El inicio de la vida humana desde la ciencia – Ponencia de Nicolás Jouve

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Ponencia “El inicio de la vida humana desde la ciencia”. En el Seminario Internacional por el Derecho a la Vida - Por Nicolás Jouve. Doctor en Biología. ICatedrático de Genética. Miembro Comité Bioética. Presidente de CiViCa – Jueves 3 de Julio Congreso de los Diputados, Madrid

En mi presentación trataré de dar una perspectiva rigurosamente científica sobre el tema del inicio de la vida humana, que no es una cuestión de opiniones, ni de ideas filosóficas, religiosas o políticas, sino estrictamente de certeza científica.

Ponencia “El inicio de la vida humana desde la ciencia”. En el Seminario Internacional por el Derecho a la Vida – Por Nicolás Jouve. Doctor en Biología. ICatedrático de Genética. Miembro Comité Bioética. Presidente de CiViCa – Jueves 3 de Julio Congreso de los Diputados, Madrid

En mi presentación trataré de dar una perspectiva rigurosamente científica sobre el tema del inicio de la vida humana, que no es una cuestión de opiniones, ni de ideas filosóficas, religiosas o políticas, sino estrictamente de certeza científica.

Quizás si deseamos poner las cosas en su sitio tendríamos que empezar por reconocer que la ciencia, y en particular la biología no tiene nada que decir sobre el concepto de «persona» aplicado a un embrión o a un feto humano, dado que las ciencias naturales ni incluyen ni pueden incluir el concepto filosófico o jurídico de «persona» entre los objetos formales de sus líneas de investigación. Pero dicho eso, lo inmediato es reconocer que la Biología, a través de diversas áreas de conocimiento como la Genética, la Biología Celular, la Embriología, etc., aportan los datos necesarios para conocer con precisión el «cómo» y el «cuando» se origina un ser humano, y sobre cómo se desarrolla y evoluciona, que es a lo que me voy a referir brevemente en esta ponencia, y estos datos deben ser tenidos en cuenta para establecer los límites de actuación en el marco legislativo que tengan que ver con los primeros estadios de la vida humana.

La verdad es que causa sonrojo a estas alturas tener que insistir en que un embrión o un feto humano es un ser humano independiente y no un conglomerado de células, o una extensión del cuerpo de la madre. Pero para los que aun andan dándole vueltas a este asunto y buscando argumentos para justificar la utilización de los embriones, o el aborto, trataré de señalar los principales datos que los avances de la Biología más actual han puesto a nuestra disposición para afirmar sin ningún género de dudas que un embrión humano, desde la concepción es un ser vivo miembro de nuestra especie.

Para explicar el tema trataré de contestar a los siguientes cuatro puntos:

  1. ¿Qué es un «embrión»?
  2. La «identidad genética»: clave para la comprensión del inicio de la vida humana
  3. La fecundación: el “big-bang” de la vida
  4. La embriogénesis. Un desarrollo coordinado, continuo y gradual

1.    ¿Qué es un «embrión»?

Los principales tratados de Biología, también el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, dicen del embrión que es un «Ser vivo en las primeras etapas de su desarrollo, desde la fecundación hasta que el organismo adquiere las características morfológicas de la especie». Por mencionar solamente un ejemplo, Rieger y otros autores, en el «Glosario de Genética y Citogenética» definen el embrión de los animales como «el organismo joven que surge de la célula huevo fecundada»[1].

Me parece significativo señalar que esta definición, y otras parecidas que podemos encontrar en los principales tratados de Embriología, son anteriores a la tecnología de la fecundación in vitro, que al facilitar la producción de embriones en el laboratorio, ha contaminado el panorama al convertir a los embriones así obtenidos en objetos de consumo. Así se demuestra en España con la aplicación del término «preembrión» a los embriones obtenidos por fecundación in vitro, un concepto inexistente en biología y que debería ser erradicado de las leyes  de Reproducción Humana Asistida de 2006 y de Investigación Biomédica del 2007.

Aplicado al ser humano, un embrión es un ser vivo en las primeras etapas de ciclo biológico, desde la fecundación y formación del cigoto hasta la octava semana de su desarrollo. A partir de la octava semana y hasta el parto pasa a denominarse feto. El embrión y el feto son pues las primeras fases de la vida humana.

2.    La «identidad genética»: clave para la comprensión del inicio de la vida humana

Los datos biológicos indican de forma objetiva que el principio del ciclo vital del ser humano coincide con la fecundación por ser cuando se establece la «identidad genética», que por definición es única y está materializada en el ADN que constituye el genoma de cada individuo.

