Medicina Americana
06/08/2013
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06/08/2013

Por José María Montiu de Nuix, doctor en filosofía, miembro de Civica, matemático, sacerdote.

Es patente que en la vieja Europa existe una importante crisis de la paternidad, especialmente de aquella paternidad responsable que con mayor frecuencia originaría numerosos hijos. Crisis lamentable, relacionada con una concepción pragmática y egoísta de la vida, que contrasta grandemente con el mensaje católico, pues toda la cosmovisión cristiana está estrechamente relacionada con la paternidad.

Por José María Montiu de Nuix, doctor en filosofía, miembro de Civica, matemático, sacerdote.

Es patente que en la vieja Europa existe una importante crisis de la paternidad, especialmente de aquella paternidad responsable que con mayor frecuencia originaría numerosos hijos. Crisis lamentable, relacionada con una concepción pragmática y egoísta de la vida, que contrasta grandemente con el mensaje católico, pues toda la cosmovisión cristiana está estrechamente relacionada con la paternidad.

El Papa Francisco, en el número 11 de su encíclica “Lumen fidei” (29.VI.2013), dice: “(…) Dios (…) se revela como la fuente de la que proviene toda vida”. Más aún, afirma allí la existencia de “la paternidad de Dios, de la que procede la creación”. Aquí, además de incluirse la especial paternidad de Dios sobre el ser humano, se asienta que toda la creación, todo lo finito, todo lo que no es Dios, incluido todo el inmenso Cosmos, tiene su origen en la paternidad divina. Todo lo creado, llamémosle A, es resultado de la paternidad. A = resultado de la paternidad divina. Dios es padre y todo lo creado es fruto de su paternidad.

Si simbolizable fuese gráficamente, se tendría lo que sigue: todo el Cosmos, y muy especialmente el hombre, quedaría ubicado dentro de una inmensa bolsa o esfera englobante, la cual tendría por clave de explicación e inmenso rótulo las palabras siguientes: “paternidad divina”. Por ser esta paternidad algo realizado fuera de la Santísima Trinidad, y también por ser acto de la naturaleza divina, en lenguaje trinitario se estaría afirmando la paternidad de las tres divinas personas sobre toda la creación. Puede pues ello simbolizarse por tres líneas, coronadas por la palabra “paternidad”, que van desde el Cosmos hasta respectivamente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Así pues, todo cae bajo una palabra englobante, bajo un origen unificador: “paternidad”.

El misterio de Dios cae también bajo el rótulo de la paternidad. En efecto: Dios es un Dios sólo, pero no un Dios solitario, tres personas divinas. Misterio trinitario que tiene en la primera persona, el Padre, su origen. A la vez, Padre e Hijo son coeternos, pues no hay padre sin hijo ni hijo sin padre. Así pues, también aquí todo remite a un solo término, por estar en el origen de todo ello: “padre”. Nuevamente encontramos pues como pieza clave la “paternidad”.

En suma, toda la realidad, la divina y la creada, remite a la palabra “padre”. Así pues, el binomio padre – paternidad alcanza toda la realidad. Este hecho causa sorpresa, y la admiración es origen del preguntarse, del discurrir, del filosofar. Bastará pensar un poco para llegar a divisar que ha de ser muy gorda la importancia de la recta paternidad humana, auténtica participación de la paternidad divina. En la procreación hay un parecerse a la paternidad del ser de belleza infinita. La paternidad humana es análoga a la del ser que es plenamente padre, Dios. El entusiasmo que sigue naturalmente a esta reflexión es algo que motiva hacia la paternidad. A su vez, la negación de la paternidad se opone diametralmente a lo enseñado por el evangelio de la vida, al evangelio del que es la Vida, Cristo. Medite aquí el pensador cristiano verdaderamente honesto.  

CíViCa
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Ciencia | Cultura | Vida Asociación de Investigadores y Profesionales por la Vida.