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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

Como diría Picasso, “lleva mucho tiempo crecer hasta convertirse en un niño”. Y es posible que todo lo que existe nos ayude a conseguirlo. Aunque “si no lo crees  tal vez no lo entiendas”(S. Agustín).

El 28 de junio 2013 escribí  sobre la Declaración de Conciencia en los animales, al cumplirse  un año  (el  7 de julio de 2012) de la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia. Los científicos afirmaron entonces que “la mayoría de especies animales posee los sustratos neurológicos que generan la conciencia”.

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

Como diría Picasso, “lleva mucho tiempo crecer hasta convertirse en un niño”. Y es posible que todo lo que existe nos ayude a conseguirlo. Aunque “si no lo crees  tal vez no lo entiendas”(S. Agustín).

El 28 de junio 2013 escribí  sobre la Declaración de Conciencia en los animales, al cumplirse  un año  (el  7 de julio de 2012) de la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia. Los científicos afirmaron entonces que “la mayoría de especies animales posee los sustratos neurológicos que generan la conciencia”.

Los animales son uno de los mayores regalos de la vida. Dije entonces y repito que los animales ni son un capricho de la naturaleza, ni un juguete de nadie. Tienen entidad propia. Y nos ofrecen tanto, que si aprendiéramos un poquito de ellos, seríamos más humanos. Si fuéramos animales como ellos, civilizados como ellos, sería una buena base para ser racionales (Roberto Carlos).

En mayor o menor grado piensan, sienten, sufren y aman. Presienten el peligro, temen, huyen o confían y se aproximan. Conocen el remedio para muchos problemas. Aprenden. Se comunican. Se alegran con todo su ser y sienten la soledad tanto o más que los humanos. Expresan respeto o simpatía ante las diferentes crías. Su lenguaje es entendible. Cualquiera puede comprobar la eficacia. Es muy elocuente observar la ternura que adultos y cachorros demuestran con un niño.

En ese artículo (enlace) me expresé de forma general, porque de eso se trataba. Hoy quiero hablar de los animales y los niños. Aclaro inmediatamente la razón: a un niño alemán de 10 años quieren quitarle su perra.Y si se la quitan posiblemente se mueran los dos, Dylan y su perra Tascha. Así se llaman.

Resumo en pocas palabras la noticia: Dylan Gerzmehlem, de 10 años, lleva enfermo desde que nació. Aparentemente está en estado vegetativo. Desde hace 6 años tiene una compañía especial, su perra, que permanece horas enteras echada junto al niño.

Las máquinas y monitores instalados para controlar su respiración y las pulsaciones de su corazón, captan y reflejan la mejoría de la salud del niño en cuanto Tascha está junto a él. Es un dato.

Otro dato, al animal nadie le obliga a acurrucarse junto al niño. Pero, como diría  Antonio Gala “¿Para qué afirmar que los perros tienen voluntad y sentimientos?: salta a la vista”. Es evidente y esta es una prueba más, de su inteligencia.

Por lo que yo sé, hay una comunicación especial, interior y beneficiosa, que se establece casi de piel a piel, de alma a alma. No es sólo el calor que  el animal transmite, ni el olor, ni la luz de la mirada, o el latido perceptible de sus venas. Es mucho más. Quien tiene en casa una mascota, sabe que es un lenguaje que se entiende sin palabras.

En silencio, los gestos, significan y expresan, con una riqueza maravillosa, todo un mundo de sentimientos. El animal sabe de dolor y de lucha, de violencia y de afecto, de la fidelidad y la alegría mucho más de lo que imaginamos. También de sacrificios, y de anomalías y discapacidades, pero nunca discriminan, siempre aceptan, ayudan, juegan y tratan de animar con su alma limpia y generosa.

El niño, cualquier niño, y cualquiera que tenga en casa una mascota, es capaz de darse cuenta de todo la ternura que puede transmitir. En condiciones normales, hay una interacción tan profunda, que llega a convertirse en uno más de la familia. Su influencia es extraordinariamente desinteresada, real y amistosa. En casa, llega a ser una cálida presencia que vela, cuida, recibe, mima a todos y cada uno de los que en ella habitan, pero de forma particular y especial a los niños.

Si hay algún enfermo,  el perro redobla sus visitas, su contacto. Con un lametazo transmite toda la energía de que es capaz. Busca luego la mano del enfermo y si éste no es capaz de sentirlo, encuentra la forma de que su cabeza se sitúe bajo el cuenco de la mano.  «Cada vez que el perro está con él, nuestro hijo responde. Es feliz», dijo Eckhard, el padre de Dylan. «Su respiración se vuelve más tranquila, su ritmo cardíaco se cae. Esto se debe al perro».

En esas condiciones, “si no lo crees tal vez no lo entiendas”, si no lo has experimentado es muy posible que tampoco lo entiendas. Sobre todo si digo que a un “amigo” así, se le puede echar de menos, incluso sentir dolor por su separación o su pérdida, o su muerte. Hablo en general, claro, y me refiero tanto a un perro sin pedigrí como a una mascota especial, e incluso cara. Puede haber casos especiales, cierto. Habrá que analizarlo y estudiarlo. Pero por naturaleza, el perro no es dañino.

Pese a que tanto la familia, como los doctores que cuidan al niño alemán, creen que el vínculo entre el animal y el niño nunca debería romperse, es posible que esta relación tenga los días contados. ¿Por qué?

Porque las autoridades del estado de Brandeburgo, donde el chico vive con su familia, están estudiando separarles, según recoge el «Daily Mail». Lo curioso es que la perra es de una raza que es considerada o clasificada como peligrosa: es un Staffordshire Bull Terrier (SBT). (La raza fue creada en Inglaterra hace 200 años, con un fin lúdico, para peleas). Pero ¿le ha hecho algo al niño? Nunca. De hecho, dicen del SBT que es  “completamente confiable para el ser humano y en especial con los niños”. El SBT adora a su amo y a su familia; siente devoción extrema por ellos y especial predilección por los niños. No extraña a las visitas y aunque se le suele ver alerta cuando escucha ruidos alrededor de la casa, es su simple condición canina la que lo hace estar en estado de vigilia para avisar”.

Cierto que recientemente, Tascha mordió al perro de un vecino en una pelea.  Así que, se desconoce si por propia iniciativa, al conocer los hechos, o por alguna denuncia, las autoridades piden que el perro sea trasladado o sacrificado.

Ahora, el dilema está en la calle. Cuando ha saltado la noticia, la gente está dispuesta a salir a la calle para impedir que el animal sea separado del niño. “En los próximos días, los padres del menor tendrán una reunión con el alcalde del pueblo donde residen, en donde intentarán convencer al regidor de que Tascha es un perro de terapia” (enlace).

Vamos conociendo muchas cosas de los animales, pero desconocemos mucho más.  Tal vez no somos capaces de confiar en ellos ciegamente, como el ciego, confía en el “perro guía”, que le lleva por la ciudad, sube al Bus, o al Metro y sabe detenerse en los pasos de cebra, etc.  La terapia a cargo de animales ha salvado muchas vidas. Incluso hace podo salió a la luz pública la anciana que había salido del coma gracias al contacto y el afecto de su perro. Todos sabemos que no hay mejor medicina que el cariño; y el de un perro no es menor que el de los humanos.

Me interesa destacar una conclusión y una pregunta, de este caso alemán. 1º Se ha podido constatar y medir el beneficio que para una persona o para un enfermo, representa el contacto con el perro. 2º Si no hay peligro físico, ¿puede una autoridad política o judicial, obligar a  separar al niño de su perro, o lo que es lo mismo: organizar interiormente a una familia?

Una noticia por contraste, sucedida aquí: “En el Paraje Natural de las Marismas de Isla Cristina, en el término municipal de Ayamonte. Alguien ató  a un perro a una piedra de grandes dimensiones, que le impedía cualquier tipo de escape, con la finalidad de que el animal se ahogara cuando subiera la marea, causándole de esta manera no sólo la muerte, sino un sufrimiento innecesario e injustificado” (enlace).

La ley que permite su propiedad, tiene que protegerlos del capricho y de la crueldad. Los perros tienen conciencia para lo mejor, pero también para ser capaces de sufrir.

“Cuanto más conozco a las personas más quiero a mi perro”, Diógenes de Sinope, Filósofo Griego. Esto lo dijo hace más de 2336 años. ¿En qué hemos progresado?

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa