Por José Miguel Serrano, Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, Miembro de CiViCa, Publicado en Actuall el 14 de Enero de 2016
Las medidas de seguridad a las que se sometió Rita Maestre, la portavoz de Ayuntamiento de Madrid, para entrar a la tribuna del Congreso son las que pasan a diario cientos de ciudadanos para acceder a lugares oficiales o a medios de transporte como el avión.
Por José Miguel Serrano, Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, Miembro de CiViCa, Publicado en Actuall el 14 de Enero de 2016
Las medidas de seguridad a las que se sometió Rita Maestre, la portavoz de Ayuntamiento de Madrid, para entrar a la tribuna del Congreso son las que pasan a diario cientos de ciudadanos para acceder a lugares oficiales o a medios de transporte como el avión.
La Sesión de Constitución de las Cortes ha tenido entre otras anécdotas el enfado de la dirigente de Podemos y ahora edil en Madrid Rita Maestre por las medidas de seguridad habituales en el Congreso. Se muestra así susceptible ante la acción de seguridad que nos vienen imponiendo los tiempos y que incluyen cacheos en lugares oficiales o en medios de transportes, como los en los aviones.
Su protesta, probablemente, despertaría las simpatías de quienes sufrimos a menudo las medidas por doquier.La simpatía cede, sin embargo, ante la evidencia de que la delicadeza de Rita se aplica fundamental y casi exclusivamente a sí misma.
En efecto, Rita no había mostrado la misma atención ante los elementos presentes en su conocido asalto a una capilla católica legalmente establecida en el Campus de Somosaguas. Allí una minoría católica con un capellán bastante acosado intentaba ejercer el derecho a la libertad religiosa sin interferir en las actividades del grupo de Rita y sus monederenianas.
Con pleno sentido marxista, entiende el grupo que hay que librar a la Universidad de toda superstición o sólo de este opio concreto. Su indignación se combinaba con una ocupación del espacio público en Somosaguas que había provocado numerosas protestas de los alumnos no “movilizados” o no “concienciados” o no “manejados”.
Imagen de Rita Maestre, en un momento de la profanación de la capilla universitaria en 2011.
Sospechamos, sin embargo, que la irritación anticatólica procede de la presencia a través del cristianismo de la pregunta que desenmascara toda la ideología materialista, es decir, la pregunta sobre Dios.
El constructo ideológico viene ahogando a la pregunta en toda la esfera pública, en toda la actividad intelectual. Para adorar al hombre, perdón y a la mujer claro, hay que matar a Dios y, como este no se deja, hay por lo menos que apartarlo de toda realidad cultural. Así la tímida presencia de un grupo orante en el campus supone un tremendo desafío.
La alternativa que se le ocurre a Rita Maestre no es el debate sino la profanación
Para responder al desafío la alternativa que se le ocurre al militante no es el debate sino la profanación; de forma análoga a como la presencia de un grupo político no querido no se canalizó a través de las preguntas incómodas o el debate mas o menos impertinente sino ante el ataque de violencia calculada que sufrió Rosa Diez en el mismo campus.
Ante la acusación de un delito de ofensa contra los sentimientos religiosos, el nuevo cargo público ha indicado que lamenta que alguien se haya sentido ofendido por su acción reivindicativa.
Es lo que tienen las acciones reivindicativas de algunos, que convierten al otro en un símbolo en vez de en una persona y claro los símbolos no tienen sentimientos.
Los abusos totalitarios han tenido siempre como presupuesto la reducción del enemigo a una condición no humana
No está de más recordar que los abusos totalitarios han tenido siempre como presupuesto la reducción del enemigo a una condición no humana, encarnación de fuerzas retrógradas u obstáculo despersonalizado al que se atribuyen las dificultades para alcanzar el ideal impuesto ideológicamente
Si no he entendido mal el argumento de la defensa, las actuantes y quienes las lanzaron sobre el lugar de culto religioso- que profanaron mientras en él se encontraban un pequeño grupo de alumnas dedicadas a las actividades propias de los lugares de culto- es que lamentan que alguien se sintiera ofendido en los sentimientos religiosos por su irrupción. Una irrupción que conviene recordar consistió en que unas personas se desnudaron, gritaron y acosaron a los presentes, ocupando y profanando el altar.
Frente al argumento sólo caben dos interpretaciones, la primera y muy probable es que nos encontramos ante unos cínicos que unen a la primera profanación, una nueva burla.
La segunda es que en su concepción narcisista y sádica se “sorprenden” ante la reacción de unos creyentes por un asalto y profanación de una capilla. Vienen a decir que se trata de un grupo de supersticiosos con reacciones anormales ante actos “normales” y “reivindicativos”. En su sadismo lo que pretenden es que el nivel de ofensa sobre los sentimientos religiosos lo fija el ofensor, es decir, ellos.
Creo que como ha indicado con acierto la Asociación Internacional para la Defensa de la Libertad Religiosa esta libertad no ampara el derecho de las personas con convicciones religiosas a controlar lo que se puede o no decir sobre una religión determinada, pero en ningún caso permite el insulto desconsiderado a los sentimientos religiosos.
Esto además constituye un delito y es lo que hizo nuestro nuevo cargo público mientras se entrenaba “profesionalmente” a acceder a su puesto en la nueva casta progresista.