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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)    

El que escribe no pretende que el lector, de la religión que sea, crea o deje de creer lo que cuenta. Su compromiso consiste en no mentir, y exponer honradamente los hechos que narra. Su escrito y su libertad simplemente se ofrecen a la mente y por supuesto al corazón. Deja su relato a la puerta de su inteligencia emocional y a los pies de su fe y su libertad.

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)    

El que escribe no pretende que el lector, de la religión que sea, crea o deje de creer lo que cuenta. Su compromiso consiste en no mentir, y exponer honradamente los hechos que narra. Su escrito y su libertad simplemente se ofrecen a la mente y por supuesto al corazón. Deja su relato a la puerta de su inteligencia emocional y a los pies de su fe y su libertad.

Digo lo anterior, por lo que descubrí en un viaje por Europa. Era algo desconocido para mí  y tiene algo, o mucho, que ver con la Semana Santa.

 Los medios de comunicación machaconamente insisten en imágenes y noticias que nos sitúan en el contexto de la Semana Santa. Voy a narrar no mi viaje, sino ese «encuentro» y el consiguiente recorrido por la leyenda hacia la Jerusalén del viernes Santo.

Volvía de Alemania, por los Países Bajos hacia Bruselas. Nos detuvimos para visitar la encantadora ciudad flamenca de Brujas.  Mientras tomábamos una cerveza me chocó que alguien hablara, de que allí se encontraba la Basílica de la Santa Sangre. Confieso que en mi viaje anterior ni siquiera había visto esa iglesia. Que alguien, en el corazón de Europa diga que allí existe la Basílica de la Santa Sangre, sonaba tan extraño que la antena de la curiosidad se puso en movimiento, por el deseo de saber más.

La oficina de turismo, como respuesta a la pregunta, entrega un folleto que indica que esa iglesia alberga una venerada reliquia de la sangre de Cristo, supuestamente recogida por José de Arimatea  y traída de Tierra Santa por Teodorico de Alsacia,

Una cosa es que una iglesia, se llame con un nombre, por ejemplo, Santiago, y otra que el santo esté en esa iglesia. Pues más raro aún me pareció, después de conocer el nombre de la basílica, que dijeran que en ella se encontrara una verdadera reliquia de la Santa Sangre de Cristo.

Comencé a preguntar, indagar y leer lo que pude, y resumo mis pesquisas. José de Arimatea es un personaje que aparece en los  cuatro Evangelios en el contexto de la pasión y muerte de Jesús. Dicen que era discípulo de Jesús, pero, al igual que Nicodemo, lo mantenía  oculto por temor a las autoridades judías.  Poseía un sepulcro nuevo cavado en la roca, cerca del Gólgota, en Jerusalén.  Compruebo también que había dado la cara pidiendo a Pilatos el cuerpo de Jesús para enterrarlo. Concedido el permiso, descuelga al crucificado, con ayuda de Nicodemo, lo envuelve en una sábana limpia y deposita a Jesús en el sepulcro de su propiedad. Tras cerrarlo con una gran roca se marchan (Mt 27,57-60, Mc 15,42-46, Lc 23,50-53 y Jn 19,38-42).  En España hay «Pasos» que recrean estas escenas.

El Nazareno, por los azotes, los clavos, la corona de espinas, la cruz y la lanza en el costado, había perdido mucha sangre. El aseo del cuerpo del difunto era una tradición, que incluso se mantiene hasta nuestros días. José lavó el cuerpo del difunto con agua y un paño.

¿Cómo llegó a Brujas algo de esa Sangre Santa? Entre los textos anteriormente citados y el otro personaje Thierry d´Alsace o Teodorico da Alsácia hay una distancia de más de once siglos.  Así que descubrir lo que sucedió, supera la historia. Tenemos que entrar en la leyenda o leyendas.

Teodorico de Alsacia ciertamente existió. Nació en Francia en 1099. Era hijo del duque Teodorico II de Lorena y de Gertrudis de Flandes, hija a su vez del conde Roberto I de Flandes, y de Gertrudis de Sajonia. Fue conde de Flandes de 1128 a 1168.  Según la primera leyenda el habría traído la reliquia, en 1146 al volver de Tierra Santa.

Era un caballero Cruzado emparentado con el rey de Jerusalén, dado el parentesco de su mujer Sibila de Anjou, que era hija de Fulco V de Anjou, rey de Jerusalén. Según los cronistas Teodorico después de ser reconocido Conde de Flandes, hizo cuatro viajes a Tierra Santa, desde 1139.

Cuando murió su padre Fulco, Balduino III tenía 13 años y el reino pasó a su madre Melisenda, hija de Balduino II. Con una mujer y un niño en el trono de Jerusalén, la situación política no era fácil. Había muchas ambiciones políticas en su entorno y no había un rey para dirigir al ejército.

Las Cruzadas se convocaron para ayudar a liberar los Santos lugares. Teodorico participó en la Segunda Cruzada y, según esta versión, allí mismo el rey de Jerusalén, que no era otro que su cuñado Balduino III le entregó la reliquia, como recompensa por los grandes servicios prestados. Existían lazos familiares, pero al participar en la Cruzada, había también  razones para obtener ciertas concesiones o gratificaciones.

Al regreso, trajo la reliquia a su país y la entregó, para ser depositada en la basílica, construida en el siglo XII como capilla, justo al lado de la residencia del Conde de Flandes (hoy ayuntamiento de la ciudad).

La Basílica tiene dos alturas. La capilla inferior, dedicada a San Basilio el Grande, es una oscura estructura románica que se conserva prácticamente en estado original. La reliquia se encuentra en la capilla superior, reconstruida en estilo gótico, y da nombre a la Basílica de la Santa Sangre. La parte visible de la basílica es la fachada. En ella, Teodorico es el guerrero dorado que está a la izquierda de la puerta.

De aquí, de Brujas, parte también la leyenda del Santo Grial. El Santo Grial era la copa con la que Jesús celebró la última cena. En este caso la leyenda partiría de Felipe de Alsacia, que no es otro que el guerrero dorado que hay a la derecha de la puerta principal. Era hijo de Teodorico y que a su muerte le sucedió también como conde de Flandes.

Volviendo a la Basílica, el gran mural tras el altar mayor fue realizado en 1905. La parte inferior representa el traslado de la reliquia desde Jerusalén a Brujas. A la izquierda, Teodorico de Alsacia recibe la reliquia  de Balduino III rey de Jerusalén; a la derecha, arrodillado al lado de la condesa Sibila de Anjou,  entrega la reliquia al capellán. Hasta aquí el resumen esencial de la primera leyenda.

Existe otra leyenda posterior que sitúa la llegada de la reliquia, años después, cuando Balduino IX, Conde Flandes, intervino en el saqueo de Constantinopla. El saqueo es un dato real e histórico, sucedió durante la Cuarta Cruzada convocada por el Papa Inocencio III. Balduino fue elegido gobernador de un nuevo estado y coronado Emperador en Santa Sofía, pero no hay constancia de que la reliquia viajara primero a Constantinopla, para desde allí ser traída a Brujas.

La reliquia de Brujas

Lo cierto es que la reliquia tendría un gran significado, tanto como testigo de la pasión y muerte de Jesús, como por ser un recordatorio perpetuo del mismo, por lo menos como la Sábana Santa.

La reliquia es venerada en una ampolla o pequeña botella alargada, que contiene un trozo de tela con sangre de Jesucristo.  Según uno de los Evangelios apócrifos,  José de Arimatea lo conservó con la Sangre de Cristo después de lavar el cadáver. Es guardada en un espléndido tabernáculo de plata.

La ampolla hecho de cristal de roca en el siglo XI o XII era como botella de perfume bizantina, fácil de transportar. Nunca se abrió hasta su llegada a Brujas. El cuello está decorado con cordón de oro y su tapa está sellada con cera. La ampolla está encapsulada en un cilindro de oro con frente de cristal cerrado a ambos extremos por coronas decoradas por ángeles.

La innegable realidad es que está ahí y que el papa Clemente V, dio mucha importancia a la reliquia. De hecho emitió en 1310 una bula papal concediendo indulgencias a los peregrinos que visitaran la capilla, para ver la reliquia.

¿Cuándo se puede visitar o venerar?

Al menos un día a la semana, en la capilla superior tiene lugar un acto de veneración de la reliquia. Durante un instante puede uno acercarse al altar subiendo unos peldaños y contemplar e incluso tocar el delicado frasco, ante la atenta mirada de la persona encargada de protegerlo y descender por el otro lado.

Además, cada año, el día de la Ascensión, se celebra la procesión de la Santa Sangre, una de las más importantes celebraciones religiosas de Bélgica.

Existe una Cofradía titulada Noble Hermandad de la Santa Sangre de Brujas. Esta Hermandad se encarga de su protección y veneración, y guarda los Archivos Históricos que hacen referencia a la reliquia y a la propia Hermandad.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa