Insultos y preguntas ¿sin respuesta?

Un hecho, interroga. El otro, acusa
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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa

Quiero rescatar dos frases del viaje histórico del Papa actual. Las dos llaman a las cosas por su nombre. Desmitificar el instinto y buscar la verdad.¡Sin eufemismos!

La primera, tiene la genialidad de escandalizar a las redes sociales de los detractores del Pontífice, tanto internos como externos. Vamos a dejarnos ya de eufemismos  y retórica bizantina de si el Papa justifica o condena la violencia. ¡Ya está bien de tonterías cuando todo es más natural!

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa

Quiero rescatar dos frases del viaje histórico del Papa actual. Las dos llaman a las cosas por su nombre. Desmitificar el instinto y buscar la verdad.¡Sin eufemismos!

La primera, tiene la genialidad de escandalizar a las redes sociales de los detractores del Pontífice, tanto internos como externos. Vamos a dejarnos ya de eufemismos  y retórica bizantina de si el Papa justifica o condena la violencia. ¡Ya está bien de tonterías cuando todo es más natural!

Ha dicho: «Si alguien dice una palabrota sobre mi madre puede esperarse un puñetazo».  El agudo periodista, Antonio Burgos comentaba con humor: "Ya iba siendo hora, hombre, de que alguien se dejara de lo políticamente correcto para defender conceptos tan absolutamente pasados de moda como el amor de hijo y la honra de la madre. El Papa, aparte de Pontífice, es un caballero que como tal le parte la cara a quien ose mentarle a su madre… A las palabras del Papa les falta únicamente la música, porque eso es un pedazo de tango. Eso lo dices con un bandoneón de fondo y es puro Discépolo: «A mí puedes tú llamarme/lerdo, vago, hasta ladrón,/mas si largas de mi madre/yo te pego un boooooofetón» (ABC, 19-01-2015).

Con música o sin ella, aquí  o en Argentina, la reacción es la normal.

La segunda es, "la única pregunta que no tiene respuesta".  No  aparece  esa pregunta en  "El libro de las preguntas desconcertantes" de Josep Muñoz Redón;  aunque sí se encuentren "el tipo de cuestiones capaces de provocarnos un escalofrío con solo pensar que podemos topar con ellas".

No es una pregunta teórica, sino vital la que le hizo al Papa,  entre lágrimas, una niña llamada Glyzelle. El Papa sorprendió a todos diciendo:"Ella, hoy, ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas".

¿Por qué el dolor y cuál fue la pregunta de esa niña filipina de 12 años? ¿Qué se puede aprender de esa pregunta, si es que se puede aprender algo?

Algo importante deben haber en el trasfondo de las palabras de la niña, puesto que el Papa, dejando al lado lo que tenía escrito, se ha fundido en un abrazo con la niña y ha dicho: "sólo ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas"; "la realidad que plantea es superior a lo que había preparado".

Al igual que muchos niños, en su país y en otros muchos, al igual que el niño con el que se acercó para leer un discurso ante el Papa, Glyzelle, ha vivido una experiencia de profundo sufrimiento. Ha pasado todo tipo de penurias, abandono, desamor y el vértigo de las drogas y la prostitución, hasta que fue rescatada por una ONG y llevada a un centro de acogida.

Por eso, precisamente, la niña entre lágrimas dijo: "Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchos víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o las prostitución.¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no es culpa de los niños? y ¿Por qué tan poca gente nos viene a ayudar?"

Hay datos, que superan el millón,  sobre la violencia y la explotación sexual infantil, en Asia (Tailandia, Camboya, Filipinas, India, Viettnam etc.) Según Unicef, Filipinas es uno de los 10 peores países para ser niño, ya que "la prostitución infantil y los abusos sexuales a niños no deja de crecer". Muchas veces inducidos por familiares o conocidos. Incluso, un altísimo porcentaje de los niños y niñas que realizan trabajos domésticos, son víctimas de  abusos físicos.

Ciertamente un panorama devastador, para cualquiera que tenga un poquito de sensibilidad. No olvidemos que "la explotación sexual, que puede ser comercial o no, y se define como todo tipo de actividad en que una persona usa el cuerpo de un/a niño/a un/a adolescente para sacar ventaja o provecho de carácter sexual y/o económico, basándose en una relación de poder. Se considera explotador tanto aquel que intermedia u ofrece la posibilidad de la relación a un tercero, como al que la mantiene con el menor de edad, no importando si la relación es frecuente, ocasional o permanente. Se utiliza a niños con propósitos sexuales a cambio de dinero o de favores entre el cliente, el intermediario o agente, y otros que lucran con la trata de niños para esos fines (progenitor, familiar, proxeneta, maestro)".

Dicho lo cual, debemos añadir que estas formas de coacción y violencia contra el niño se considera un trabajo forzado y una de las más viles y actuales formas de esclavitud.  Las modalidades pueden ser la prostitución infantil propiamente dicha, el tráfico de niños, la pornografía y el turismo sexual. Apoyar o fomentar cualquiera de esas formas ayuda a las otras o las incrementa. Las mafias lo saben.

Quiero decir que lo que dijo la niña es una cara de la terrible realidad. Pero hay otra cara que no suele aparecer, más oculta y ciertamente poderosa e interesada. De los 600 millones de viajes turísticos, un elevado porcentaje reconoce el turismo sexual. Y de entre éstos últimos  otro gran porcentaje reconoce tener conductas pedófilas.

Así que, más que preguntas sin respuesta, hay conductas que fuerzan situaciones que llevan a los niños a ese límite. Por eso, acertadamente el Papa dijo: "Cuando nos hagan  la pregunta de por qué sufren los niños", la respuesta debe ser "o el silencio o las palabras que nacen de las lágrimas". No hay que tener miedo a preguntar. y tampoco "hay que tener miedo a llorar".  Las lágrimas pesan en el alma.

En muchos casos, más que preguntar escandalizados ¿por qué Dios permite estas cosas?, sería bueno callar, indagar e investigar por qué  una niña o un niño tiene que gritar esa pregunta a Dios.  Las respuesta, no tiene que venir siempre de lo alto.

Sería bueno también reaccionar, al saber  por qué sufren los niños. El presidente de Francia acaba de decir: "cada vez que se atente contra la dignidad o la igualdad entre un niño y una niña, habrá reacción". Ya era hora que alguien alzara la voz contra la impunidad y contra la discriminación, aunque no haya concretizado nada. Esperemos que llegue el día en que algún estado lleve ante la justicia a quienes obligan a ejercer la prostitución, maltratan o abusan de menores, igual que a quienes los venden en matrimonio, sin su consentimiento o los matan por sus creencias o por un falso honor.

La pregunta es para pensar. El Papa concluyó: "!Sean valientes, no tengan miedo"-

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa