Acerca del diagnóstico genético preimplantatorio

Debates éticos suscitados por recientes avances biomédicos
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La llama de la paz sigue encendida, felizmente.
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Por Nicolás Jouve, Dr. en Biología, Catedrático Emérito de Genética. Presidente de CiViCa. Temas de formación sobre Bioética desarrollados en pocas palabras. Publicado en CiViCa el 19 de Enero de 2016. Se adjunta en PDF.

Es una tecnología que se practica en los embriones producidos in vitro. El procedimiento consiste en hacer una biopsia de una o dos células de un embrión en los primeros estadios de su desarrollo, dejando que el resto del embrión continúe el curso de su desarrollo. Sin embargo, la técnica es poco fiable y los pobres resultados dejan a las claras las dificultades del mantenimiento de la viabilidad de los embriones manipulados.

Por Nicolás Jouve, Dr. en Biología, Catedrático Emérito de Genética. Presidente de CiViCa. Temas de formación sobre Bioética desarrollados en pocas palabras. Publicado en CiViCa el 19 de Enero de 2016. Se adjunta en PDF.

Es una tecnología que se practica en los embriones producidos in vitro. El procedimiento consiste en hacer una biopsia de una o dos células de un embrión en los primeros estadios de su desarrollo, dejando que el resto del embrión continúe el curso de su desarrollo. Sin embargo, la técnica es poco fiable y los pobres resultados dejan a las claras las dificultades del mantenimiento de la viabilidad de los embriones manipulados.

El diagnóstico de enfermedades genéticas en embriones humanos tardó en utilizarse, debido fundamentalmente a la necesidad de desarrollar técnicas eficaces de exploración que no fueran destructivas de los embriones en que habrían de aplicarse. La situación cambió tras la aparición de las técnicas de amplificación de ADN, con una técnica conocida como reacción de la polimerasa en cadena (PCR) que permiten detectar la presencia de variaciones mínimas en la secuencia del ADN de un gen, relacionado o no con algún defecto genético, a partir de una muestra del ADN de una célula embrionaria. Para ello es necesario conocer las secuencias de los genes humanos y sus papeles funcionales, que es la gran aportación del Proyecto Genoma Humano.

Casi al mismo tiempo que la PCR, surgieron técnicas de análisis cromosómico basadas en la capacidad de marcar los cromosomas implicados en determinadas patologías, como trisomías, deleciones o translocaciones cromosómicas, muchas de ellas implicadas en síndromes o patologías, detectables ya en los embriones mediante el estudio de una o dos células.

En el momento presente, tras el desarrollo de numerosos protocolos derivados de las metodologías indicadas, el DGP se extiende a más de un centenar de patologías hereditarias, especialmente debidas a tres tipos de desórdenes genéticos: a) las debidas a sistemas monogénicos, como la mayoría de los que producen errores congénitos del metabolismo, en los que la enfermedad se debe a la mutación de un gen simple que puede ser detectada mediante la utilización de la PCR (por ej.: fibrosis quística, acondroplasia, neurofibromatosis, etc.); b) las enfermedades debidas a defectos ligados al cromosoma X (como la hemofilia, el síndrome del frágil X, daltonismo, etc); c) desórdenes debidos a alteraciones cromosómicas (como las trisomias 21, 13 o 18, responsables de los síndromes de Down, Patau y Edwrads, respectivamente, o las alteraciones de númeo de cromosomas sexales, como XO, síndrome de Turner, XXY, síndrome de Klinefelter, y y otras.

Esta tecnología se empezó a aplicar en 1990. Inicialmente, el uso clínico del DGP se encaminó a la determinación del sexo (de los embriones producidos por FIV varón 22”+XY; mujer 22”+XX). Para ello se tomaba una célula del embrión y se analizaba la presencia o no de una región de ADN específica del cromosoma Y. La finalidad concreta de este método es la de la elección del sexo femenino para el bebé que habría de desarrollarse tras su implantación, cuando se trataba de eludir la aparición en el hijo de una enfermedad debida a un gen recesivo ligado al cromosoma X. En estos casos la madre puede no padecer la enfermedad aunque posea el gen alterado en uno de sus cromosomas, dado que sí se trata de alteraciones raras será heterocigótica, es decir portadora del gen normal en el otro cromosoma X. Sin embargo, indefectiblemente transmitirá el gen portador de la alteración genética al 50% de los hijos, que al no tener más que un cromosoma X (el Y heredado del padre encierra otro tipo de información) padecerán la enfermedad. Estos genes tienen muy baja frecuencia por lo que es mucho más improbable que lo reciba un embrión de constitución femenina XX, para lo que haría falta que lo transmitieran los gametos de ambos padres.

El conocimiento de los cerca de 21.000 genes que posee nuestro genoma ha permitido que hoy sea posible el DGP para varios centenares de ellos, si bien que excluido el diagnóstico de enfermedades complejas, como el cáncer, la esquizofrenia y otras en las que están implicados muchos genes… cuyo análisis simultaneo es inviable con las técnicas disponibles.

Las células individuales de un embrión de pocas horas son distinguibles sólo hasta el estadio de 8-16 células (tercer día del desarrollo). A partir de ese momento el embrión tiende a compactarse lo que hace inviable la separación de cualquier célula del resto. El único momento en el que se podría llevar a cabo la biopsia de un blastómero del embrión en formación sin arriesgar la continuidad de su desarrollo, es en el estadio de 8-12 células. La biopsia en este momento del desarrollo es la opción preferida en la mayoría de los centros en que se lleva a cabo el PGD. En lo que existen diferencias de opinión de unos centros a otros es en el número de células que deben ser utilizadas para llevar a cabo el PGD. Algunos centros prefieren el uso de dos células en lugar de una, para no solo hacer el diagnóstico genético deseado, sino además su confirmación. En este caso, tras el diagnóstico a partir del ADN de una célula sólo se decide el destino de los embriones en los que hay concordancia de resultados

Los centros en que se practica el DGP no facilitan datos cuantitativos sobre el grado de daño ejercido a los embriones, aunque se reconoce la posibilidad de errores en el diagnóstico y la existencia de un riesgo importante de destrucción de los embriones, lo que tiene una especial trascendencia ética por tratarse de vidas humanas. A este respecto la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva publicó en 2001 un informe sobre el DGP, acompañado de una recomendación en el que se advertía que: “Es necesario indicar a los pacientes que sean conscientes de los posibles errores potenciales en el diagnóstico y la posibilidad de efectos negativos a largo plazo, actualmente desconocidos, sobre el feto como consecuencia del  PGD debería ser considerado como una técnica establecida con usos específicos en la práctica clínica estándar«.

Una aplicación relativamente reciente es la de la obtención de los llamados “bebé medicamento”, o “bebés de diseño”, denominación que alude a la idea de un perfil genético predeterminado para el niño que se desea traer al mundo mediante las técnicas de reproducción asistida. Se trata de aplicar el PGD a embriones producidos por FIV para determinar la presencia de algún factor genético favorable y/o descartar otros desfavorables. La idea es que tras la implantación y el desarrollo embrionario normal, el bebé que nazca pueda ser utilizado como donante de material celular para remediar alguna enfermedad congénita de un hermano nacido con anterioridad. Se persigue por tanto la producción de embriones sanos e inmunológicamente compatibles con el niño enfermo, normalmente afectado con una enfermedad hereditaria. En este caso la combinación de la FIV y el PGD permite determinar la idoneidad genética de los embriones producidos, siendo necesario descartar los que resultasen portadores de la misma enfermedad hereditaria que su hermano y los que, aun siendo sanos, no tuviesen un sistema genético inmunológicamente compatible con el hermano que la padece.

Toda esta tecnología plantea muchos problemas de hondo calado bioético. El primer problema surge de la propia práctica de la selección en embriones, un verdadero acto de eugenesia, que de no existir límites en su aplicación podría extenderse hacía otros derroteros, tales como la elección de caracteres no relacionados con problemas clínicos. Otra cuestión seria es la decisión sobre lo que es y lo que no es deseable.

Pero sobre todo, la selección de embriones va acompañada del descarte y eliminación  de la mayoría de los embriones analizados, bien por ser portadores de genes defectuosos o faltos de interés, bien por no tener el sexo deseado; bien por la incertidumbre del resultado de las pruebas diagnósticas, en ningún caso infalibles; bien por la inseguridad de la viabilidad de loe embriones manipulados tras la biopsia, etc.

Con todo, el aspecto más crítico, desde la óptica de una bioética personalista es el de la producción de embriones in vitro, que son vidas humanas, para después eliminar parte de ellas, ya que se sabe de antemano que una importante proporción de los embriones producidos no tendrán la cualificación genética deseada.

Nicolás Jouve de la Barreda
Nicolás Jouve de la Barreda
Catedrático Emérito de Genética de la Universidad de Alcalá. Presidente de CiViCa.