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Por José Antonio Chamorro Manzano (Miembro de CIVICA, Ensayista en materia teológica natural y moral) 

– ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa?... Es que, de pronto, he empezado a tener sensación, consciencia, de mi ser; he empezado a percibir mi propia existencia, y mi propia necesidad y apetencias de vivir y de actuar; y he empezado a sentir mi necesidad de recibir atención hacia mí, y mi necesidad de prestar yo atención a todas las demás criaturas habidas, y mi necesidad de recibir afectivo amor y de corresponder con afectivo amor…

Por José Antonio Chamorro Manzano (Miembro de CIVICA, Ensayista en materia teológica natural y moral) 

– ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa?… Es que, de pronto, he empezado a tener sensación, consciencia, de mi ser; he empezado a percibir mi propia existencia, y mi propia necesidad y apetencias de vivir y de actuar; y he empezado a sentir mi necesidad de recibir atención hacia mí, y mi necesidad de prestar yo atención a todas las demás criaturas habidas, y mi necesidad de recibir afectivo amor y de corresponder con afectivo amor…

Esas palabras que anteceden, pudieran ser una manera breve de expresar los iniciales sentimientos con los que toda alma –el alma de cada uno de todos los individuos llegados a la vida–, pudieran ser esas palabras (repito) una manera breve de expresar los iniciales sentimientos con los que toda alma comienza su periplo por la vida terrena.

Si queremos encontrar una explicación incuestionable, lógica y convincente a ese respecto, tendremos que acudir a la Metafísica, a la Teología natural –consideremos que la Teología natural es la Teología universal de inspiración sentimental con la que Dios, el Creador, dota por igual a cada una de todas las almas que Él envía para dar la existencia terrena y eterna a cada respectivo individuo viviente destinado a integrarse en el marco de la Creación–.

En función de las facultades intelectuales que cada individuo haya cultivado y logrado acumular a disposición de su propio interés indagatorio al respecto, la Metafísica, la Teología natural, irán dándole a conocer, a él, que toda alma es una criatura sobrenatural –toda alma es una creación del Creador, Dios– e irán dándole a conocer también que el alma es el soporte absolutamente necesario y fundamental para proporcionar la existencia y la vida y la acción y la afectividad de cualquier individuo viviente, y ello desde su primer instante existencial, desde los prolegómenos inmediatos al comienzo de la fecundación o germinación.

La Teología natural proseguirá enseñando que Dios crea y dota debidamente a cada una de todas las almas que Él envía a dar la existencia individual a las surgentes criaturas vivientes, y las dota debidamente a efectos de capacitarlas genéricamente para la vida terrena y para la vida eterna. La dotación a las almas, la realiza Él mediante un conjunto de sentimientos y predisposiciones facultativas genéricas que serán los motores que impulsen a la vida y a la acción y a la sociabilidad fraterna a toda criatura viviente; a cuyo conjunto denominamos “Código Genético Divino”. Bien es verdad que tales impulsos podrán ser modificados y hasta tergiversados por cada alma, en función de las circunstancias que le sobrevengan durante el transcurso de su periplo vital.

Prosigue la Teología natural, diciendo que Dios infunde la respectiva alma sobre el adecuado conjunto de material biológico, fecundativo o germinativo, reunido por progenitores paterno-maternos. Y que de manera simultánea, con la toma de posesión de dicho material por parte del alma enviada, las almas de los respectivos progenitores, paterno-maternos, informan funcionalmente a ese alma con sus propios “Códigos Genéticos Genealógicos".

Pues bien, a partir de dicho momento de toma de posesión, el alma, impulsada por la dotación sentimental divina e informada funcionalmente por los procreadores paterno-maternos, pasará a cumplir con toda fidelidad sus correspondientes actividades; actividades que iniciará el alma mediante la conducción del proceso biológico específico denominado fecundación o germinación. Pero, el conocimiento de los resultados materiales prácticos, corporales, obtenidos por el alma, deberemos ir consiguiéndolo a través de las enseñanzas proporcionadas por las ramas científicas concernientes.

CONCLUSIÓN

Las expuestas enseñanzas teológicas relativas al alma, podrán parecerles, a algunas personas, conceptos básicos, de validez eterna y universal por ser conformes a la paternal inspiración de Dios para con todas y cada una de Sus criaturas. Podríamos añadir que tales enseñanzas también podrán parecerles, a algunas personas, conceptos básicos para desde ellos pretender conseguir el acertado conocimiento teológico sobre Dios; conocimiento, ése, imprescindible para que cada persona pueda establecer su más acertada filosofía de vida, conforme a los designios divinos. 

Pero, como resulta obvio, dichas enseñanzas teológicas se hallan fuera de las enseñanzas espirituales dominantes que se imparten entre la inmensa mayoría de las personas, sujetos pacientes integrantes de la sociedad humana, o pueblo de Dios. Y aquí habríamos de preguntarnos: ¿Serían, dichas enseñanzas teológicas, argumentos de razón suficientes para permitir defenderse por sí mismas a las personas próximas a ser ingenuas, pero criminales, agentes abortistas?

Las ideas que anteceden, han surgido a impulso del escándalo que supone el que, desde 1973 y según lo informa públicamente un alto organismo internacional, se hayan cometido en el mundo más de Mil Setecientos millones (1.700.000.000) de abortos homicidas.

CíViCa
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Ciencia | Cultura | Vida Asociación de Investigadores y Profesionales por la Vida.