Roban tiempo, conciencia y vida, con esta educación

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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa). Publica en el Blog Esperando la Luz el 14 de diciembre de 2013.

No son capaces de escuchar, ni de sumar. En España y en otros muchos países, legisladores y gobiernos no escuchan a los sabios, ni son capaces de consensuar algo tan esencial para el futuro de todos, como es la educación. Tienen mayoría, pero no voluntad de hacer personas libres.

Tampoco todos los docentes están a la altura de lo que se necesita.  ¿Es  falta de libertad o es deseo de no complicarse?  No lo digo por el reiterado desastre del informe PISA;  tampoco por el escalofrío de juventud que muestra el programa televisivo “Hermano mayor”. La incuria,  inercia y la violencia están ahí.  Más que síntomas inquietantes, son  ya realidades sociales.

Los partidos mayoritarios que han gobernado durante los últimos 35 años, con sus Leyes educativas han robado a la juventud el tiempo, la ilusión, el futuro, y la conciencia. Sus leyes nacen muertas. La juventud está desorientada y desnortada; la mayoría sin trabajo, y en la plenitud de la  vida.

Un ejemplo: la Secretaria General del Partido gobernante en España, acaba de decir que la situación educativa en España es un error, pero no tienen voluntad de corregirlo. “La transferencia a las Comunidades Autónomas de la gestión educativa «fue un error», pues el modelo educativo es una de las principales «fortalezas» de un país y ese error ahora «es una realidad a la que es muy difícil dar marcha atrás y con la que hay que trabajar» [enlace]

El coladero ideológico ha sido perverso. El mínimo o nulo esfuerzo hizo inútil las distintas leyes. La desvergüenza ha conducido al todo vale. Abrió la puerta para que llegaran a las aulas, elementos de una solvencia cultural, social y moral muy discutible. Se ha traspasado la línea roja. La sociedad se alarma y el Gobierno estudia «medidas legislativas» “para evitar que terroristas, violadores y otros delincuentes puedan llegar a ser profesores” [enlace].

El fracaso escolar era sólo un síntoma de un nivel, mientras en la sociedad la corrupción era insultante. Con dinero, se ocultaron las miserias y se regalaron orlas, diplomas y títulos. Ahora, con los recortes y la forzada austeridad,  se redobla el antagonismo partidista y el miedo a la verdad.  No se ha logrado un pacto de Estado para la Educación.

Las leyes no cambian nada, si no hay una revolución urgente.

Las personas capacitadas y sensatas están lanzando,en varias partes del mundo, desde hace meses, un aviso muy contundente:o cambiamos la educación o este mundo se va a pique.

En España, la “Ley Wert” posiblemente no sea peor que las anteriores. Pero no se ha tenido la claridad ni la persuasión necesarias para superar la trifulca ideológica y partidista. Se han perdido en un “debate político estéril, de descalificaciones personales… El debate en el Congreso (ha sido) un diálogo de sordos” (M.Calleja).  La pobreza intelectual que demuestran, llevan a la ruina moral. Solo se escuchan a sí mismos y a su cuerda.  Vamos a seguir, con menos medios, donde estábamos.

Deberían escuchar y entender las razones de reconocidos catedráticos y pedagogos. Por ejemplo, el italiano Francesco Tonucci  dice que «La misión principal de la escuela ya no es enseñar cosas”.

Entonces, se necesita una revolución educativa. La enseñanza es avanzar en la búsqueda de la verdad que no es única ni inamovible. Y superar el debate estéril entre lo público y lo privado. A muchos les va a ser muy costoso asimilarlo, empezando por los legisladores y siguiendo por los profesores y los padres. No estamos hablando de falta de motivación ni de estímulos llamados “becas”; tampoco de trastornos de atención; ni de lenguas vehiculares; ni de familias desestructuradas. Eso existe y hay que contar con ello y mirar más allá.

Enseñar no es embutir

Hay que asumir que “los niños no son sacos vacíos que hay que «llenar» porque no saben nada”. Hay que escucharlos para descubrir personas, valores y principios. La escuela «debe ser el lugar donde los chicos aprendan a manejar y usar bien las nuevas tecnologías, donde se transmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo» (Tonucci, de 68 años).

Dotar de instrumentos para conseguir seres humanos capaces y capacitados, sensibles e imaginativos, innovadores y participativos. Padres y educadores, desde el inicio tienen que saber que nada es gratis  ni exclusivo. «No hay que considerar a los adultos (profesionales) como propietarios de la verdad que anuncian desde una tarima».  El esfuerzo de superación, debe ser de padres y de hijos, de alumnos y profesores. El talento se descubre, se potencia y se ejercita. Eso repercutirá en su futuro  personal y en beneficio de la sociedad.

“La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema. El mundo está en una crisis profunda porque no tenemos una educación para la conciencia. Tenemos una educación que en cierto modo le está robando a la gente su conciencia, su tiempo y su vida. El modelo de desarrollo económico de hoy ha eclipsado el desarrollo de la persona” (Claudio Naranjo, 75 años, Psicólogo, Escritor y Profesor).