Antes de la fecundación lo que hay son gametos y los gametos son portadores de una información necesaria pero insuficiente para la vida, de tal modo que morirán al cabo de unas horas si no cumplen su papel y se fusionan para completar la información genética necesaria para la vida. Al fusionarse un óvulo y un espermatozoide, cada uno aporta 23 cromosomas y se constituye una información genética nueva y suficiente, unos 21.000 pares de genes necesarios para la vida. De este modo se origina el «cigoto» y queda establecida la «identidad genética».

Si cada uno de nosotros tenemos una identidad genética propia y distinta es porque existen mecanismos biológicos que generan «diversidad genética». Esta se materializa en las cuasi infinitas combinaciones entre los genes paternos y maternos en un proceso conocido como «recombinación genética» que tiene lugar, durante la producción de los gametos, en la llamada «meiosis» en los tejidos germinales de cada parental. De este modo cada gameto adquiere una combinación aleatoria y distinta de entre los genes paternos y maternos. La diversidad se acentúa al fusionarse dos gametos procedentes de dos parentales genéticamente diferentes.

Alguien podría pensar que es exagerado atribuir a la identidad genética el papel determinante del inicio de la vida, pero lo objetivamente cierto es que en lo biológico, cada individuo, cada uno de nosotros, somos el producto de lo que codifican nuestros genes al combinarse la información genética, el ADN, que aportan los gametos paterno y materno, queda determinado el sexo, los rasgos físicos las enfermedades hereditarias, etc., todo lo que contribuye a nuestra tipología biológica constituye nuestra identidad genética.

Otro hecho a resaltar, con toda la objetividad que suponen los datos científicos, es que tras la fecundación, una vez establecida la identidad, esta no variará a lo largo de la vida –salvo que ocurra alguna mutación somática localizada-. De ahí que cuando se tienen que hacer unas pruebas de paternidad o la identificación de unos restos orgánicos humanos en asuntos de medicina forense o medicina legal, se recurra al estudio del ADN, la llamada «huella molecular».

La identidad genética determina el marco de la vida, -desde la concepción hasta la muerte- de tal modo que los límites de la vida quedan nítidamente determinados por ella. Mientras hay continuidad genética hay continuidad biológica.

3.    La fecundación: el “big-bang” de la vida

De acuerdo con lo dicho hasta aquí, si la información genética necesaria para la vida queda constituida al producirse la fecundación, podemos afirmar metafóricamente que la fecundación supone el «big-bang» de la vida.

En el ser humano, la fecundación natural tiene lugar en la parte alta de las trompas de Falopio, donde se desprende un óvulo y a donde ascienden los espermatozoides tras una relación sexual. A los efectos de entender el significado de la fecundación creo que interesa destacar especialmente dos datos: la creación de una nueva información genética, tras la fusión de los pronúcleos masculino y femenino y la asimetría de la célula huevo resultante tras la fecundación.

La fecundación es realmente un proceso largo desde que tiene lugar el contacto del óvulo y el espermatozoide. Omito detalles demasiado técnicos, pero si quiero destacar el significado biológico de la fusión de los pronúcleos, aproximadamente a las 15 horas de la penetración del núcleo espermático. A partir de ese momento, el ente formado, denominado «cigoto» es cromosómica y genéticamente humano, por contener una información genética humana constituida por 46 cromosomas, mitad paternos y mitad maternos. El cigoto, es de este modo el primer ente biológico que adquiere una «identidad genética» y es por tanto la primera realidad corporal del ser humano, a lo que podemos añadir que es el punto exacto en el espacio y en el tiempo en que un «individuo humano» inicia su propio ciclo vital.

El Comité de Bioética de España en su informe de octubre de 2009 destacó el significado de este hecho al señalar que: «El primer momento relevante es la fecundación, entendida como la fusión de los pronúcleos del espermatozoide y del óvulo. Surge aquí una entidad biológica nueva, que posee la dotación genética característica de la especie humana».

Si desde la fecundación existe un nuevo ente biológico, si se trata de una nueva vida humana, y si, como con toda propiedad señala el diccionario de la RAE, ser y existir son equivalentes, este nuevo ente, vivo, humano y que existe, es un «ser humano».

El segundo hecho a destacar es que, desde el punto de entrada del espermatozoide se produce una liberación de iones calcio, lo que determina una asimetría en el interior del cigoto. Esto marca un eje dorso-ventral del embrión unicelular y determina el destino de las células hijas en cuanto se produzcan las primeras divisiones de segmentación. Es muy importante tener en cuenta este hecho, pues la asimetría del cigoto condiciona una división de papeles de las células que van a ir surgiendo conforme crezca el embrión. Ya desde la primera división celular, la célula que posee mayor concentración de calcio y sus células descendientes formarán el «embrioblasto», es decir el embrión propiamente dicho, mientras que la célula con menor concentración de calcio, comienza a proliferar para formar el llamado «trofoblasto».

De este modo, el embrión es desde la fecundación y de ahí en adelante un ser asimétrico y heterogéneo, y no un conglomerado de células todas ellas potencialmente equivalentes.

Constituido el cigoto y al tiempo que se produce su primera división celular se pone en marcha el reloj de la vida y empiezan a expresarse los genes propios del embrión.

4.    La embriogénesis. Un desarrollo coordinado, continuo y gradual

El transcurso de las primeras etapas se conoce con toda precisión, sobre todo diez años después de la culminación del Proyecto Genoma Humano y las evidencias de la Genética del Desarrollo, que se unen a los datos y observaciones de la Biología Celular y la Embriología. Desde la fecundación, todo el proceso de desarrollo embrionario consiste en un crecimiento en tamaño, debido a sucesivas divisiones celulares, y una determinación hacia diferentes tipos de estructuras de los linajes celulares. Las tres propiedades que caracterizan el desarrollo desde la primera división de segmentación son: «coordinación», «continuidad» y «gradualidad».

Aproximadamente a los tres días de la fecundación el embrión, tiene el aspecto de una esfera compacta que se denomina «mórula», que en su evolución habrá pasado por 8, 16, 32 y 64 células, que son los llamados «blastómeros». Muy al principio de esta primera etapa de la vida embrionaria, probablemente poco después de finalizar el proceso de la fecundación, los blastómeros conservan su «totipotencialidad», de modo que si se separasen accidentalmente partes de este embrión, cada parte podría dar marcha atrás para volver a empezar como un nuevo embrión, originándose los gemelos monocigóticos, único caso de personas que poseen la misma identidad genética

Tras cinco días desde de la fecundación, en el embrión en el estado de «mórula» comienza a introducirse líquido para formar una cavidad, denominada «blastocele». Alcanzado este momento, el embrión que a los efectos descriptivos pasa a denominarse «blastocisto», está constituido por un centenar de células y está dispuesto a fijarse a la pared del endometrio. La anidación que se producea partir del quinto día tiene lugar mediante la introducción en la mucosa uterina de las células del trofoblasto próximas al polo más rico en iones calcio. Del trofoblasto se derivarán la placenta y las estructuras protectoras del embrión y del feto durante la gestación. A los efectos del significado de la anidación es importante señalar que ésta no marca el inicio de la vida humana, sino el punto en que un embrión humano existente desde días antes pasa a relacionarse con su madre a los efectos de continuar su ciclo vital en las condiciones necesarias para la vida misma. Pero debe entenderse que el embrión es desde el principio un ente independiente de la madre, que utiliza su propio programa genético de desarrollo y que en el claustro materno no forma parte de la sustantividad ni de ningún órgano de la madre, aunque dependa de ésta para su propio desarrollo.

A pesar de esta independencia, durante la gestación se establecen unos mecanismos bioquímicos que anulan la reacción inmunológica de rechazo, de modo que el embrión no solo no es considerado un cuerpo extraño, sino que es asumido y protegido en el claustro materno durante el desarrollo. Si me permiten una cita, el insigne filósofo vallisoletano Julián Marias, expresó esto con propiedad frente a quienes creen que el no nacido es una parte del cuerpo de la mujer embarazada, cuando dijo que esto es una «insigne falsedad, porque no es parte sino que está alojado en ella, mejor aún, implantado en ella». Sobre esto, se pronunció de forma acertada el tribunal constitucional en la sentencia 53/1985[2] a propósito de la primera Ley española del aborto, cuando señaló que: «la gestación ha generado un tertium existencialmente distinto de la madre, aunque alojado en el seno de ésta» 

Transcurridos catorce días desde la fecundación el embrión ha seguido creciendo y ha aumentado su asimetría morfológica. En este momento comienza la llamada «gastrulación», una fase que se caracteriza por la aparición de la llamada «línea primitiva», una banda celular engrosada situada en la región central posterior del embrioblasto  de la que se derivará la formación de tres estratos celulares: ectodermo, mesodermo y endodermo de las que más adelante derivarán los tejidos y órganos del ser humano en formación: la columna vertebral, el cerebro, los ojos, el estómago, el corazón, el aparato digestivo, etc. A partir de la gastrulación queda definido el plan general del cuerpo.

Un dato de interés es que tan pronto como en la sexta semana el embrión ha completado la formación del arco neural a nivel de la médula espinal. A partir de entonces los estímulos externos que reciba el embrión ascienden desde la médula al cerebro. Por ello, se puede afirmar que a partir de la octava semana y de ahí en adelante el feto puede sentir dolor. Alcanzada la novena semana, cuando la histogénesis ha comenzado y la organogénesis está orientada el embrión ya muestra morfología humana y da comienzo la etapa fetal.

Las sucesivas fases que se van sucediendo desde la fecundación, el cigoto, la mórula, el blastocisto, la gástrula y el feto, no representan un cambio cualitativo en el individuo humano en desarrollo, se trata del mismo organismo que va desarrollándose de forma gradual y coordinada, crece en número de células y se organiza siguiendo sus propias instrucciones genéticas. De una etapa se pasa a la siguiente sin solución de continuidad. Esto lo ha expresado el Comité de Bioética de España en su informe al decir que: «El desarrollo embrionario y fetal puede considerarse un proceso en continuidad desde la fusión de los pronúcleos del espermatozoide y del óvulo hasta el parto. Desde esta perspectiva, su vida biológica puede identificarse en todo momento como una vida humana».

Utilizando una terminología genética, a lo largo de las etapas embrionaria y fetal va cambiando el «fenotipo», conservándose de forma invariable el «genotipo». Las diferentes partes y órganos que van apareciendo son el producto de los genes que de forma diferencial se van expresando o silenciando en cada parte del embrión o el feto y en cada momento del desarrollo. A ello contribuyen las modificaciones epigenéticas, que son responsables de la expresión o silenciamiento de los genes contenidos en el genoma individual. Los detalles del programa de regulación genética  en cada momento y zona del embrión está siendo desvelado por la Genética del Desarrollo, una rama de la Genética que explica cómo y en qué orden se van produciendo las actividades de los genes de que dependen los cambios morfológicos en el embrión y el feto.

En este punto creo necesario enfatizar que el embrión es en todo momento un todo integrado y que el programa de desarrollo se plasma en una perfecta coordinación e interdependencia de unas partes y otras a los niveles celular y molecular, debido al programa de actividades genéticas a lo largo del desarrollo. Tras la fecundación, el embrión no es un individuo en potencia, sino un individuo humano que ha comenzado su existencia y en el que se cumplen todas las condiciones necesarias y suficientes para alcanzar de forma autónoma y continua todo el potencial para el que está genéticamente equipado.

Por tanto, con pleno rigor se puede afirmar que: «cada vida humana es una vida única, que transcurre sin saltos cualitativos desde la fecundación hasta la muerte, por lo que el embrión y el feto, las primeras etapas de la vida, son biológicamente equiparables al recién nacido y al adulto. Se trata del mismo ser, la misma persona, de la que lo único que los diferencia es un factor temporal, que no debe convertirse en determinante para establecer diferentes categorías en un mismo individuo»[3].

Desde la perspectiva biológica cada individuo humano, embrión feto, adulto o anciano, es el mismo ser, por lo que  debería ser éticamente valorado conforme a su condición y dignidad humana, y desde la perspectiva jurídica deberían habilitarse las normas necesarias para su protección.

Para finalizar y si me permiten una opinión personal creo que este es el camino correcto al que responde la reforma de la ley del aborto propuesta en Diciembre de 2013 por el ministro de justicia, D. Alberto Ruíz Gallardón.

Tras todo lo dicho solo me resta invocar al sentido común y reivindicar los datos de la ciencia más actuales que han dado a conocer todo el maravilloso proceso de la vida en sus etapas embrionarias y fetales, ocultas y desconocidas hasta hace unas décadas, pero que hoy conocemos con un gran detalle a los niveles genético, celular y morfológico. Extendamos por tanto las mismas normas de respeto a la dignidad de la persona a estas etapas del concebido no nacido, ya que la vida humana debe ser tratada y protegida siempre conforme a su dignidad y no considerada como un medio sino como un fin en sí misma.


[1]Rieger, R. Michaelis, A. Green, M.M. Glossary of Genetics and Cytogenetics. Springer-Verlag, Berlin  1976.
[2]Sentencia de recurso de inconstitucionalidad de la Ley del aborto del Tribunal Constitucional nº 53/1985 de 11 de abril de 1985.
[3]N. Jouve El manantial de la vida. Genes y bioética. Ediciones Encuentro, Madrid, 2012, pg. 119-120
Nicolás Jouve de la Barreda
Nicolás Jouve de la Barreda
Catedrático Emérito de Genética de la Universidad de Alcalá. Presidente de CiViCa.