura occidental que convierte sus mejores frutos –el Estado de Derecho y la democracia– en fantasmas desquiciados carentes de fundamento. La despersonalización se expresa en una “cosificación del adversario político”.
Continuar leyendo en Páginas Digital