La libertad, conciencia y democracia

Lo que hasta ahora se ha hecho es “usar la educación como una manera de meter en la cabeza de la gente una manera de ver las cosas que le conviene al sistema, a la burocracia. Nuestra mayor necesidad es la de una educación para evolucionar, para que la gente sea lo que podría ser” (C. Naranjo). Quienes llegan a la vida y al aula son personas. Debemos fomentar la coherencia. Quien no tiene principios no los quebranta nunca. La mente es importante, pero hemos olvidado el corazón. Los padres son importantes: «El nivel educativo de los padres tiene un enorme impacto en la formación que reciben sus hijos” [enlace]

La ignorancia no es tanto “no saber cosas” o no entenderlas o no saber aplicarlas.  “Laignorancia supinaesignorar lo que puede y debe saberse”, como dice el Diccionario. Ese es el reto para situarnos en la vida, y realizarnos como personas. Eso es lo que debe exigirse y lo que debe aprenderse. Para ello hay que atreverse a innovar.

Se arrojó la conciencia por la borda. No se puede navegar con más desidia. Más dinero y más becas, y más subvenciones no son la panacea. En la familia y en la sociedad hay que recuperar los principios de bondad, honradez, sinceridad, esfuerzo, el altruismo y  tener en cuenta al más débil y al más desfavorecido. Los hijos antes de ir a la escuela o a la Universidad, imitan. Antes de emprender, “viven y sienten” en casa y en la calle. Tiene su historia. Escucharla es importante. Hay que enseñar también con el ejemplo y proponer ejemplos humanos, políticos y espirituales.Hay que dejar el materialismo y volver al humanismo.

Más que enseñar contenidos es importante enseñar a interrogarse y aprender. Actualmente la mayoría de los estudiantes, son “escuchantes”  y “hacedores de deberes”. Eso les aburre   porque no se les implica. La mayoría de los profesores, no escuchan, ni proponen métodos y experiencias interesantes de aprendizaje y debate. Parecen funcionarios, no “maestros”.

Hay que recuperar la ciudad de los niños. Hemos hecho unos “forzados” a deberes. Juegan muy poco. Su mundo se reduce a móviles y videojuegos. “La desaparición de los niños de las calles afecta mucho a la ciudad; la ciudad sin niños es peor”.Hay que educar para vivir la alegría. Fomentar el ejercicio y los juegos al aire libre para evitar la obesidad. “El mundo no es un regalo de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”.

La ambición y el dinero, a toda costa, nos llevaron a la quiebra económica y humana. Enderezar la salida de la crisis en base al desarrollo económico, sigue eclipsado el desarrollo de la persona. Hay que ser inteligentes para aprender de los fracasos.

La revolución cultural tiene que integrar todas nuestras capacidades intuitivas, afectivas y cognitivas. Descubrir la interrelación de unas con otras,  y su proyección y sus consecuencias en el entorno cercano y  en el mundo. Tanto lo que se hace mal o se deja de hacer, como lo que se hace bien, tiene consecuencias.  Hay que recuperar la conciencia y saber  en casa, en la escuela y en la calle lo que está bien y lo que está mal.

(En la imagen, el atleta segundo, pudo ganar, porque el primero se equivocó y pensó que había llegado. No todo vale, le indica el camino.)

No podemos aceptar que nos sigan robando, ni domesticando con la educación para los exámenes, o para pasar curso. Tenemos que forjar nuestro destino, como seres libres. Hay que hacer que el estudiante y la gente en su casa, piensen y hablen. No que repitan lo que el profesor dice, o lo que le venden en la televisión o Internet. Educar es sacar de, poner en valor, tener conciencia crítica. Hay mucho miedo a que la gente tenga voz.  Por eso hay que respetar la espontaneidad y la capacidad de conocer y expresar los propios deseos, la capacidad de asombro y el sentido de la belleza. Mas libertad no daña a la democracia.

Ni padres, ni políticos, ni profesores pueden tirar por la borda lo mejor que tenemos, la conciencia. El hombre es un espíritu encarnado, un caminante que no se agota en el tiempo. Hay que descubrirlo. Que no venga ningún iluminado a decir que eso no se enseña en la escuela laica. Intentan con ello encubrir su miedo diciendo que eso es “religión”. ¡Se equivocan! El espíritu humano es anterior a cualquier religión y a cualquier creencia. La pérdida de la conciencia, es la pérdida del sentido de la vida. “Es una parte importante de la vida interior que se está perdiendo de la misma manera en que se están perdiendo los espacios bellos de la superficie de la Tierra, a medida que se construye y se urbaniza” [enlace].

“Los valores deberían ser cultivados a través de un proceso de transformación de la persona y esta transformación está muy lejos de la educación actual” (C. Naranjo, que llegaba estos días a Madrid para un simposio los días 13,14 y 15 de las “Dimensiones de la Única búsqueda”).

El esfuerzo es imprescindible para conseguir cualquier meta y, también la disciplina del orden y el silencio, como se practica en todas las tradiciones espirituales, para los diálogos internos.

El psiquiatra chileno recordaba: “Si vamos a educar a toda la persona, hemos de tener en cuenta que la persona no es solo razón…La educación también tiene que incluir un aspecto terapéutico. Desarrollarse como persona no se puede separar del crecimiento emocional. Los jóvenes están muy dañados afectiva y emocionalmente por el hecho de que el mercado laboral se traga a los padres y ya no tienen disponibilidad para los hijos. Hay mucha carencia amorosa y muchos desequilibrios en los niños. No puede aprender intelectualmente una persona que está dañada emocionalmente”.  Padres y pedagogos no pueden ignorarlo. El programa televisivo “El Hermano mayor” ha revelado muy bien el componente de violencia, la necesidad de ayuda y carencia afectiva. Los psicólogos son cada vez más necesarios [enlace].

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa