LIBRO: ÉTICA EN LA INVESTIGACIÓN DE ENFERMEDADES RARAS
14/04/2016
No se nombra. Se oculta, y… ¡no se quiere ver!
18/04/2016

PorRoberto Germán Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología.Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de  Roberto Germán Zurriaráin el 16 de abril de 2016

La fecundación in vitro es un tema controvertido, polémico y problemático. No obstante, existe cierta aceptación social de la misma que choca, muchas veces, con la escasa, incompleta, imprecisa y, en muchos casos, errónea información que posee la gente en general (también a esto contribuyen las empresas dedicadas a ello), pero sobre todo, las parejas que acuden a la misma.

PorRoberto Germán Zurriaráin, Doctor en Filosofía. Licenciado en Teología.Profesor de Didáctica de la Religión de la Universidad de La Rioja, publicado en Blog de  Roberto Germán Zurriaráin el 16 de abril de 2016

La fecundación in vitro es un tema controvertido, polémico y problemático. No obstante, existe cierta aceptación social de la misma que choca, muchas veces, con la escasa, incompleta, imprecisa y, en muchos casos, errónea información que posee la gente en general (también a esto contribuyen las empresas dedicadas a ello), pero sobre todo, las parejas que acuden a la misma.

Con todo esto, lo que se quiere decir es que la fecundación in vitro es un tema muy amplio y especializado que tiene gran impacto en la vida de muchas personas, pero que casi nadie (y esto sorprende), ajeno al mundo médico-científico, la conoce con exactitud. Luego, necesitamos profundizar en este tema tan importante para todos.

En otros temas, pero sobre todo en este, hay que dejar a un lado los prejuicios a favor y en contra de la fecundación in vitro y saber en qué consiste.

Hay que advertir que en este artículo no se recogen todas las cuestiones éticas que están en juego en este tema. Ni mucho menos.

De entrada, afirmar con rotundidad dos cosas: primero, no se enjuicia a las personas que acuden a la fecundación in vitro. Se juzga la técnica. Segundo, nadie duda del afecto de los padres por el nuevo hijo que acuden a este tipo de fecundación.

Empecemos. Se denomina FIVET (In Vitro Fertilization Embryo Transfer) o FIV (Fecundación In Vitro) a la técnica que, tomada y adaptada de la veterinaria en los años setenta, empezó a ser aplicada por los médicos para dar descendencia a parejas estériles. Concretamente, en 1978 nació la primera niña concebida por esta técnica. Desde entonces han nacido en el mundo más de 5 millones y medio de personas.

Como se ha dicho, esta técnica se presenta como un tratamiento para curar la esterilidad. Sin embargo, la fecundación in vitro no es, propiamente hablando, un tratamiento para curar la esterilidad, sino un tratamiento sustitutivo, pues con ella no se consigue curarla, sino tener un hijo. Sería necesario, para poder considerarla como tratamiento terapéutico, la restitución de la capacidad generativa de la persona estéril. En efecto, la FIV viene directamente a satisfacer el deseo legítimo de tener un hijo. Sin embargo, lo hacen obviando el problema de la esterilidad.

Lamentablemente, el deseo de ser padres adquiere categoría de derecho absoluto por el que el hijo se convierte en propiedad de esos padres con derecho a él. Pero no existe tal derecho. Justamente, el valor moral del hijo no viene dado por el valor externo, adjudicado por un supuesto “derecho a ser padres” inexistente (en todo caso, será un deseo legítimo, pero no por ello, se convierte en derecho), sino que su valor reside en sí mismo, esto es, por lo que es, por el carácter humano de esa realidad en desarrollo.

Por el contrario, si este deseo adquiere categoría derecho, una vez conseguido este deseo, en muchas ocasiones, los padres pierden la obligación y la responsabilidad por los propios gametos y, lo que es peor, por los otros embriones humanos que han generado con la FIV. Es decir, si el embarazo ha ido bien, paradójicamente, ese embrión humano transferido, implantado y nacido es un hijo deseado, en cambio, los padres pierden el sentido de que esos otros embriones humanos que han generado y no han sido transferidos, denominados «sobrantes», también son hijos suyos. Por tanto, la pregunta es: ¿Qué hace que un embrión humano sea o no considerado persona?, ¿el deseo de ser padres?, ¿es esto último lo que transmite la legislación a este respecto?, ¿los embriones humanos sobrantes vuelven a tomar «protagonismo», si se convierten en hijos deseados?

Además, junto a la presentación de la FIV como terapia para la infertilidad, se insiste a veces en que la esterilidad implica para la mujer incapacidad de realización personal. La consideración de la esterilidad como enfermedad a superar por todos los medios genera un sufrimiento y una mentalidad en la que lo prioritario es el deseo subjetivo de tener un hijo como requisito de realización personal de la mujer.

Dicho todo esto, ¿en qué consiste la técnica de la fecundación in vitro con transferencia de embriones? Esta consiste esencialmente en la obtención de óvulos mediante la aspiración del contenido de los folículos ováricos. Para ello se realiza una estimulación hormonal a la mujer, y se le aplica altas dosis de hormona de la fertilidad con la finalidad de provocar la maduración simultánea de varios óvulos (hiperestimulación ovárica). La siguiente fase del proceso es la extracción de los óvulos. Extraídos éstos se someten simultáneamente a la fecundación con los espermatozoides, previamente tratados, bien de la pareja (fecundación in vitro homóloga) o de un donante (fecundación in vitro heteróloga). Con este método se generan más óvulos fecundados de los que en un primer intento serán transferidos. En el proceso de obtención de ovocitos se producen (no es lo mismo engendrar que producir) como media unos 6 u 8 embriones humanos por pareja, pero en algunos casos se pueden obtener hasta 20 embriones. Una vez fecundados todos y superada la fase de ocho células, se transfieren exclusivamente 2 o 3 embriones para evitar el riesgo de embarazo múltiple (se seleccionan y transfieren solo los embriones humanos que presentan mejor características, los demás se eliminan. Esta tarea se denomina eufemísticamente “reducción embrionaria”) y “optimizar” el procedimiento, aunque en este momento, debido a que los resultados de embarazos conseguidos son cada vez mejores, se advierte una tendencia a restringir la transferencia de embriones a un máximo de dos. Luego no hace falta la eliminación en el útero materno de uno o varios fetos en el primer trimestre para evitar un embarazo múltiple de alto riesgo. Se descartan (se eliminan) antes de la trasferencia.

En este sentido, la legislación de algunos países insiste no tanto en reducir el número de embriones producidos por ciclo en la FIV, como en el número de los transferidos de forma simultánea a fin de evitar embarazos múltiples (en la naturaleza solo el 2% de los partos son múltiples, en cambio, por FIV el 24%). En efecto, algunas legislaciones autorizan la producción en exceso de embriones, como la española, dando lugar al problema de los embriones “sobrantes”. (Estamos hablando de embriones humanos, no de óvulos o espermatozoides), pero se transfieren al útero de la mujer como mucho tres, quedando el resto de embriones humanos sin utilizar, metiéndolos por tanto para conservarlos en tanques de nitrógeno líquido (congelándolos). Por eso, el debate contemporáneo se concentra en qué hacer con aquellos que están congelados y que se seguirán congelando.

CíViCa
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